La Santa Sede lima asperezas con el Gobierno de Berlusconi

Tras un breve encuentro con el Papa, el secretario de Estado italiano habla de ‘solidez’ en las relaciones

Visita-ciudad-de-los-papas(Antonio Pelayo– Roma) La visita del Papa a Viterbo, el domingo 6 de septiembre, habrá proporcionado a Benedicto XVI al menos tres no pequeñas satisfacciones: la primera, recordar en su ciudad natal la figura de san Buenaventura, a quien el joven teólogo Joseph Ratzinger dedicó sus primeros ardores investigadores, consagrándole su tesis doctoral. La segunda, visitar, en la llamada “ciudad de los papas”, la famosa Sala del cónclave más largo de la historia de la Iglesia (en la que fueron elegidos, entre 1261 y 1281, nada menos que cinco sucesores de Pedro), que comenzó en 1268 y duró hasta 1271, cuando los viterbeses, hartos de esperar el nombramiento del sucesor de Urbano IV, cerraron (conclave, es decir, con llave) a los diecisiete cardenales electores y les mantuvieron a pan y agua hasta que eligieron a Gregorio X. Tercera, recibir personalmente del representante del Gobierno de Silvio Berlusconi, el siempre eficaz y puntual secretario de Estado Gianni Letta, las explicaciones pertinentes sobre el conflicto abierto en las relaciones Iglesia-Estado por la dimisión forzada del director del Avvenire, Dino Boffo.

Misa-en-ViterboEl Pontífice abandonó Castelgandolfo el domingo temprano (a las 8:30 h. de la mañana) en helicóptero, y una hora después llegaba a la capital de la Tuscia, donde en la escalinata del ‘palacio de los papas’ fue recibido por todas las autoridades locales y el obispo Lorenzo Chiarinelli. Menos de una hora después ya estaba en el Valle Faul, donde celebró la Eucaristía ante unas 20.000 personas que le acogieron con mucha calidez (la temperatura ambiente no era menos calurosa).

En su bella homilía, el Santo Padre invitó a los seglares a ser “testigos de Cristo” en el compromiso social y político y dijo: “El desierto más profundo es el corazón humano cuando pierde la capacidad de escuchar, de hablar, de comunicar con Dios y con los otros. Se convierte uno en ciego porque se es incapaz de ver la realidad; se cierran los oídos para no escuchar el grito que pide ayuda”.

Fieles a Jesús

En los momentos previos al rezo del Angelus, recordó también a su predecesor san León Magno, que nació en el territorio y que “rindió una gran servicio a la verdad en la caridad”, insistiendo ante los que le escuchaban en que el objetivo de su viaje era “estimularos a ser fieles a Jesús”. Después de una breve pausa –incluido el almuerzo–, el Papa visitó el santuario de santa Rosa, patrona de la ciudad (su estatua está colocada en lo alto de una torre de madera y es paseada por las calles de la ciudad por cien fornidos viterbeses). A media tarde llegó el Pontífice a la no muy distante localidad de Bagnoregio, cuya catedral visitó, pudiendo venerar las reliquias de san Buenaventura, del que destacó su “fe amiga de la inteligencia”. Del llamado doctor seraphicus, Benedicto XVI dijo que fue un “mensajero de esperanza”, un “buscador de Dios” y “cantor de la creación”. Recordó los profundos lazos que le unieron a Francisco de Asís y añadió: “Qué útil sería que también hoy se redescubriese la belleza y el valor de la creación a la luz de la bondad y de la belleza divinas. En Cristo, el universo entero, anota san Buenaventura, puede volver a ser voz que habla de Dios y nos empuja a explorar su presencia”.

Gianni-LettaAl finalizar la misa de la mañana, el secretario personal del papa, Georg Gaenswein, hizo un significativo gesto al secretario de Estado, Gianni Letta, para que saludara al Papa en la “sacristía” (instalada de espaldas al imponente altar construido ante el palacio papal). Fuera de los objetivos de los fotógrafos y de las televisiones tuvo lugar un breve diálogo –unos cinco minutos largos, según nuestro informador–, suficiente para que el Santo Padre recibiese la seguridad, por parte del Gobierno de il Cavaliere, de que no había ninguna intención ofensiva contra la Iglesia detrás de la campaña de Il Giornale contra Dino Boffo, el director del Avvenire, periódico propiedad de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI). “¿No veis mi sonrisa? –preguntó el hábil político a los informadores que le pedían explicaciones–. Yo estoy feliz, sereno. Las relaciones entre el Gobierno y la Iglesia son sólidas”.

La dimisión de Dino Boffo, de la que se venía hablando desde que el director de Il Giornale, Vittorio Feltri, desencadenó su ofensiva contra él tachándole de ‘moralista hipócrita’, se hizo pública el jueves 3 de septiembre. El periodista, en una carta dirigida al cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la CEI, presentaba la dimisión de sus cargos de director del Avvenire, de la televisión TV2000 (también propiedad del Episcopado) y de la emisora Radio Inblu. Boffo remitió una larga carta al purpurado que al día siguiente publicaron íntegramente, a pesar de su extensión, no sólo el periódico del que abando­naba el timón, sino otros como el Corriere della Sera o Il Foglio, dirigido por Giuliano Ferrara y también ligado a la familia Berlusconi.

Portada-Il-Giornale“Eminencia Reverendísima –comienza la carta–, desde hace siete días mi persona está en el centro de una tempestad de gigantescas proporciones. (…) Mi vida y la de mi familia, mis redacciones, han sido violentadas con una voluntad desa­cralizadora que no podía imaginar que existiese”. El director afirma que “contra mí se ha alzado un opaco bloque de poder”, y curiosamente se pregunta “¿por qué debo ver diseñadas geografías eclesiásticas que se enfrentarían entre sí a la sombra de este pequeño acontecimiento mío?”. “A mí, humilde hombre de provincias –continúa–, me tocó ser el director del periódico católico nacional durante quince extraordinarios años del pontificado de Juan Pablo II y de Benedicto XVI: ha sido la aventura intelectual y espiritual más exultante que me hubiera podido suceder. Un regalo tremendo, inigualable”. Asegura que ha tomado personalmente la decisión, “considerando sobre todo los intereses de mi Iglesia y de mi amadísimo país. En este gesto, mansísimo en sí mismo, de mi dimisión va incluido un grito fuerte, no me importa hasta qué punto incómodo, de rebelión: ¡ya basta!”.

Por último, para que las vacaciones papales lo sean de verdad, sus colaboradores procuran “distraerle”. Así, el 3 de septiembre, tuvo lugar en Castelgandolfo la proyección del telefilme sobre san Agustín dirigido por Christian Duguay y producido por la RAI y la televisión bávara, entre otras. “Me parece –dijo Benedicto XVI– que la película es un viaje espiritual hacia un continente espiritual muy distante de nosotros y sin embargo muy cercano a nosotros, porque hemos visto que el drama humano es siempre el mismo”.

¿QUIÉN DIRIGE LA ESTRATEGIA IGLESIA-ESTADO?

Angelo-BagnascoTarcisio-BertoneLos periódicos y en general la opinión pública italiana han dado muchas versiones sobre las verdaderas causas de la dimisión de Dino Boffo. Nadie –y menos el propio protagonista– ve una decisión amparada por el propio Berlusconi, destinada no tanto a acallar una voz incómoda –la del Avvenire lo era de un modo bastante sensato–, sino más bien a amedrentar a toda la clase periodística de este país para que no incordie demasiado al poder político.

Otros comentaristas han destacado que el incidente, y sobre todo las reacciones que provocó en las altas jerarquías de la Iglesia católica, demuestra que existen tensiones no pequeñas en su seno. “Ha acabado la era Ruini, ahora manda Bertone”, titulaba a toda página Il Foglio en su edición del lunes 7 de septiembre. Es bastante evidente que una de las cosas que está en discusión estriba en saber quién debe llevar la estrategia de las relaciones Iglesia-Estado. Mientras el cardenal Camillo Ruini fue presidente de la Conferencia Episcopal Italiana y vicario del Papa para Roma, la respuesta era muy clara: él era el máximo responsable (aunque eso provocara recelos en el secretario de Estado, entonces el cardenal Angelo Sodano). Apenas pocos meses después de ser llamado por Ratzinger a ser su primer colaborador, Tarcisio Bertone hizo pública una carta en la que reivindicaba para sí la gestión de los contactos con la clase política italiana. Más que discutir sobre el concepto abstracto, la pregunta que se hacen algunos es si el actual secretario de Estado –llamado, por otra parte, a ocuparse de tantos problemas de la Iglesia universal que el Papa le confía– tiene tiempo y capacidad para asumir también esta responsabilidad, nada fácil en los tiempos del berlusconismo. La dimisión de Boffo podría indicar que ahora no se quiere insistir mucho en las críticas a un Gobierno del que se espera que apoye iniciativas importantes para la Iglesia en el campo de la bioética o de la enseñanza, por no hablar de otros problemas como la inmigración.

apelayo@vidanueva.es

En el nº 2.674 de Vida Nueva.

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