Pilar cambia de vida

pilar-perez(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) Reconozco nada más comenzar que el título es incorrecto. Me arriesgo, porque así te animas a leerlo. En una página dedicada a la vida consagrada, el nombre de una mujer que cambia de vida, cuando menos, “choca”. Todavía algunos piensan que los consagrados, o no cambiamos nunca, o si lo hacemos, apenas es perceptible. La realidad es muy diferente. Pero volvamos a Pilar

corazonistas-2Nuestra hermana está a punto de “cambiar de vida”. Se llama Pilar Pérez-Serrano. Los últimos doce años de su vida los ha dedicado al gobierno de su congregación. Es la Superiora General de las Hermanas de la Caridad del Sagrado Corazón de Jesús o Hermanas Corazonistas, que así se llama su familia. Y aquí aparece otra incorrección. Pilar está a punto de dejar este servicio. No puede ser reelegida una vez más. Nuestras páginas suelen prodigarse más en los que comienzan que en los que concluyen. Es igual. Pilar ha hecho un trabajo sereno, humano y fecundo… por eso, aunque “cambie de vida”, su vida es ya digna de unos minutos de lectura y, espero, de gratitud. 

He podido acercarme al Capítulo General que estos días celebran en Miraflores de la Sierra (Madrid). No quiero abundar mucho en el Capítulo porque son innumerables las congregaciones y órdenes que en estas fechas están celebrándolo o van a celebrarlo. De éste, sólo insinuar que llegan con los deberes bien hechos: un buen trabajo precapitular en todas las comunidades con la participación de cada hermana, unos cuantos días de ejercicios para que el Espíritu despeje toda polilla de interés personal o, nunca mejor dicho, falta de espíritu; una jornada de actualización teológica de la vida consagrada; buena representación multicultural de la congregación… ingredientes que, para mí, que lo he visto, me indican que estas hermanas saben dónde están, lo que quieren y lo que pueden. Todo un éxito de presente y futuro.

Serenidad y fe

Por el corazón de Pilar están pasando, como en una película, muchas personas, sensaciones, distintas escenas… todo tiene un común denominador: serenidad y fe en las personas. Confía en la vida consagrada, es una mujer preparada que sabe leer los signos del Reino para hoy y ve más allá de apariencias de la debilidad… Todo lo puede en Cristo. Casi nada. 

corazonistasHa gobernado con paz y cercanía una pequeña familia, en la Iglesia, de poco más de trescientas religiosas. Están presentes en nuestro país, América y África… Se comprueba en los rostros de las capitulares. Porque en esta etapa de gobierno, la Congregación es mayoritariamente de otro color y otro idioma.

Pilar, que está en esa edad madura, tan representativa de la vida consagrada española, mantiene una mirada absolutamente joven. Por eso es capaz de intuir el futuro y persuadir a sus hermanas para hacerlo realidad.

Está contenta. Ha sabido asumir el cargo y va a saber dejarlo. Evidentemente, no cambia de vida, pero cambia el servicio que en su congregación va a prestar. Como mujer de Dios tiene visión; sabe que la misión de su familia es la caridad, y así lo ha impulsado: niños abandonados para los que saben ser familia, educación, sanidad… tantas tareas en las que consiguen imprimir el tono de Misión… porque hacen lo mismo que muchos, pero “no es lo mismo”. 

corazonistas-3Pilar tiene grande el corazón. En la apertura del capítulo hace mención de todas las hermanas -porque para todas sueña un renacer en la esperanza– y, además, deja claro que sólo es una familia en la Iglesia, una más, pero como Isabel Larrañaga, la fundadora de las Hermanas de la Caridad del Sagrado Corazón de Jesús, una familia de mujeres que se saben llamadas a querer y curar con amor toda miseria humana…

Aparentemente, Pilar Pérez-Serrano cambia de vida, pero sólo aparentemente. Tiene autoridad moral y sabe que no es mérito suyo. Como ella hay muchas mujeres en la vida consagrada que cuando oyen comentarios negativos sobre los consagrados o su edad, sus hábitos y costumbres, sus números, debilidades, o, incluso, su final… callan, sonríen y crecen. Sin defenderse hacen Iglesia.

MIRADA CON LUPA

En la vida consagrada, la autoridad es temporal. Hay que tener la misma libertad para asumirla que para dejarla. Felizmente, quien gobierna, sabe que, ante todo, está llamado a obedecer. Pasar todos por las “mieles” del gobierno purifica y humaniza. Ser congregación es ser familia y aceptar el discernimiento de la fraternidad. Es grande el misterio de la igualdad en la diversidad. Hay personas que tienen autoridad moral, tengan cargos o no. Esas son muy necesarias… son imprescindibles. La vida consagrada está reestructurándose y necesita pocos signos de autoridad y mucho testimonio de quien cree, empuja y anima… Y eso no se improvisa. Se tiene o no.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.669 de Vida Nueva.

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