Los obispos piden a Obama que su plan sanitario proteja la vida

La reforma que plantea el Gobierno de EE.UU., que ha generado críticas, pretende un sistema de salud universal

Obama-reforma-sanitaria(Victoria Lara) Una vez más, todo apunta a que no será posible realizar una reforma del sistema sanitario en los Estados Unidos que permita que todos los ciudadanos tengan acceso a este servicio. El presidente Barack Obama, al igual que en su día hicieron Roosevelt, Truman o Clinton, trata de sacar adelante antes de que acabe el año 2009 una reforma sanitaria con dos premisas fundamentales: extender la cobertura de salud a los 46 millones de estadounidenses que no cuentan con seguro médico y reducir significativamente los costes del sector. Sin embargo, la propuesta se ha topado con la oposición de múltiples grupos, entre ellos, algunas voces de su propio partido, a las que se unen las del Partido Republicano, las compañías de seguros, las empresas farmacéuticas, los hospitales privados y muchos ciudadanos. Incluso la Iglesia católica, que está de acuerdo en el concepto de que toda la población tenga acceso al sistema sanitario, teme que la reforma pueda modificar las actuales restricciones que impiden la financiación federal del aborto.

La Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) ha mostrado su apoyo a un sistema sanitario universal, como se demuestra en la carta que remitió el pasado 21 de julio William F. Murphy, obispo de Rockville Centre y presidente de la Comisión de Justicia y Desarrollo Humano de la USCCB, al Congreso, en la que recordó que la reforma sanitaria ha sido una reivindicación de los prelados durante décadas, por lo que pidió que el nuevo sistema del Gobierno sea “verdaderamente universal” y “realmente asequible”. En cuanto al respeto a la vida humana, el obispo insistió en que ningún plan sanitario debería “obligar a otros a pagar por la destrucción de la vida humana, ya sea a través de fondos del Gobierno o de la cobertura obligatoria del aborto”.

Los argumentos, en Internet

En la misma línea, el cardenal Justin Rigali, jefe del Comité de Actividades Pro-Vida de la USCCB, envió otra carta a los parlamentarios estadounidenses, con fecha 11 de agosto, en la que les instó a  mantener las antiguas políticas federales que impiden que el Gobierno promueva el aborto y que respetan la libertad de conciencia. Esta carta se incluye en una página web que ha lanzado la USCCB,  www.usccb.org/healthcare, para dar a conocer su propuesta de “una política de salud verdaderamente universal que respete la vida humana y la dignidad”. El sitio incluye también vídeos, datos y estadísticas, respuestas a preguntas frecuentes y enlaces para contactar con los miembros del Congreso.

El propio Obama ha asegurado que la reforma no prevé la financiación federal para el aborto y ha condenado “los ataques divisivos y engañosos” que está recibiendo su plan, incluyendo el “absurdo” de que “estableceremos algo así como unos ‘paneles de la muerte’ que deciden si la gente anciana vive o muere”. “Es una gran mentira –aseguró–, se trata de una provisión en la legislación del Gobierno, según la cual se reembolsaría a los pacientes una cantidad para los gastos de una consulta voluntaria con su doctor si están preparando un testamento vital o para abordar otras decisiones sobre el final de su vida”.

Estas declaraciones las realizó el presidente Obama durante su participación en una teleconferencia nacional, Cuarenta minutos para la reforma sanitaria, que tuvo lugar el 19 de agosto, organizada por una coalición de organizaciones interreligiosas y en la que participaron unas 140.000 personas de todo el país, muchas de ellas líderes religiosos.

Volviendo al resto de sectores de la sociedad estadounidense, parte de las críticas que ha recibido el plan se refieren a su financiación, pues actualmente, a pesar de que sólo existen dos programas sanitarios públicos que garantizan la cobertura de los pobres y los ancianos (Medicaid y Medicare), el país gasta en salud 2,4 billones de dólares anuales –más que cualquier otro país del mundo–, lo que representa un 18% de su Producto Interior Bruto (PIB). Obama ya ha anunciado que el nuevo sistema no añadiría déficit a las arcas del Estado y que su intención es gravar sólo el patrimonio de aquellas familias que tengan ingresos anuales superiores al millón de dólares.

También existe oposición ante la posibilidad de incorporar un seguro público de salud financiado por el Estado que pueda competir con los privados. Entre los ciudadanos, el principal temor reside en que la reforma pueda hacer precarios sus propios planes de salud.

En el nº 2.672 de Vida Nueva.

Compartir