Jean Benjamin Sleiman: “Los cristianos iraquíes sólo quieren ser ciudadanos”

Arzobispo de Bagdad

Jean-Benjamin-Sleiman(Miguel Ángel Malavia. Foto: Luis Medina) El arzobispo de Bagdad, Jean Benjamin Sleiman, de origen libanés, es una de las voces más autorizadas para establecer un diagnóstico sobre el drama sufrido por la comunidad cristiana en un país, Irak, en el que todos son víctimas. Una dictadura, una invasión, una guerra y el caos dirigido por atentados que sólo buscan generar miedo… demasiados focos de desdicha. Aprovechando una visita suya a Cáritas Española, anterior a los graves ataques contra los cristianos de las últimas semanas, Vida Nueva pudo hablar con este pastor comprometido.

¿Cómo valora la situación en Irak tras el progresivo abandono de las tropas de EE.UU. a partir del 30 de junio?

Creo que no ha habido muchos cambios. Seguramente continuarán los actos de violencia, pero no pienso que interrumpirán el proceso de pacificación que se ha emprendido. Es un deseo y también una constatación, pese a que exista el peligro de que los atentados puedan derruir todo lo construido.

¿Cómo era la situación de los cristianos antes del inicio de la guerra en 2003, bajo el régimen de Sadam?

Entonces sí había seguridad. Los cristianos convivían pacíficamente con el resto de la población, aunque el problema era otro. Cuando no hay libertad, cuando no puedes reflexionar, expresarte… el alma está muerta. Es una muerte interna. Tras la guerra y la caída de Sadam Hussein, todo cambió. Desde entonces, muchas minorías están sin ningún tipo de protección. El Estado quedó destruido y la sociedad no tiene una autoridad pública en la que fijarse.

¿Por qué esa persecución a una minoría como la cristiana? ¿Sólo es por causa de fe o existen otros motivos? Por ejemplo, cuando la propaganda crítica quiere identificar a los cristianos con los colaboracionistas de las tropas extranjeras, ¿en el fondo no buscan hacer creer que un cristiano no puede ser auténticamente iraquí?

Efectivamente, creo que las causas son más políticas que religiosas, que se toma la religión como un instrumento. En el fondo, todo obedece a un plan político global para modificar el mapa geográfico iraquí. Si no, objetivamente, no habría motivos para esa persecución. Incluso, puedo entender las luchas entre facciones islámicas, como chiítas y sunnitas, porque ambos luchan por el poder. Pero los cristianos y otras minorías están al margen de esas fricciones. No quieren el poder, sólo quieren ser ciudadanos iraquíes como los demás.

Guerra, anarquía, violencia

¿Cómo se ha llegado a esto?

En el régimen de Hussein había una experiencia de convivencia pacífica. El Gobierno controlaba todo y no toleraba conflictos entre facciones y confesiones, pues la seguridad era la prioridad. Tras la guerra, llegaron la anarquía y la violencia. Tampoco hay las mismas pretensiones entre las comunidades. Obviamente, los cristianos no contamos con milicias ni armas, pues, como digo, no luchamos por la conquista del poder.

Antes de 2003 había alrededor de un millón de cristianos en Irak. Hoy sólo quedan cerca de 400.000. ¿Peligra la existencia de la comunidad cristiana? ¿Estamos ante una limpieza religiosa?

Ya antes hemos conocido políticas de este tipo, en las áreas específicas controladas por fundamentalistas. Y mucho antes, también supimos todos lo que eran otras limpiezas, las étnicas… [en referencia a las matanzas de kurdos por el régimen de Hussein].

La Iglesia en Irak siempre tendrá un recuerdo especial para Paulos Faraj Rahho, arzobispo de Mosul, secuestrado y asesinado el año pasado.

Él fue un testimonio de la convivencia. Su sede en Mosul fue incluso destruida, pero él jamás abandonó su sitio. Tenía relaciones con todos, también con los fundamentalistas. Así daba testimonio de cómo buscaba la paz y la convivencia.

Usted siempre destaca la vitalidad de los cristianos. Muchos han muerto o se han exiliado, pero los que quedan siguen acudiendo a las iglesias…

Sí, eso es así. Aunque los ataques hacen mucho daño, pues buscan generar miedo. Tras cada atentado contra una iglesia, a la siguiente misa viene menos gente.

Hace unos meses, los obispos iraquíes pidieron un sínodo para Oriente Medio. ¿Sería un signo de esperanza?

Lo sería para todos. No sólo es un deseo de los obispos de la zona, sino que es una cuestión de comunión entre las comunidades cristianas para fortalecer nuestra relación, pues todos compartimos los mismos problemas.

En el nº 2.673 de Vida Nueva.

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