Jóvenes que se comprometen para siempre…

profesion-permanente(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) Conmueve pronunciarla. “Siempre” es una palabra difícil. Algo así como esos términos imposibles que, merced a la aldea global, nos han llegado de la manera más sutil y ya forman parte de nuestro bagaje de consagrados informados… Pero a diferencia de éstos, “siempre”, produce respeto. Se sabe lo que significa, pero apenas quiere verbalizarse. Hoy, casi nada es para siempre. Cuando Antonio Mª Claret era un adolescente, en la lejana primera mitad del siglo XIX, pensar en la palabra “siempre” le daba fuerza, era una impresión poderosa para atreverse en el seguimiento de Jesús. ¡Cómo han cambiado las cosas! ¿Qué puede haber tan grande en nuestros días que sea para siempre?

Cuando llegue este artículo a tus manos, 45 jóvenes estarán trabajando su “para siempre”. Están en Colmenar Viejo. Son jóvenes de 26 congregaciones, 23 países y 5 continentes… porque ése sí es un rasgo de la pertenencia a la “aldea global” de la vida consagrada: la multiculturalidad.

Opción osada

Casi es una propuesta anacrónica, pensarán algunos… Lo que es evidente es que se trata de una opción contracultural y osada. Son jóvenes de aquí y de ahora. Y quieren dedicar su vida a la causa de Jesús. Quieren que sea para siempre y están preparando su Profesión Perpetua. Conocen la realidad, como los jóvenes de quienes son contemporáneos, pero quieren que su amor -que eso es la consagración- sea para siempre. 

Estos jóvenes conocen el término “fruspiro“, que en la academia del “botellón” significa: suspiro ahogado que se produce al bañarse con agua helada… Ellos prefieren hablar de la sorpresa de un Dios que va más allá de los cálculos. Para impresión fuerte, dejarte hacer y guiar por un Dios que siempre va a lo profundo.

También conocen “feliztupidez“, que no llega a “flapigozo“, pero casi, y en el lenguaje coloquial de los jóvenes viene a significar estar demasiado contento y no se sabe la causa de ese estado. Ellos saben dónde está su alegría y, además, que nada se la puede quitar. 

Seguramente han oído hablar de “pinochada“, que dicen que es una mentira que cada vez es mayor, y por eso buscan la verdad de la vida… aunque cueste, o “tiren de ti mil cosas”. Ante las promesas de felicidad efímeras, nada tan real como plantearse la vida para darla.

No son jóvenes engañados o que no conozcan la vida… Tomarse la existencia desde la Palabra no es una broma y exige valentía… Por eso relativizan esos sentimientos de “japisteza” -sentimiento de tristeza y alegría a la vez y sin sentido-, o lo que otros denominan “tristesinra“, que casi se entiende.

Búsqueda de la vida

No hace mucho, un universitario de un colegio mayor decía tener tal lumpereza -pereza que da trabajar los lunes- que sólo se le quitaba el jueves, con la “noche universitaria”. Estos jóvenes preparándose para la Profesión Perpetua nos indican que ser joven no es tener pereza: es arriesgarse. No se improvisa. Llevan tiempo de preparación y de búsqueda. Llevan consigo un equipaje de experiencias y de vida. Por fin, quieren hacerlo público.

Frente a la búsqueda mecánica que ofrece el “verbo gogliar“, estos jóvenes nos hablan de la búsqueda de la vida, que ofrece el seguimiento. Fuentes más densas que los resultados de un buscador, fuentes más reales que te devuelven a la fraternidad.

No son jóvenes de otra pasta. Son hombres y mujeres del siglo XXI, y para transparentar a Cristo, en él se consagran para siempre. Hasta hoy han estado acompañados, porque la mejor enseñanza es la convivencia con personas enamoradas de la Verdad.

Ellos vienen de generaciones únicas. Son casi una “especie protegida”, pero se comprometen convencidos de que no cierran etapa, sino que abren puerta… Como recientemente escribía el maestro Olegario González de Cardedal en uno de sus numerosos trabajos: “Deben ser cabalgadura ligera de la Iglesia, la presencia inmediata en las situaciones límite, la voz profética ante lo nuevo no atendido o frente a lo viejo necesario pero olvidado”. 

Por eso, no son 45 jóvenes… ¡son miles! La vida consagrada es, definitivamente, un milagro multiplicador. Un auténtico signo. Una expresión palpable de la parábola que Jesús quiere contar a esta generación. ¡Con qué la compararemos…!

MIRADA CON LUPA

Cuarenta y cinco jóvenes dispuestos a pronunciar su “para siempre” es un reto. No son pocos los que buscan a Cristo en la vida consagrada. Son los que Él quiere. La pregunta se va a la familia que acoge los nuevos consagrados: ¿qué vivimos y cómo?; ¿qué anunciamos?; ¿qué creemos…? Como bien apunta Severino Mª Alonso: “Los jóvenes no rechazan la radicalidad de la consagración, sino la mediocridad en la que vivimos algunos consagrados”.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.668 de Vida Nueva.

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