Bergoglio pide justicia social contra la pobreza en Argentina

El cardenal de Buenos Aires llama al Gobierno y a otras instancias a ofrecer respuestas éticas y  solidarias

(Washington Uranga– Buenos Aires) El cardenal Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), ha tomado el tema de la pobreza como una de las cuestiones centrales de su prédica, utilizando con este fin todos los estrados y púlpitos a su alcance. Hablando el pasado 30 de setiembre en la Universidad del Salvador, institución de tradición católica, Bergoglio recogió una afirmación de los obispos latinoamericanos en el Documento de Santo Domingo (1992) para afirmar que “los derechos humanos se violan no sólo por el terrorismo, la represión, los asesinatos, sino también por la existencia de condiciones de extrema pobreza y de estructuras económicas injustas que originan grandes desigualdades”.

Tanto el Gobierno del ex presidente Néstor Kirchner (2003-2007), como el de su esposa y actual mantadataria, Cristina Fernández, han puesto el tema de los derechos humanos en el centro de su agenda. Sin desmedro de ello, desde la Iglesia católica, sin embargo, se reclama mayor atención a la situación de pobreza y marginalidad de grandes sectores de la población, partiendo de un diagnóstico que habla del aumento de la exclusión y del número de pobres.

Gobierno y jerarquía eclesiástica mantienen una disputa verbal no declarada sobre la pobreza, donde existen claras discrepancias, no sólo sobre las respuestas que deben darse, sino también sobre la cantidad y la situación de los pobres. Voceros eclesiásticos, entre los que se cuentan el obispo presidente de Cáritas, Fernando Bargalló, y el titular de la Pastoral Social, el obispo Jorge Casaretto, ponen en entredicho los índices de pobreza divulgados por el Gobierno, y así lo han hecho saber públicamente.

Tras las palabras de Bergoglio, fue la propia presidenta quien se apresuró a dar una elíptica respuesta, sin mencionar en ningún momento al cardenal ni sus palabras. Pero Cristina Fernández no dudó en criticar a quienes “hablan de la pobreza” y no hacen nada para solucionarla.

El domingo 4 de octubre, durante la celebración de la Eucaristía en la Basílica nacional de Luján, con la que culminó la 35ª peregrinación a pie al santuario mariano y en la que participaron cerca de un millón de personas, el cardenal Bergoglio volvió a hablar de la pobreza. Dijo entonces que “la Virgen mira a todos sin distinción, pero se viene ocupando desde hace mucho tiempo de los hermanos más pobres”. Y agregó que se trata de “esos hijos que en las sumas y restas de los cálculos han quedado al borde del camino. Los hijos del descarte”.

Contrapunto público

Diversos analistas en los medios de comunicación locales leen tanto las palabras de Bergoglio como las de Cristina Fernández como un contrapunto público entre la presidenta y el cardenal.

El arzobispo de Buenos Aires había formulado sus apreciaciones iniciales sobre derechos humanos y pobreza en el marco de un seminario sobre políticas públicas organizado por la Escuela de Posgrado Ciudad Argentina, la Universidad del Salvador y la Universidad Carlos III de Madrid. En esa ocasión, el cardenal sostuvo que “la deuda social exige la realización de la justicia social”, y esta situación debe interpelar “a todos los actores sociales, en particular al Estado, a la dirigencia política, al capital financiero, a los empresarios, a los agropecuarios e industriales, a los sindicatos, a la Iglesia y a las demás organizaciones sociales”. Y agregó que, “en nuestro caso, la deuda social son millones de argentinas y argentinos, la mayoría niños y jóvenes, que exigen de nosotros una respuesta ética, cultural y solidaria”.

Según Bergoglio, la deuda social es “inmoral, injusta e ilegítima”, y “esto nos obliga a trabajar para cambiar las causas estructurales y las actitudes personales o corporativas que generan esta situación”. Propuso buscar soluciones “a través del diálogo”, para “lograr los acuerdos que nos permitan transformar esta realidad dolorosa a la que nos referimos al hablar de la deuda social”.

“Con la exclusión social –agregó–, queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está afuera”. Y dijo también que “no podemos responder con verdad al desafío de erradicar la exclusión y la pobreza, si los pobres siguen siendo objetos, destinatarios de la acción del Estado y de otras organizaciones en un sentido paternalista y asistencialista, y no sujetos, donde el Estado y la sociedad generan las condiciones sociales que promuevan y tutelen sus derechos y les permitan ser constructores de su propio destino”.

wuranga@vidanueva.es

En el nº 2.678 de Vida Nueva.

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