Valentín Arteaga: “A la vida apostólica le falta poesía”

Superior general de los teatinos

Valentín-Arteaga(María Gómez– Foto: Luis Medina) “El mundo actual es providencialmente conflictivo e interesante. Y los teatinos tenemos muchas ganas de iniciar algo nuevo. Me hace gracia esa especie de miedo o de tristeza, sobre todo aquí en España. Pero yo creo que la Iglesia tiene que vivir en el corazón del conflicto y lo propio es, justamente, la dificultad”. Tal análisis es toda una declaración de intenciones de quien recientemente ha sido reelegido superior general de los clérigos regulares o teatinos. En su capítulo general de mediados de junio, estos religiosos volvieron a brindar su confianza al español Valentín Arteaga (Campo de Criptana, Ciudad Real, 1936), que muestra el mismo empeño en la renovación del sacerdocio que el de san Cayetano Thiene y Juan Pedro Carafa para fundar la congregación en el siglo XVI.

No es que no esté contento repitiendo en el cargo, pero admite que “tenía deseos de dejarlo. Seis años dan para mucho: pones de tu parte todo de lo que eres capaz, entusiasmo, ilusión, imaginación… pero al final dices: ‘Ya podía venir otro’”. Quizá es que no hay un relevo, o no ahora mismo. La orden está extendida por todo el mundo, pero no llegan a los 300 miembros, y aunque el P. Valentín destaca el buen ambiente del capítulo, al final no le quedó más que entender que era “un deseo general de toda la orden. Me he acordado mucho de aquél reportaje de Vida Nueva sobre los superiores generales, que están ‘solos y a pie’, pero uno tiene que estar dispuesto al servicio, porque esto no es un honor ni una dignidad”.

Él y su nuevo y “muy rico” grupo de consultores intentan volver a la raíces fundacionales para, desde ahí, ser fieles al mundo. “Al fin y al cabo –dice–, aquellos tiempos del 1500 y este milenio que comienza son muy similares. Entonces había que luchar contra la corrupción del alto clero; hoy es la indiferencia, la desatención, un mundo de una increencia banal, totalmente vacía de contenido. Me preocupa muchísimo esta realidad tan rayana con una realidad totalmente exterior, y me parece que, hoy por hoy, el teatino, el sacerdote, tiene que recuperar ese mundo interior”. El carisma teatino es claro (que no simple): “Ser buenos sacerdotes. A Dios gracias –añade–, somos gente sin mucha influencia y sin grandes riquezas. Pero es por nuestra espiritualidad que la Iglesia ha ido siendo lo que debería ser, gracias a este fermento escondido y actuante”.

Arteaga seguirá en Roma los próximos seis años, desde donde observa con cierta pena la imagen “desanimada” que proyecta la Iglesia española. “Vas a cualquier lugar donde hay monseñores y eclesiásticos y te preguntan: ‘¿Cómo está España? Qué lástima…’. Pero siempre he procurado ser muy optimista, muy evangélico. Creo que éste es un momento de purificación y de respuesta audaz y confiada. En este sentido, el estilo de Benedicto XVI es extraordinariamente positivo”.

La zarza ardiente

¿Una de las claves para llegar a la gente? Sin duda, la forma, que este religioso ha cultivado toda su vida. “El cristianismo es poesía, y creo que a la vida apostólica, a la evangelización, a la catequesis, les falta una buena dosis poética”. Lo dice quien fue ganador del Premio Fernando Rielo de Poesía Mística en 2006, por Oficio en mi menor. “Pero tampoco es la obra de mi vida. Ninguna es la obra de uno. La poesía es simplemente arrodillarse ante el misterio, ante la sorpresa, es quedarse obnubilado, como Moisés ante la zarza ardiente”. Lamenta el P. Valentín que cada vez tiene menos tiempo para escribir y relacionarse con círculos menos religiosos, aunque esto tampoco le angustia: “Ya hay una obra diseminada, y no hay mucho más que añadir”.

“La poesía es poesía”, repite, asegurando que la suya no es, desde luego, proselitista: “Creo que la peor poesía es la hecha, yo nunca la voy a usar como método de apostolado”. Otra cosa es aprovechar sus recursos: “La gente escucha más cuando la expresión es literaria. A veces nuestra predicación es muy pobre, repetitiva, poco cordial, muy racionalista y poco imaginativa; como decía el otro, aburrimos a las ovejas. Pero Jesús era un poeta y el Evangelio es un canto. La gente nos seguiría más…”.

En esencia

Una película: Volver, de Almodóvar.

Un libro: El día antes de la felicidad, de Erri de Luca.

Una canción: Poetas andaluces, de Aguaviva.

Una persona: María de Nazaret.

Un recuerdo de infancia: el amanecer.

Un rincón del mundo: una capilla íntima con el sagrario.

La última alegría: esta conversación.

La mayor tristeza: decía Bernanos que la única tristeza es no ser santo.

Un sueño: que un día todas las diferencias desaparezcan y toda la humanidad se dé la mano y se siente a la mesa del Reino.

Un deseo frustrado: me hubiera gustado cantar y tocar la guitarra, pero no es una frustración.

Un regalo: que recen por mí.

Un valor: la cordialidad.

¿Cómo le gustaría que le recordaran? Con misericordia.

En el nº 2.675 de Vida Nueva.

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