Cuba y España dan el último adiós al misionero asesinado

Funerales por Mariano Arroyo en La Habana y en Cantabria 

Funeral-Mariano-Arroyo(Araceli Cantero Guibert- Miami) El sacerdote Mariano Arroyo Merino, asesinado en el Santuario de Regla el 13 de julio, recibió en Cuba y en España el homenaje de centenares de personas que se congregaron el viernes 17 en la catedral de La Habana y, el domingo 19, en la parroquia de San Martín de Cabezón de la Sal (Cantabria). Los restos del misionero, suscriptor de Vida Nueva, habían llegado a su pueblo natal el sábado 18 acompañados por el y amigo Isidro Hoyos, que también trabaja en La Habana.

En el funeral en tierras españolas, el obispo de Santander, Vicente Jiménez Zamora, se unió “en el dolor humano, en la oración cristiana y en la esperanza de la resurrección” a toda la familia del fallecido, a su localidad de origen, a la archidiócesis de Madrid en la que estaba incardinado y a la archidiócesis de San Cristóbal de La Habana, donde ejercía su ministerio. “Le han arrebatado la vida en circunstancias dramáticas a este buen sacerdote, misionero de corazón y de obras, entregado al servicio del Evangelio y a la causa de los más pobres, débiles y necesitados, que ha dejado una huella de bondad y de evangelio en todos los que le han conocido”, recordó el prelado.

Dos días antes, en la catedral de La Habana, el pueblo llenó el templo horas antes de que llegara el cadáver del religioso. “Unas 700 personas oraron ante el féretro. No hubo tiempo para más”, explicó a través de correo electrónico Rolando Suárez, que ayudó a mantener el orden durante el acto litúrgico, presidido por el cardenal Jaime Ortega Alamino, arzobispo de La Habana, y cinco obispos. Suárez pudo contar unos 80 sacerdotes, diez diáconos y unas 2.000 personas. “Todos con grandes manifestaciones de duelo, oración y silencio absoluto”, desvela.

En la homilía, el cardenal expresó su rechazo a informaciones de la prensa internacional que habían buscado “una significación antirreligiosa y aun antiespañola, con matices políticos al asesinato del P. Arroyo”. Y añadió: “No se juzgan los sentimientos de un pueblo a partir de la actuación de unos delincuentes, vulgares criminales de la peor especie que, desgraciadamente, existen en todas partes”. 

Detenido el presunto autor

Sus palabras se hicieron eco de las declaraciones realizadas por el vocero de la arquidiócesis el día antes, confirmando que las autoridades habían apresado al presunto autor del crimen y obtenido una confesión. En ningún momento la Iglesia o las autoridades han identificado al presunto asesino, pero fuentes no oficiales apuntan hacia el custodio del Santuario, que al parecer quiso robar la caja fuerte. El caso está pendiente de juicio, al igual que el del asesinato –también en La Habana, hace cinco meses– de otro sacerdote, Eduardo de la Fuente, español y amigo de Mariano Arroyo, y del que también hay un presunto autor. El cardenal Ortega negó toda vinculación entre ambos casos y reiteró “los sentimientos de afecto (del pueblo) a los sacerdotes cubanos o misioneros de tantos países que entregan su vida al Señor para evangelizar en Cuba”. 

Al terminar la Eucaristía, varios sacerdotes acompañaron al féretro hasta las puertas de la catedral, donde “todo el pueblo comenzó a aplaudir, los sacerdotes lo alzaron en hombros y los aplausos fueron más intensos, y ya no cesaron por un rato mientras obispos, sacerdotes, religiosas y fieles acompañaron al cortejo hasta donde aguardaba el coche fúnebre,” describe Rolando Sabín, que asistió al funeral. Era “la manera de decir adiós al querido sacerdote español que vino a compartir con nosotros a Cristo”.

En el nº 2.670 de Vida Nueva.

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