San Egidio inaugura una ‘Casa de Paz y Diálogo’ en Cuba

El nuevo local está ubicado en La Habana, donde la Comunidad está presente desde hace más de 15 años

inauguracion-san-egidio(Paola Cortellessa– La Habana) El pasado 5 junio, la Comunidad de San Egidio inauguraba en el centro histórico de La Habana, la Casa de Paz y Diálogo, que servirá como sede en la isla para la Comunidad. En el acto de inauguración estuvieron presentes Andrea Riccardi, fundador del movimiento, el cardenal Jaime Ortega Alamino, arzobispo de La Habana, Eusebio Leal, historiador de la ciudad, Caridad Diego, directora de la Oficina de Asuntos Religiosos del Comité Central, algunos embajadores y otros representantes de las autoridades civiles y religiosas de La Habana, además de numerosos amigos.

Desde 1992, la obra de la Comunidad se ha hecho visible en Cuba gracias al compromiso inicial de un grupo de estudiantes universitarios que empezó a reunirse para rezar y empeñarse en favor de los más pobres en La Habana y Pinar del Río, extendiéndose, especialmente después de la visita del Santo Padre Juan Pablo II en 1998, a otras diócesis cubanas como Cienfuegos, Ciego de Avila, Holguín y Santiago de Cuba.

La inauguración del nuevo local en la zona más antigua de La Habana es un signo de la presencia cada vez más significativa de la Comunidad en medio de la gente. El trabajo social, las actividades culturales y la formación espiritual de muchos jóvenes cubanos han hecho de San Egidio un movimiento vivo dentro de la Iglesia católica, pero también un sujeto reconocido por las autoridades civiles. Las numerosas colaboraciones con tantos en las actividades sociales, han dado lugar a un original modelo de solidaridad hacia las personas más necesitadas: ancianos, discapacitados, personas sin hogar y niños.

El Dr. Rolando Garrido, responsable de la Comunidad en Cuba, explicó durante la inauguración que se trataba de un día inolvidable para toda Cuba: “El diálogo -subrayó en su intervención- nace del mandamiento evangélico del amor: un diálogo inteligente, diálogo de la cultura, de la amistad, del servicio, de la gratuidad. Por esto, los hombres y las mujeres, los laicos, los cristianos que viven en esta casa, deben ser sujetos responsables ante nuestra ciudad, ante Cuba, ante el mundo, ante nuestra Iglesia. Desde esta perspectiva afrontamos nuestro trabajo, fuertes en nuestras convicciones y sostenidos en el arte de encontrar y amar a todos”.

Presencia consolidada

Para Andrea Riccardi la nueva casa es el signo de las raíces de San Egidio, presente en Cuba desde hace ya más de 15 años. El fundador de la Comunidad afirmó también que “esta nueva presencia se inserta en la estructura antigua de La Habana, porque el centro histórico representa hoy una ventana al mundo”.

Esta casa -prosiguió- es el signo del enraizamiento de San Egidio en Cuba, un país importante para nuestra Comunidad, que vive en muchas partes del mundo. La realización de esta casa es el signo de la amistad profunda de la Comunidad de San Egidio con Cuba y con su pueblo. Abrirla en este tiempo de crisis quiere manifestar la firme voluntad de aportar nuestra modesta pero convencida contribución a un espíritu más fuerte y generoso, a una vida mejor en este extraordinario país”.

inauguracion-s-egidio-2En esta primera casa de la Comunidad de San Egidio en Cuba se manifiesta el rostro del movimiento: se trata de una presencia concreta, hecha de muchos hilos de amistad y de diálogo que se han tejido durante más de 15 años con muchas realidades de la isla. Una Comunidad de San Egidio cubana, con los rasgos de este rostro lleno de colores, encrucijada de numerosas culturas. Una Comunidad que hoy ha crecido, formada por varias generaciones, por gente del oriente y del occidente, jóvenes y más adultos, con las características alegres de este país. Ciertamente, no son pocas las personas en dificultad que, también aquí en La Habana, encontraron en San Egidio un lugar de esperanza. A lo largo de todo el mundo, como en Cuba, la gente de San Egidio, a través de la solidaridad con el más débil, ha aprendido a amar aún más a su país. De hecho, la solidaridad con los más débiles es una forma auténtica de amar al propio país.

Pero, ¿de dónde viene el espíritu de San Egidio? En el lejano 1968, mientras muchos tenían sueños de cambio y buscaban caminos nuevos para el futuro, Andrea Riccardi, en aquel entonces joven estudiante de Secundaria, encontró en el libro del Evangelio una orientación profunda para construir un mundo nuevo. Intuyó que ese mundo empezaba, antes que nada, por el intento de cambiarse uno mismo.

El espíritu de San Egidio se alimenta de la página del Evangelio. De esta forma, la Comunidad ha caminado durante más de 40 años escuchando la Palabra de Dios, cerca de los pobres, por las calles del mundo.

Es cierto, después el mundo ha cambiado mucho; podríamos decir que hoy el mundo es un mercado global, todo se compra y todo se vende, y, sobre todo, la crisis financiera afecta a la economía de muchos países. 

Sin fronteras

San Egidio quiere ser un testimonio de gratuidad en un mundo donde todo se vende y se compra: la gratuidad es el móvil que empuja a sus voluntarios, que trabajan en muchas partes del mundo.

Hoy existe en 70 países, y de una fe vivida emergen grandes ideales: entre ellos, la cooperación entre los pueblos, el diálogo entre las culturas y las religiones, el trabajo por la paz, la solidaridad con quienes sufren la pobreza. Son algunos elementos de un humanismo sincero, que quiere proponer a muchos trabajar para mejorar el mundo.

inauguracion-s-egidio-3Es la primera característica de San Egidio: ser cristianos quiere decir acoger la invitación a “no vivir ya para uno mismo”. Laicos, gente común, pero llamados a vivir la grandeza de un sueño. Y la escucha del Evangelio permitió que muchos ideales no se olvidaran, al tiempo que una espiritualidad vivida cada día engendra una esperanza que no envejece. 

Un segundo rasgo es el amor hacia los más débiles: los pobres. Hoy la Comunidad de San Egidio pide a todos que vivan la solidaridad: nadie es tan pobre como para no poder ayudar a otro. Esto se convierte en una actitud humana de apertura y participación responsable, que realiza esa palabra preciosa de Jesús, que dice: “Mayor felicidad hay en dar que en recibir”. El desarrollo de la Comunidad en África es una muestra evidente de esto, donde San Egidio está llevando adelante un gran programa de terapia del sida con el nombre de DREAM (sueño).

Un tercer rasgo del rostro de San Egidio es la paz, el diálogo y la amistad. Juan Pablo II hablaba de la “globalización del amor”. Hoy vive en todos los continentes y cada Comunidad está formada por personas que han nacido y viven en los diferentes países.

Es una Comunidad sin fronteras que, a la vez, toma muy en serio la diversidad entre los pueblos. La gente de San Egidio vive una dimensión de apertura, o, más bien, de amistad, por encima de las fronteras. En San Egidio se vive la solidaridad frente a la guerra en África, al doliente Kivu en Congo, donde viven algunas Comunidades de San Egidio. Hay que recordar, entre otras realizaciones, el trabajo de la Comunidad en Mozambique, donde después de dos largos años de negociaciones, este pueblo, agotado por 16 años de guerra y un millón de muertos, pudo encontrar por fín la paz en 1992.

En Centroamérica, en 2001, se trabajó para la reconstrucción de casas después del terremoto de San Salvador. Y este año, la Comunidad envió ayudas para manifestar su solidaridad con la zona occidental de Cuba, afectada por el huracán.

Si el mundo se globaliza, San Egidio quiere globalizar al amor y al diálogo, construyendo puentes de paz y comunicando, más allá de toda frontera, un humanismo abierto a todos. 

En el nº 2.668 de Vida Nueva.

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