Un demonio anda suelto

Demonio(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) Estaba yo elaborando un glosario de los “demonios” de los consagrados. Aquéllos que no acaban de dejarnos disfrutar del don recibido. Ésos que todos conocimos o conocemos… Alguna semana os lo ofreceré. Decía que estaba con nuestros demonios cuando me llamó Mateo… En mi glosario me faltaban definiciones correctas de algunas inhibiciones, silencios y pecados… El bueno de Mateo, con su petición de auxilio, me ayudó a entender de qué debía escribir…

El “demonio” de la eficacia

El pecado y la gracia marchan juntos en el camino de la vida. Nada es completamente blanco y nada completamente negro. Y en la vida de Mateo hay pecado, sin duda… pero hay gracia, y mucha, que está siendo devorada por la soledad.

Curiosa esta vida de consagración que tiene palabras y gestas maravillosas sobre el valor de lo común. Sorprendentes nuestros planes de cómo hacer llegar el mensaje de salvación a media humanidad. Desbordante este mundo de intuiciones que nace con nosotros y en nosotros para ser compañía de quien está solo…

Dolorosa, sin embargo, esta vida cuando se fragua entre cuatro para que cien aplaudan. Decepcionante la ambigüedad de valorar, admirar y jalear a un deportista porque es joven… y a la vez despreciar, criticar… a otro joven, él o ella, porque tiene el “pecado” de ser un consagrado de pocos años. Son algunos “demonios” de la vida consagrada, pero el más cruel vive bajo la capa mágica de la eficacia.

Arte y sensatez

Me lo describió Mateo: “Me han pedido que aguante, esto responde al plan de… Lo dice bien claro el proyecto”. Sólo hay un problema… pequeño. Mateo no aguanta.

En el papel queda perfecto un encargo, un equipo y un trabajo. En la vida no siempre hay arte para un envío, una comunidad y una misión. Y la vida consagrada tiene que recuperar la sensatez y el arte, porque la gestión, el cumplimiento y el papel no salvan.

Mateo, en el duro relato de su vida, me hizo caer en la cuenta de la buena literatura congregacional que posee. Se sabe bien el hacia dónde, pero no encuentra andaderas. En general, la vida consagrada tiene una cuidada elaboración de sus principios y opciones… no tenemos tan trabajado el “venid y lo veréis”. De hecho, a veces se va… y no se ve.

La conversión de los buenos

También me recordó qué significa la riqueza y pluralidad de las personas. Me preguntó cómo lograr la complementariedad. Creo que le hablé de un discurso sabido: “La unidad en lo fundamental… Jesucristo”. Pero Mateo quería hablar, y me preguntó por la felicidad y por qué no la encontraba con esos “hermanos”. A bocajarro me dijo: “¿Tan malo soy?, ¿crees que no estoy orando todos los días pidiendo luz?”. Y estas preguntas de Mateo me hicieron caer en la cuenta de la distancia que hay entre grupo funcional y comunidad; entre competición y complemento; entre don y cruz. Releo algunos apuntes de comunidad, también algunos manuales… pienso en mi vida. ¿Dónde está la cuestión? ¿Por qué algunos como Mateo experimentan la cruz de la impotencia? Definitivamente, los grandes tratados necesitan la concreción de la encarnación. Ese consagrado, de carne y hueso, que busca y no siempre encuentra. Pensé en la necesaria “visión” más allá del cálculo, que haga posible la comunidad para quienes han hecho un ejercicio de donación sincero… Mateo echa de menos un liderazgo que empuje su mediocridad. Quiere modelos vivos que le impulsen al intento. Mateo está harto de “sacar adelante las cosas” sin contar con la vida… Y oyendo su lamento entre lágrimas, sonaba evangélico. Porque cree en la vida consagrada, cree en su vida como don de Dios y sabe que no es del todo generoso. Este joven, con su consagración haciéndose, nos examina sobre la verdad que transmitimos.

Los demonios de la vida consagrada no están fuera. A veces llaman la atención determinadas defensas numantinas ante ataques absurdos. Los demonios están dentro, y es difícil detectarlos y enfrentarlos… Es la conversión de los buenos, también de Mateo, o como en verdad se llame.

MIRADA CON LUPA

En algunos rincones de nuestro mapa vagan consagrados como Mateo, a punto de hacer la mochila porque no encuentran sitio. Han buscado respuestas en proyectos y papeles, en la web y en el móvil… Algunos como él han buscado personas que no encuentran, han tendido la mano… y esperan algo más que reuniones. Es un signo de este tiempo: falta acompañamiento porque hay que estar muy lleno de Dios para ofrecerlo. El demonio de la gestión pide organigrama, plazos, responsables, reuniones. No se pregunta cómo está la persona, por si acaso. ¡Ojo!, ese demonio
es peligroso y está suelto.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.676 de Vida Nueva.

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