El Episcopado desea que Chile sea “una mesa para todos”

Sebastián-Piñera(J. L. C.) Tener en “alta consideración la vocación política y colaborar con ella, de manera que recupere plenamente su confiabilidad ante la ciudadanía”. A ello pretende contribuir la reciente declaración del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile (CECh) a propósito de los comicios presidenciales y parlamentarios previstos para el próximo 13 de diciembre.

Bajo el título Amistad cívica en tiempo electoral, el presidente del Episcopado y obispo de Rancagua, Alejandro Goic, dio a conocer un texto en el que, si bien se aclara que la “Iglesia católica no se identifica con ningún partido político”, los prelados tratan de “colaborar en el discernimiento de los fieles, en el marco de su libertad de conciencia y de sus derechos y deberes ciudadanos, aportando la luz del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia”. En primer lugar, abogan por una campaña serena y respetuosa, alejada “de las palabras grandilocuentes, las promesas vacías, las ofensas personales, los tiempos perdidos en discusiones que no interesan a la gente, porque no resuelven sus problemas, y también de la corrupción del poder”. Frente a todo ello, reivindican la necesidad de “propuestas renovadas y audaces…, responsables y realistas”. “Actitudes indispensables”, como “la humildad, la transparencia y la capacidad de escucha”, harán el resto a la hora de “recuperar el realismo y el encanto de las campañas y de los proyectos”.
La austeridad debería ser, a su juicio, otro de los rasgos que presida la campaña, porque “sería una ofensa a la dignidad de los chilenos que se despilfarren recursos”. En este sentido, los pastores reclaman debates centrados en las preocupaciones de la gente, sobre todo de los más pobres. Si los políticos se unen en este empeño –confían–, “será un contundente signo que ayudará a superar las tentaciones del pesimismo y del creciente desencanto frente a la política”.

Finalmente, la declaración episcopal recuerda la oportunidad de aprovechar la proximidad del bicentenario de la independencia del país para recuperar los grandes valores de la identidad chilena, que “no pueden quedar a merced de minorías ocasionales o bulliciosas”: el apoyo a la familia y el respeto a la vida en todas sus etapas, la superación de la miseria y del desempleo, un desarrollo económico y humano que contribuya a una mayor equidad social, el acceso a una educación libre, integral y de calidad, sobre todo para los pobres, políticas de salud pública que honren la dignidad de las personas, superar el gravísimo problema de la droga… Sólo así Chile podrá iniciar una nueva etapa y ser una “mesa para todos”.

En el nº 2.674 de Vida Nueva.

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