Pilar Díez Espelosín y Paz Pérez: “Como consagrados, necesitamos recibir evangelización”

Religiosas-en-Ruanda(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) Cuando te acercas a alguien que está al servicio de los más pobres descubres una prudencia y humildad especial. No te reprochan nada, sencillamente ofrecen… Esta semana contamos con el testimonio de dos mujeres, dos consagradas Misioneras de Jesús, María y José.  Pilar Díez Espelosín y Paz Pérez. Dos mujeres bregadas, nada ingenuas, pero todavía creen en todos y en todo. Están en Butare, en el corazón de Ruanda, y este agosto participaron en el Capítulo General que su Congregación celebró en Madrid.

La conversación es ágil. Se agolpan las palabras y las emociones. Paz y Pilar van respondiendo lo que tienen en el corazón: mucho amor. Las acompaña Guadance, misionera ruandesa que aprendió a serlo con ellas.

¿Qué os ha regalado Ruanda en este tiempo?

Todo. Lo que hoy soy como mujer y consagrada lo he descubierto allí. La gente, en su sencillez, tiene mucho Evangelio, porque éste nace en lo sencillo, en los sentimientos puros. Nuestra consagración ha encontrado claridad y sentido ante la necesidad.

Pilar, después de aquel eco mediático de tu persona con motivo del genocidio de Ruanda, ¿qué te llevó a volver?

Vine a España después de aquellos terribles acontecimientos del año 94. No ha concluido la violencia ni la injusticia. No estamos hablando de una sociedad reconciliada. Pero mi sitio está allí, lo entendí enseguida. Vine, os conté lo que viví y recibí mucha solidaridad… Aquél es mi sitio; no estoy allí para contar lo que veo, sino para disfrutar lo que vivo: lo bueno y lo malo con mi gente de Ruanda.

¿Cómo es Butare? ¿Estáis y trabajáis en esa ciudad con más consagrados?

Butare es una gran ciudad. Allí estamos 42 congregaciones religiosas. Muchas de ellas apoyadas por sus comunidades de aquí de España. Es el mejor ejemplo de la fuerza misionera de la vida consagrada: unos allí y otros aquí, apoyando silenciosa y abnegadamente. Nunca sabe uno qué es más necesario. Desde luego, aquéllo no se daría sin el apoyo de aquí.

La vinculación entre congregaciones se da en tareas de misión y apostolado, y también en la formación. Hay un Instituto Superior de Ciencias Religiosas en el que todas las congregaciones nos sentimos implicadas y todos nuestros formandos pasan por él. En Ruanda, la misión compartida no es un horizonte: es desde donde vivimos la misión.

Habéis sido testigos de mucha violencia, de situaciones terribles, incluso dentro de la Iglesia. ¿Ha rebajado eso vuestra esperanza?

(Se produce un silencio notable) Evidentemente no te quedas igual… La violencia y el mal te dejan sin palabras… No te dejan sin misión. Pero no puedes recrear la dificultad porque, si no, no la superas. Lo que hemos visto y vivido nos lleva a creer que la fuerza sólo la tiene Dios y que el anuncio del Evangelio, ante todo, tiene que ser reconciliación y verdad a raudales…

Como evangelizadoras, lo más gratificante es el servicio de acompañamiento que estamos haciendo en la cárcel. Imagínate qué cárcel. Allí, más que muchas palabras, lo que hacemos es garantizar medio litro de leche diario a todos los que podemos… Algunos son sacerdotes y consagrados.

“Cómo no voy a tener esperanza” –nos dice Paz, y despliega unos papelitos diminutos en su mano–. Éstos son mis tesoros… cartas mínimas en las que estos pobres de la humanidad, en el ambiente pobre de la cárcel, le expresan la gratitud por la vida y por lo que ellas representan…

¿Cómo es el anuncio y la catequesis?

Vital, vibrante… sorprendente. Al ritmo de una vida que está en constante ebullición. Cualquier signo es definitivo… claro, cualquier “antisigno”, también. Se asocia la presencia de Dios con signos palpables… Una niñita de nuestra misión aprendió a comunicarse con Dios en la capilla, que está hecha de cemento… Ahora, cuando vamos a cualquier lugar donde ve cemento, inmediatamente se arrodilla. Es un pueblo sorprendente y sincero.

Para acabar, ¿qué nos decís de la fluidez vocacional?

Existe una buena respuesta vocacional. Las casas de formación tienen vigor. Aunque también hay, desgraciadamente, muchas deserciones… Poco a poco, la formación se ha ido cualificando y encarnando. La vida consagrada tiene que hacer su relectura particular en el contexto y la pe- culiaridad africana. Aunque llevamos tantos años allí, y respiramos como africanas, todavía somos muy europeas en nuestros criterios.

MIRADA CON LUPA

La gran transformación que realiza la vida consagrada nace en los gestos pequeños. Acompañamiento en la soledad de una cárcel, alimento en la necesidad más dura, la presencia cuando la dificultad invita a marchar… la verdad como criterio de vida. En tantos rincones de nuestro mundo están hombres y mujeres por puro amor. Esto no es un titular, es el misterio de lo escondido donde Dios quiere hacerse palpable. La vida consagrada está descubriendo, en este tiempo, que su mejor arma es la profunda humanidad. Y esa misión no se acaba.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.673 de Vida Nueva.

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