Santiago Agrelo: “Temo que nos hayamos replegado a lo conocido”

Santiago-Agrelo(Luis Alberto Gonzalo-Díaz, cmf) Un puñado de cristianos en un contexto musulmán… Una parábola del Reino, una invitación a contemplar lo pequeño. Allí nos recibe Santiago Agrelo: franciscano, arzobispo… creyente. Una piedra de sal que nos recuerda el sabor a Evangelio.

¿Cuál es el estado de ánimo del arzobispo de Tánger?

Aquella alegría, apenas limitada por lo imprevisible del futuro, con que empecé mi camino en esta Iglesia, se ha ido transformando en alegría hermana del sufrimiento. La primera quedó reflejada en algunas fotos de los días de mi nombramiento y ordenación. La llevaba en la sonrisa. De la segunda no tengo fotos, pero si las hubiese, sería una alegría más velada tal vez, más honda, quizá en algún momento también más atormentada.

Ahora echo en falta capacidad para proyectar, imaginación para tomar iniciativas, y tantas otras cosas que normalmente las personas aprenden en la lucha diaria por salir adelante. Me sostiene lo que no es mío: la gracia de Dios y la ayuda generosa de los hermanos. Creo que mi estado de ánimo lo reflejaba muy bien una fotografía de mi infancia, una de aquéllas que nos ha-
cían en la escuela. Aquel niño tenía la mirada de quien añora algo perdido que tal vez encuentre mañana.

Preside una Iglesia minoritaria. ¿Qué rasgos de esa minoridad nos pueden ayudar a los demás para entender la ofrenda cristiana en el resto del mundo?

Esta Iglesia no es sólo minoritaria; es también extranjera y peregrina, en sentido teologal y en sentido social. Presido una Iglesia minoritaria, que vive entre musulmanes. No sueño con una Iglesia mayoritaria ni en estas tierras ni en ninguna otra. Sueño para cada rincón de la tierra una Iglesia viva, que, allí donde esté, haga presente a Cristo resucitado y sea de verdad su cuerpo, animado por la fuerza de su Espíritu. Pocos o muchos, ojalá todos profetizasen. En todo caso, la pequeñez es amiga de la humildad, y ésta es hermana del servicio a los demás. Los pequeños no podemos olvidar que necesitamos de todos, y que tenemos algo precioso que ofrecer a todos, a saber, la Buena Noticia de la gracia de Dios.

Lo grande tiende a ‘poner miedo’. Gozo con la perspectiva de una Iglesia “viva y fecunda, pequeña y humilde, sierva del Señor y de los pobres”. Gozo con la perspectiva de una Iglesia que sienta como dichas para ella las palabras de la revelación: “No andéis agobiados por la vida… no os angustiéis… No temas, pequeño rebaño”. Gozo con la perspectiva de una Iglesia que no teme, porque Dios es Padre para ella y le enseña a caminar y cuida de ella. “No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien confiaros su Reino”.

¿Gastan los religiosos mucha energía en defenderse?

Lo que voy a decir es sólo una sensación. Puede que no sea objetivo en lo que indico. Puede que tampoco sea justo. Temo que quienes vivimos este momento de crisis para la vida consagrada nos hayamos replegado a la tranquilidad de lo conocido. Temo que no utilicemos criterios evangélicos de discernimiento al establecer las prioridades de nuestras presencias y opciones. Temo que nos movamos más cerca del realismo que de la esperanza. Temo que nos equivoquemos en todo esto, pues lo más real que podemos imaginar es lo que Dios nos promete y nosotros esperamos.

Ante las noticias de muerte e injusticia de su diócesis, ¿mantiene la esperanza?

Ésa nos la mantiene viva el Señor. Es en estas circunstancias cuando la esperanza se hace fuerte. No nos queda otra cosa: la Palabra de Dios, Cristo crucificado, Cristo resucitado… Todo se nos hace de carne y hueso en el Estrecho, en los bosques, en el desierto… Aquí tenemos la evidencia de que “saludamos de lejos” lo que esperamos, pero esperamos con certeza fundada en la fidelidad del Señor. Mañana será la resurrección. Mañana será la dicha.

¿Cómo lee este tiempo para los consagrados?

Prefiero imaginar el futuro. Veo hombres y mujeres que abandonan la seguridad de sus casas para salir a los caminos de Dios. Veo testigos de la esperanza en un mundo obsesionado por aprovechar el momento. Veo pobres que aman a los pobres, hombres y mujeres que ven y aman a Cristo en todos los desheredados de la tierra.

MIRADA CON LUPA

Descubrir el Reino exige esa “magia” de leer el presente con los ojos de Dios. Unos pocos lo logran. Ponen su vida y sus logros entre paréntesis, por eso gustan, ya aquí, lo que sólo es promesa. La vida consagrada es para la promesa, o no es. Tanta seguridad nos ha traído bienestar, pero ha diluido la fraternidad consagrada, que es urgencia y promesa. Mucho cálculo y poco Dios.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.678 de Vida Nueva.

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