Vicente Verdú: “La crisis está provocando un cambio de valores”

Presenta ‘El capitalismo funeral’, crudo ensayo sobre la segunda mitad del siglo XX

vicente-verdu(Juan Carlos Rodríguez) Nacido en Elche (Alicante) en 1942, Vicente Verdú es un periodista con vocación de filósofo, autor de una veintena de libros, entre los que figuran Héroes y vecinos o El planeta americano, retratos irrenunciables del mundo contemporáneo. Ninguno con la crudeza de éste, balance inmisericorde de la segunda mitad del siglo XX y de una crisis que retrata como El capitalismo funeral (Anagrama), título de este brillante ensayo que además, por si quedaran dudas, subtitula drásticamente: La crisis o la Tercera Guerra Mundial. De todo ello hablamos, y descubrimos que, pese a todo, hay motivos para la esperanza. 

¿Capitalismo funeral?

Sí. Es la representación del final de una época. No estamos ante una crisis cíclica más, sino que, a mi modo de ver, es una crisis social, cultural, moral y, por tanto, el final de un mundo y el principio de otro. Es una crisis que cambiará nuestra forma de vivir y transformará la competitividad y la destrucción del otro por un mundo de cooperación. Estábamos en un contexto en el que hemos ido perdiendo valores: si los chicos no atendían al esfuerzo, si la autoridad se había perdido, si la palabra dada no tenía valor… y ha sido así. Pero han ido naciendo otros como la solidaridad o la aceptación de lo extraño, del extranjero. Este cambio en los valores es el que marca la transformación de una época, su metamorfosis.

Hay quién aún vive la crisis como algo volátil, sin embargo…

No deberían. Pero no creo que sean demasiados. Se ha creado una conciencia crítica como nunca, porque la gente tiene más formación e información. La gente ha visto el papel corrupto de los intermediarios en los medios financieros o políticos como factores de explotación. Hemos vivido en una burbuja en la que la demanda y la oferta eran ficticias.

Algo trágico

¿Tercera guerra mundial?

Teníamos la impresión de que iba a ocurrir en este comienzo de siglo algo trágico que provocaría la destrucción de empresas y puestos de trabajo, la destrucción de confianza y que podría dejar una estampa de ruina, una imagen que asociamos a las guerras. Uso esta “tercera guerra mundial” simbólicamente.

¿La compara, por ejemplo, a la Primera?

La I Guerra Mundial fue el ‘Big One’, el seísmo gigante que esperaban desde hace años los californianos. La II Guerra Mundial fue, en comparación con el terremoto, una gran réplica tectónica de la Primera y no puede ignorarse su concatenación. Pero la Primera estalló en unas circunstancias que, por su localización a principios de un siglo y por el hastío de una época, presenta determinados parecidos con la situación actual. El malestar social, el malestar de la cultura, el notorio desprestigio de la época que se vivía a comienzos del siglo XX y la misma ansiedad intelectual hacia “otro mundo posible” se hallaban presentes, como ahora, en la víspera de la calamidad. La corrupción, la decadencia de la escuela, de la justicia, de la moral pública, la degradación de hiperconsumo, el hiperindividualismo, la muerte del planeta…

“Allí donde hay peligro, también surge la salvación”, cita usted de Hölderlin.

Como en las enfermedades, es necesario que el enfermo pase la crisis para que comience a curar. Lo que sí es seguro es que nadie quedará indemne, y eso que aún no ha sucedido todo.

¿Dios tampoco será el mismo Dios?

Con el aumento del laicismo en la sociedad, se había insistido mucho en que este mundo había que vivirlo con intensidad, sin proyecto de vida, de un modo un poco descabalado. Todo ese proceso de casarse, tener hijos, afianzarse en un trabajo, la extremaunción y el cielo se descompone en la segunda mitad del siglo XX. Ya no hay una, sino varias parejas, no uno sino distintos trabajos… Pero después de esta curva aparecerá otro Dios, no digo que sea el anterior, pero sí aquél que nos hará ser una persona auténtica, generosa, que ame a los demás. Ese valor nacerá de esta catarsis que estamos viviendo. El hombre individualista dejará paso a un hombre colectivo.

vicente-verdu-2¿No juzga esta sociedad con crudeza?

Sí, pero esta depreciación es precisamente lo que provoca esta salida. Si hemos perdido la batalla contra el mal, vamos a necesitar un período de supervivencia más radical que en otras situaciones, pero seguiremos viviendo. Aunque parezca que nos quedamos sin asideros y vamos directos al abismo. No, no será así. 

¿La clase política contemporánea tampoco sale muy bien parada?

La corrupción se ha demostrado que no es un fenómeno aislado. Ocurre en todos sitios. Su desprestigio es enorme. Ya no cabe la posibilidad de pensar en un sistema democrático que sobreviva si no es a la manera de cómo lo ha entendido Obama, movilizando a millones de personas a través de Internet. Es necesaria una democracia más horizontal. Internet tendrá en ello un papel decisivo. Es la eliminación del intermediario improductivo. Es una nueva sociedad que se basa en la confianza mutua y en que somos iguales. Hay más de mil millones de personas en la Red y mañana serán 1.500. ¿Por qué no podemos usar la tecnología para una mayor democracia?

Su ensayo está lleno de símbolos del cambio. Por ejemplo, la muerte del automóvil…

Es un uso simbólico, como ejemplo de la “depresión” económica. Pero más que la muerte, diría que la transformación. Pasamos de la explosión, el ruido, la potencia, de un vehículo todopoderoso a otro eléctrico, silencioso, respetuoso con el medio ambiente, más dulce digamos. Representa el cambio.

¿Otro mundo, por tanto, es posible?

Es inevitable. Estamos en ello. Todo organismo vivo busca sobrevivir. Y si el sistema nos ha llevado a un funeral, ahora habrá que transformarse. El deseo de una política y una gestión más horizontal que vertical forma parte de un utopismo que se fía de las fuerzas espontáneas de la Humanidad creyéndolas capaces de lo mejor. Pero no se trata tampoco de embriagarse con la ensoñación de un mundo de perfección inédita. Para tratar de alcanzar la deseable alternativa bastaría con perfeccionar el que existe en aquello que se pueda.

Exactamente dice en el libro que se lograría si logramos “ser personas de calidad”. 

Sí. De más amabilidad, humor, compasión,  empatía, buenas maneras, conocimientos, con educación para relacionarse, para saber triunfar y fracasar, para aprender a vivir y morir, para ser feliz sin culpa, para disfrutar el placer sin remordimientos… Tenemos que tener cuidado porque la idea de un “hombre nuevo” fue la que originó el nazismo y el Gulag.

Que no puede volver a ocurrir…

No. Lo que hay que hacer ahora es evitar aspectos insufribles que han marcado estos años, como la crueldad en el centro de trabajo o en las relaciones laborales. Es algo ya anacrónico que debemos superar. El trabajo no es un castigo, sino que debe transcurrir en medio de relaciones humanas modernas y gratificantes. Para crear una nueva sociedad que nos haga a todos más felices debemos pensar en la equidad y en el bienestar en el trabajo.

Sin embargo, al final del ensayo abandera la esperanza…

El cataclismo es de tal naturaleza que anuncia un cambio en la condición humana. Hay mucha gente que está sufriendo, angustiada por el empleo o por las cargas financieras. Son tiempos duros, de mucho miedo. Pero no va a durar siempre. Es la hecatombe, pero vendrá de nuevo la calma, aunque ya viviremos de otro modo.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.667 de Vida Nueva.

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