Vicente Ferrer

Nicolás Castellanos(Nicolás Castellanos Franco– Obispo emérito de Palencia)

“Su lema deja huella imperecedera: “Yo no busco la felicidad, sino hacer felices a los demás”. Sacó de la miseria a más de dos millones de personas. Tanto amor, compasión, solidaridad no puede morir”

Hacer memoria agradecida de Vicente Ferrer, apóstol de “los intocables”, hombre universal, sin distinción de color, ideología o credo, me hace recordar aquella jornada inolvidable, al recibir, junto con Sanz Gadea y Yunus, el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Evocar a Vicente Ferrer nos lleva sólo a conferir la Vida, la Esperanza, la Solidaridad, la Ternura, la Amistad; y no la muerte. Este profeta de la vida ya está en paz, ya no sufre. Nosotros sí sufrimos su pérdida irreparable. En este momento, no seríamos justos si no diéramos gracias al Dios de la vida por Vicente Ferrer. Ha sido un regalo maravilloso para Anantapur, la India, España, la humanidad, la Compañía de Jesús, la Iglesia, para ti, querida Anna, Moncho –conservo fotos entrañables con Vicente y vosotros en Oviedo– para todos sus amigos y admiradores, que lloran su paso a la vida, al lado del totalmente otro.

Su lema deja huella imperecedera: “Yo no busco la felicidad, sino hacer felices a los demás”. Sacó de la miseria a más de dos millones de personas. Tanto amor, compasión, solidaridad no puede morir, tiene que resucitar, vivir también en la memoria, en la gratitud de todos los que sintieron su mano samaritana, el aliento de su espíritu que llegó a todo el mundo. Ése es su testamento: dejar huella en la vida, levantar esperanzas en los excluidos y desesperanzados, arriar la bandera de la justicia social, de las libertades, asumir obligaciones y defender los derechos humanos.

Vicente Ferrer, hombre de fe, encarnó el Evangelio, al identificarse, como Jesús, con los pobres más pobres. Y desde ahí despertó a manos llenas solidaridad, signo de la presencia de Dios, que suscita el milagro de devolver a los empobrecidos dignidad y vida plena. Ése es el camino, más social que religioso, que nos diseñó Jesús de Nazaret.

En el nº 2.673 de Vida Nueva.

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