Cuestión de coherencia

(José Lorenzo) Si es verdad que la reforma de la Ley del aborto ha abierto una fractura en el PSOE, como ha reconocido recientemente la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega en la COPE, y que el empecinamiento en presentar esta medida legislativa le costó 650.000 votos y, por tanto, las Elecciones Europeas el pasado mes de junio al candidato de Zapatero, ¿será descabellado pensar que un Gobierno que se dice sensible a la voz de la calle sea incapaz de ignorar el clamor de una parte importante de su ciudadanía en la manifestación del pasado día 17 en Madrid? Oídas las declaraciones de algunos dirigentes socialistas tras la manifestación, parecen decididos a que el error se enquiste. Se agarran para ello a encuestas que les son favorables, e ignoran otras, tan válidas y más recientes, que les niegan la mayor.

De querer bajar a tierra, Zapatero, refrenando para ello a su ala más dogmática y beligerantemente laicista, aún tendría tiempo para buscar –desde el punto de vista político– el exigible consenso en materia tan delicada. El que le dan los meses de trámite parlamentario a que va a ser sometida esta reforma legal. Es de esperar que ahí se produzca el diálogo que no se dio en el Consejo de Ministros, de donde el anteproyecto salió aprobado sin que fuese enmendada ni una coma.
En esa tarea va a ser fundamental la labor que pueda –y le dejen– hacer al grupo Cristianos Socialistas, si es que no los lastra el peso de haber sido admitidos a formar un grupo dentro de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE. Pero, para ello, tendrán que ganar en credibilidad de cara al exterior y en autoestima hacia el interior.

Hacia el exterior, porque su voz no se dejó oír con claridad hasta después de la manifestación del 17-0 y, al final, sus argumentos críticos con la reforma legal fueron apagados por el ruido de presiones internas desde el partido y/o Gobierno. Y, de cara al interior, para reinvindicar sin complejos el lugar que les dan el número de votantes católicos, o echarán por tierra el trabajo desarrollado durante largos años. Hoy, su situación en el PSOE ha crecido en enteros, pero sigue siendo tolerada a regañadientes por los sectores más laicistas, entre ellos –pero no únicamente– el encabezado por Pedro Zerolo, miembro de la Ejecutiva socialista, y que está al frente de la Secretaría de Movimientos Sociales del PSOE, a la que está adscrita el grupo cristiano. En ella, el ninguneo es clamoroso, como demuestra el hecho de que, al cierre de este número, en su web oficial no haya rastro de la existencia del grupo cristiano, pero sí de otras minorías…

También coherencia en todo este proceso hay que exigirles a quienes se confiesan católicos dentro del PP. Son una especie vergonzante que acude a la manifestación contra el aborto pero que, como acaba de reconocer en la COPE Jaime Mayor Oreja, “miraron hacia otro lado” en el tema del aborto cuando gobernaron. Por ello, no resulta creíble, y sí oportunista, la presencia en la protesta del ex presidente Aznar, bajo cuyo mandato de ocho años se produjeron en España más de medio millón de abortos. Siendo así las cosas, él, como aquellos políticos socialistas a los que aludió hace unos días un destacado obispo, “estaría fuera de la Iglesia”. Pero Aznar –y ahí está otra incoherencia– está lejos de esa consideración. Sin ir más lejos, una de las organizaciones católicas convocantes de la manifestación le distinguió hace pocos meses con un doctorado honoris causa, aduciendo para ello haber “defendido con ahínco las raíces cristianas de Europa y los valores y principios del humanismo cristiano”.

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En el nº 2.680 de Vida Nueva.

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