José Luis Corral: “Al poder no le interesa que la gente conozca la Historia”

El novelista e historiador publica un ‘thriller’ alrededor de las apariciones de Fátima

José-Luis-Corral(Juan Carlos Rodríguez) Padre de la moderna novela histórica española, José Luis Corral (Daroca, 1957), catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza, debutó en 1996 en la ficción con El salón dorado. Cuatro años más tarde se convirtió en un best seller con El Cid. Corral, que hace unos meses publicó El Rey Felón, ficción en torno a José Bonaparte y su última entrega de la trilogía sobre la guerra de la Independencia, constata el amplio interés de los lectores por la Historia de España y cree, firmemente, que el conocimiento de la Historia nos hace ciudadanos más independientes. “Por eso al poder, al margen de su ideología, no le interesa que la gente conozca la Historia”, afirma. Pero el  investigador medievalista y el novelista histórico de éxito, ha dado el salto al thriller pseudohistórico, adentrándose ni más ni menos que en el milagro de Fátima (Ed. Marlow).

¿Usted no se detiene ante nada?

Yo sólo había escrito hasta hace un par de años ensayos de investigación histórica como especialista en Historia Medieval y una serie de novelas históricas, pero se me pasó por la cabeza escribir una serie de novelas que respondieran a lo que es el thriller contemporáneo; es decir, quería coger algunos de los enigmas de la Historia que no se pueden resolver por la vía tradicional y abordarlos de alguna manera a partir de la imaginación. Así que escribí el año pasado Fulcanelli. El dueño del secreto, con la historia de este alquimista que reveló algunos de los misterios ocultos en las catedrales. Se me ocurrió escribir su historia a raíz de un viaje a París. Conocí de cerca cómo habían sido los entresijos de la reconstrucción de Notre Dame y las leyendas que corren. Por ejemplo, la que dice que el obispo Guillermo de Auvernia dio con la piedra filosofal y la escondió allí. Con él, con Fulcanelli, inventé a dos protagonistas, dos profesores contemporáneos de la Universidad de París, David Carter y Michelle Henry, que también lo son en Fátima, el enigma de las apariciones.

Podría parecer que se ha sumado usted a la veta pararreligiosa de Dan Brown…

Yo hago todo lo contario de Dan Brown. Porque aunque estas dos últimas novelas no sean propiamente históricas, que no lo son, sí que hay una cierta documentación y un respeto histórico. Me explico. Dan Brown lo que hizo fue escribir una historia absolutamente fantástica en un mundo que pretende real pero que no lo es. Los personajes, las situaciones, las recreaciones que hace son puramente absurdas desde el punto de vista histórico. Sin embargo, aunque me invente cosas, que lo hago, intento hacerlas verosímiles, aunque no sean verdaderas. Por ejemplo, la visión del Opus Dei o la interpretación de la iconografía que se retrata en El código da Vinci son simplemente surrealistas.

¿Por qué Fátima?

José-Luis-Corral-2Lo que hago es, con mucho respeto, aproximarme al enigma de Fátima, al milagro de Fátima. Un acontecimiento extraordinario y fundamental para la Historia de Portugal, su turismo, su economía y, por supuesto, su Iglesia. La idea era responder desde el agnosticismo, desde el que no cree, qué es lo que ocurrió con las apariciones. No entro en cuestión de fe. Lo que doy es una versión propia y particular que no aspira en ningún momento a convertirse en verdad, porque no hay que olvidar que estamos hablando de novela y, en concreto, de un thriller con ambición histórica. Quiero decir, y así me gustaría insistir en ello, en que estamos en un territorio de ficción, de imaginación, de literatura; en absoluto hablamos ni de fe ni de verdad. Dicho esto, por supuesto que el lector católico se va a encontrar en esta novela un respeto máximo por lasideas, por las religiones y los sentimientos de los demás.

¿Pero por qué Fátima en concreto?

Cuando uno visita ciertos lugares le causan un impacto descomunal, del mismo modo que otros no tanto. A mí Nueva York me causa indiferencia; sin embargo, Petra o Palmira me fascinan. Pues esto mismo me pasó en Fátima. Me impactó tanto el Santuario y la nueva basílica, como el ambiente de fe, de misticismo, de creencia, de magnetismo en definitiva, que atrae a miles y miles de personas cada año en peregrinación. Aquello, ya digo, me fascinó tanto que me dije que de ahí tendría que escribir una novela.

Sin embargo, usted va mucho más allá…

La novela reúne el impacto de la aparición de un ser sobrenatural y divino, como el de la Virgen María, pero por otro lado es también el escenario en el que se desenvuelven dos personajes, dos historiadores del Arte, que tienen entre ellos una química especial. Todo ello en un contexto de la Historia de la Iglesia católica desde 1917, pero también de la Historia de Portugal y de Europa de mucho más atrás. He intentado documentarme lo mejor posible, reflejar cómo Fátima y Portugal son escenarios históricos en donde la jerarquía vaticana también juega un pulso interno.

¿Escapará alguna vez de la sombra del Cid?

No, no. Soy un hombre inquieto que nunca deja de aprender, y debo admitir que profundizar en la figura del Cid me enseñó mucho. Fue mi gran éxito editorial, pero más allá, me permitió conocer cómo ha sido una figura muy manipulada en la Historia de España. Desde todas partes. En la Guerra Civil es curioso cómo era un icono en ambos bandos, pero el retrato que se hacía de él en uno y otro no tenía nada en común. Había sido tan transformado y tan confundido que acercarme al Cid real me permitió descubrir a fondo cómo se manipula la Historia, porque en España la Historia ha sido utilizada siempre como arma política. Por ello tengo una predilección especial por su figura, tan distinta a la que me enseñaron, por ejemplo, durante mi bachillerato. Si he contribuido en algo a quitarle todo el ropaje de falsedad con mi novela y mis artículos sobre él, me doy por contento.

Usted ha dicho en alguna ocasión, sin embargo, que “los historiadores españoles se han preocupado más de justificar el presente que de explicar bien el pasado para entender el presente”.

Sí, aunque lo estamos corrigiendo poco a poco. Desde que publiqué mi primera novela en 1996 hasta el año 2000 aproximadamente, como historiador se me hizo el vacío profesional. Desde el ámbito académico no se entendía que escribiera novela, pero la novela histórica es un modo extraordinario de explicar bien el pasado. Ahora, no te miento si te digo que me llegan cientos de invitaciones a participar en todo tipo de actos y seminarios, casi siempre con la intención de que explique cómo se puede hacer ficción desde la Historia sin alterarla, aunque siempre se altera algo, indiscutiblemente. Mantengo que el historiador español ha tenido dos graves errores. Por un lado, ha estado de espalda a la gente y, por otro, no se ha preocupado de escribir bien y difundir su trabajo. Aunque ambos defectos se van superando. El auge de la novela histórica y la gran calidad de sus autores, sean o no historiadores, desde José Calvo Poyato a Chufo Llorens, de Toti Martínez de Lecea a Jesús Maeso de la Torre, ha contribuido al conocimiento y popularización de nuestra Historia. Aunque, cuidado, las novelas históricas hay que juzgarlas como ficción, no como libros de historia.

Sin embargo, actualmente vivimos en una época de desconocimiento…

Al poder en un momento determinado, al margen de su ideología o de su color, no le interesa que la gente conozca la Historia ni pueda hablar con propiedad de ella. Y es que conociendo la Historia te haces más crítico, más combativo, mejor persona, entiendes mejor el comportamiento, a veces taimado y terrible, de los seres humanos. Reflexionas sobre cómo somos por lo que hemos sido. El poder y la historia nunca han casado muy bien.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.673 de Vida Nueva.

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