El Papa saluda a los abuelos, “depositarios de los valores”

Todavía escayolado, Benedicto XVI celebra en Aosta el noveno centenario de la muerte de san Anselmo

papa-aosta-1(Antonio Pelayo) Por un elemental deber de honestidad hacia mis lectores, quiero aclarar que esta crónica, a diferencia de las anteriores, no está escrita desde Roma, sino desde España. Hoy, la evolución de los medios de comunicación nos permite seguir los acontecimientos aun lejanos como si estuviéramos al lado, y así he podido controlar la evolución del “infortunio” que ha modificado las vacaciones de Benedicto XVI casi igual que si me hubiese encontrado en Les Combes, en el Valle de Aosta, contemplando las soberanas cumbres de los Alpes y del Mont Blanc que el Papa divisa desde los ventanales de su chalet de montaña. Como era previsible, el programa veraniego del Pontífice ha experimentado pocos cambios: el viernes 24 de julio por la tarde, Benedicto XVI abandonó por unas horas su refugio alpino y descendió al valle, a la capital, Aosta, para celebrar las vísperas en su histórica catedral.

Poco antes de llegar a la Puerta de Augusto –imponente monumento romano de época imperial–, el Santo Padre, siempre en compañía de su secretario y “ángel custodio” monseñor Gänswein, tomó asiento en un jeep descubierto, a bordo del cual recorrió las calles centrales de la ciudad. A su llegada a la catedral fue saludado por el obispo diocesano, monseñor Giuseppe Anfossi; por el presidente de la región autónoma, Augusto Rollandin; el alcalde, Guido Grimod, y otras autoridades. Dentro del templo le esperaban el cabildo y unas quinientas personas que le acogieron con un caluroso aplauso.

El motivo de esta celebración era recordar el noveno centenario de la muerte de san Anselmo, quien antes de convertirse en arzobispo de Canterbury y doctor de la Iglesia, vivió hasta los 23 años de edad en Aosta y visitó en numerosas ocasiones la catedral, que ha sido magníficamente restaurada para esta ocasión. En su homilía, sin embargo, el Papa se centró en la “prioridad que Dios debe ocupar tanto en nuestra vida personal como en la vida de la historia, de la sociedad, del mundo. (…) Si Dios falta, si se prescinde de Dios, si Dios está ausente falta la brújula para mostrar el conjunto de todas las relaciones, para encontrar el camino, la orientación para andar”.

En otro momento de su bella meditación, Ratzinger se plantea el problema de por qué era necesario que Cristo sufriese para salvar al mundo. “Era necesario –respondió– porque en el mundo existe un océano de mal, de injusticia, de odio, de violencia y las numerosas víctimas del odio y de la violencia tienen derecho a que se haga justicia. Dios no puede ignorar este grito de los que sufren, de los que están oprimidos por la injusticia. Perdonar no es ignorar, sino transformar, es decir, Dios tiene que entrar en este mundo y oponer al océano de injusticia un océano más grande de bien y de amor. Esto es el acontecimiento de la cruz: desde ese momento, contra el océano de la injusticia existe un río infinito y por eso más grande que todas las injusticias del mundo, un río de bondad, de verdad, de amor. Sí, Dios perdona transformando el mundo y entrando en nuestro mundo para que haya realmente una fuerza, un río, un bien mayor que todo el mal que pueda existir”. Antes de concluir sus palabras, citó al jesuita francés Pierre Teilhard de Chardin: “Al final tendremos una verdadera liturgia cósmica donde el cosmos se convertirá en una hostia viviente”.papa-aosta-2

Al abandonar la catedral, una fina lluvia caía sobre la ciudad, pero no desanimó a los numerosos fieles que querían saludar al Papa: “Os deseo a todos –les dijo- buen tiempo y buenas vacaciones. Yo también estoy de vacaciones, pero deseo que no sufráis ningún accidente como yo”.

Los médicos, como es fácil imaginar, no dejan de seguir a su ilustre paciente. El sábado 25, el doctor personal del Papa, Patrizio Polisca; el doctor Mancini, que fue quien realizó la intervención; y el doctor Franco Berti le sometieron a un chequeo que duró media hora. “La visita –dijo después el padre Federico Lombardi– ha dado óptimos resultados. El control clínico ha mostrado que evoluciona favorablemente, como estaba previsto”. A pesar de todo, Ratzinger seguirá con su brazo derecho escayolado hasta la mitad de agosto.

Caluroso saludo

El domingo 26 de julio, una festiva multitud se concentró en el prado que rodea la residencia alpina de Les Combes. Hasta allí se desplazaron varios centenares de habitantes de la zona, numerosos religiosos y religiosas, scouts, miembros de movimientos como Comunión y Liberación o la Comunidad de San Egidio (ambos con pancartas de notables proporciones) y autoridades varias. Entre los religiosos destacaba el cardenal Severino Poletto, arzobispo de Turín.

El Papa apareció poco antes de las 12, sonriente y comunicativo. “Doy gracias a Dios por estas jornadas marcadas por el reposo, a pesar del pequeño infortunio que bien conocéis y que es bien visible”, dijo al inicio de su alocución, levantando su brazo derecho para que todos pudieran ver la escayola.

Siendo la festividad litúrgica de san Joaquín y santa Ana, padres de la Virgen María, Benedicto XVI quiso hacer una mención especial a los abuelos, “que –subrayó– en la familia son los depositarios y con frecuencia los testigos de los valores fundamentales de la vida”. En medio de los aplausos de la multitud, de la que formaban parte personas de edad avanzada, el Pontífice continuó reafirmando el importante papel educativo de los abuelos, “sobre todo cuando por diversas razones los padres no son capaces de asegurar una adecuada presencia junto a sus hijos cuando éstos están creciendo”.

Después del rezo del Angelus, no faltaron los saludos en las diversas lenguas. A los habitantes del Valle de Aosta el Pontífice les quiso dedicar unas breves palabras en su dialecto local: “Ze si fran content d’itri inquie avui vo” (“Estoy de verdad muy contento de encontrarme en medio de vosotros”). Poco antes de la una, Benedicto XVI pudo retirarse después de haber bendecido a la multitud con la mano derecha escayolada y de haber saludado –con la izquierda– a la inevitable lista de personalidades presentes.

A PROPÓSITO DE LUMEN DEI

El 18 de junio, el Tribunal de la Signatura Apostólica hizo público un decreto con el que ponía punto final al contencioso abierto por el padre Daniel Zavala –en nombre de la asociación Lumen Dei– sobre el nombramiento en su día de monseñor Fernando Sebastián, arzobispo emérito de Pamplona, como comisario pontificio de la citada asociación de fieles. Los jueces declaran “de manera inapelable” lo siguiente: que “tiene que ser rechazado y es rechazado porque carece de fundamento” el recurso planteado por el padre Zavala y, en conclusión, que el nombramiento que hizo la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada del arzobispo español era perfectamente legítimo e inatacable desde el punto de vista jurídico.

No es la primera vez que la Signatura Apostólica ha tenido que pronunciarse sobre Lumen Dei, comisariada por decisión vaticana, y siempre lo ha hecho legitimando el nombramiento de monseñor Sebastián, que tuvo, sin embargo, que presentarse en más de una ocasión ante los tribunales civiles españoles para defenderse de la acusación de ser “un intruso y enajenador de su patrimonio” que le hacían los insumisos dirigentes de la asociación fundada hace años por el jesuita padre Molina. Como ya informamos en su día, la Santa Sede decidió aceptar la renuncia de monseñor Sebastián a tan compleja misión y ha nombrado para la misma al obispo de Huesca y de Jaca, monseñor Jesús Sanz.

apelayo@vidanueva.es

En el nº 2.671 de Vida Nueva.

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