La segunda visita de la OEA al país ha reavivado las esperanzas del Episcopado
(J. L. Celada) Pocas horas después de que una delagación de la Organización de los Estados Americanos (OEA), encabezada por su secretario general, José Miguel Insulza, visitara Honduras por segunda vez el pasado día 7, los obispos del pequeño país centroamericano hicieron público un comunicado en el que manifiestan su “apoyo al diálogo” y aseguran sentirse “muy unidos” a cuantos tratan de “buscar una salida constructiva a la crisis política actual”. “En todo momento –recuerdan– hemos abogado por esta pedagogía del diálogo sincero, que busca diligentemente la solución mejor para todos en la caridad y en la verdad”.
Preocupados por “los sufrimientos, divisiones y violencia” vividos y sabedores de que “no podemos continuar en la incertidumbre, la tensión personal y social y en el deterioro social”, los miembros del Episcopado urgen a buscar “una solución justa, pacífica y acordada” a la situación actual. Por eso, saludan la presencia de la OEA, de la Unión Europea y de la prensa como “signo del interés que existe en que este diálogo lleve a buen puerto la nave del país”. Un diálogo en el que sus compatriotas han depositado muchas esperanzas, que, de verse frustradas, “nos llevaría a una decepción grande y a una creciente tensión personal y social”.
El texto, dado a conocer al término de su Asamblea Plenaria, pide a las partes implicadas que, “superando las tendencias particularistas, se esfuercen en buscar la verdad y perseguir con tenacidad el bien común”, retomando la invitación papal del pasado 12 de julio. No cabe, por tanto, la violencia en ninguna de sus expresiones, pues “sería perjudicial y atentaría contra las actitudes” que favorecen ese clima de diálogo “respetuoso y comprensivo”, y conduciría a “la pérdida de credibilidad de quien la provoque”.
Grave responsabilidad
Los pastores creen también que dicho diálogo tiene una “dimensión ética”, por lo que quienes intervengan en él contraen “una grave responsabilidad ante Dios y ante la sociedad, que no deben olvidar ni subestimar”. Y aunque admiten que “un acuerdo político no es la solución total a los graves problemas que aquejan a Honduras” (al cierre de estas páginas, el acercamiento de posturas parecía augurar una feliz resolución de la crisis), confían en que “por lo menos situaría al país en las condiciones institucionales aptas para afrontarlos, en el marco de un plan conjunto…”.
Mientras tanto, los obispos hondureños oran “con insistencia y confianza para que Dios nos conceda a todos, y en especial a los responsables de este diálogo, sabiduría, capacidad de escucha, sensibilidad social y espíritu de discernimiento”.
En el nº 2.679 de Vida Nueva.