El Papa pide ‘hombres nuevos’ que tengan una ‘fe adulta’

En la clausura del Año Paulino, Benedicto XVI confirma el descubrimiento de los restos mortales de san Pablo

el-papa-saluda(Antonio Pelayo– Roma) Ha sido un anuncio por sorpresa que ha cogido a todos desprevenidos: “Pequeñísimos fragmentos óseos examinados con el Carbono 14 por expertos que desconocían su procedencia han resultado pertenecer a una persona que vivió entre el siglo I y el II.  Esto parece confirmar la unánime e incontestada tradición de que se trata de los restos mortales del apóstol Pablo“. La noticia la dio con sus propios labios, y dejando traslucir una cierta emoción, Benedicto XVI, en la homilía de las vísperas celebradas en la Basílica de San Pablo Extramuros con ocasión de la clausura del Año Paulino, el domingo 28 de junio.

icono-san-pabloEstamos recogidos -había dicho anteriormente el Papa- ante la tumba del apóstol cuyo sarcófago, conservado bajo el altar papal, ha sido objeto recientemente de un atento análisis científico: en el sarcófago, que nunca había sido abierto antes, se ha practicado una pequeñísima perforación para introducir una sonda especial mediante la cual han sido encontrados restos de un precioso tejido de lino color púrpura, laminado con oro puro y de un tejido de color azul con filamentos de lino. También ha sido revelada la presencia de granos de incienso rojo y de sustancias proteicas y calcáreas”.

Algunos de los presentes recordaban otro momento histórico análogo: cuando Pablo VI anunció al mundo, el 26 de junio de 1968, que habían sido encontrados unos restos que, “de un modo que podemos considerar convincente”, eran los de san Pedro. Las diferencias son, sin embargo, considerables: mientras que las excavaciones en el subsuelo de la basílica vaticana ordenadas por Pío XII a un equipo de arqueólogos y epigrafistas famosos, entre los que destacaba el jesuita Kirschbaum, duraron años y fueron seguidas con atención por la opinión pública, las llevadas a cabo en la basílica paulina han sido mucho más discretas.

El hallazgo se debe en gran parte al impulso del cardenal Andrea Cordero Lanza di Montezemolo, nombrado arcipreste del templo de la Via Ostiense a finales de mayo de 2005. Infatigable, el purpurado consiguió abrir un agujero en un muro situado debajo del altar mayor para que los fieles pudiesen contemplar la lápida de mármol que cubre la tumba original del apóstol Pablo. De él se sabe que murió decapitado en una de las persecuciones contra los cristianos decretadas por el emperador Nerón, en una fecha que, según los historiadores, hay que situar entre los años 64 ó 67 de nuestra era. Sobre su tumba original se construyeron sucesivamente diversas iglesias.

basilica-s-pabloEl feliz anuncio lo hizo el Papa en presencia de la delegación enviada a Roma, como todos los años en estas fechas, por el Patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, compuesta por Su Eminencia Emmanuel, metropolita para Francia y director de la Oficina de la Iglesia ortodoxa ante la UE, y por Su Eminencia Atenágoras, obispo de Sinope y asistente del metropolita para Bélgica. También estaban presentes numerosos cardenales, arzobispos y obispos de la Curia romana, así como los 34 arzobispos metropolitanos católicos nombrados durante los últimos doce meses y a los que el Papa entregaría el palio al día siguiente, solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo.

Para renovar el mundo

Joseph Ratzinger -del que acaban de publicarse en Italia las 20 catequesis que dedicó al Apóstol de los gentiles durante el año a él especialmente consagrado- pronunció una homilía de extraordinaria densidad teológica basada en algunos fragmentos de las cartas a los Romanos y a los Efesios bastante difícil de resumir. “El mundo -dijo en uno de sus pasajes- está siempre a la búsqueda de la novedad porque con razón está siempre descontento con la realidad concreta. Pablo nos dice: el mundo no puede ser renovado sin hombres nuevos. Sólo si hay hombres nuevos, habrá también un mundo nuevo, un mundo renovado y mejor. En el comienzo está la renovación del hombre. Esto vale para cada uno de nosotros. Sólo si cada uno de nosotros nos hacemos nuevos, el mundo se hace nuevo. Esto significa también que no basta adaptarse a la situación actual. El Apóstol nos exhorta a un no-conformismo”.

Este no-conformismo de la fe es lo que Pablo llama ‘fe adulta’ -afirma el Pontífice-. Califica, sin embargo, como infantil correr detrás de los vientos y de las corrientes del tiempo. Así, por ejemplo, forma parte de la fe adulta comprometerse a favor de la inviolabilidad de la vida humana desde el primer momento, oponiéndose así radicalmente al principio de la violencia justo en la defensa de las criaturas humanas más inermes. Forma parte de la fe reconocer el matrimonio entre un hombre y una mujer para toda la vida como algo ordenado por el Creador, restablecido nuevamente por Cristo. La fe adulta no se deja llevar de aquí para allá por cualquier corriente. Se opone a los vientos de la moda”.

El hombre interior -dijo ya casi al final de su homilía- debe reforzarse; es un imperativo muy apropiado para nuestro tiempo en el que los hombres tan frecuentemente se quedan internamente vacíos y por lo tanto deben agarrarse a promesas y narcóticos que tienen como consecuencia un ulterior crecimiento del sentido del vacío en su intimidad. El vacío interior -la debilidad del hombre interior- es uno de los grandes problemas de nuestro tiempo. Hay que reforzar la interioridad, la percepción del corazón, la capacidad de ver y comprender el mundo desde dentro con el corazón. Nosotros necesitamos una razón iluminada por el corazón para aprender a actuar según la verdad en la caridad”.

El 29 de junio -día festivo en toda Italia, no sólo en Roma- tuvo lugar en la basílica vaticana la solemne Eucaristía durante la cual el Santo Padre bendijo e impuso el palio a 34 arzobispos metropolitanos nombrados durante los últimos doce meses. De ellos, cinco eran norteamericanos, cuatro brasileños, tres mexicanos, otros tres italianos y dos españoles; otras naciones latinoamericanas representadas eran Venezuela, El Salvador y Colombia. Desde otro punto de vista, podemos señalar que están llamados a vestir la púrpura cardenalicia, antes o después, algunos de los integrantes de esta lista, como los arzobispos de Toledo, Florencia, Nueva York, Westminster o Río de Janeiro, sedes tradicionalmente cardenalicias a las que pueden añadirse otras que han contado alguna vez con un cardenal titular, como son el caso de Valencia, Detroit, Argel, Lviv de los Latinos, las norteamericanas Nueva Orleans o San Luis. También será cardenal el nuevo arzobispo de Colombo, monseñor Albert Malcolm Ranjith, hasta hace poco secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

Presencia española

b-rodriguezEl arzobispo primado de Toledo, monseñor Braulio Rodríguez Plaza, vino a Roma acompañado por su obispo auxiliar, Carmelo Borobia; del administrador diocesano de Valladolid, Félix López Zarzuelo, y de numerosos familiares, sacerdotes y laicos de las diócesis en donde ha ejercido su ministerio pastoral. El arzobispo de Valencia, por su parte, monseñor Carlos Osoro, estaba “arropado” por sus auxiliares, Enrique Benavent y Esteban Escudero, así como por Salvador Giménez Valls, hasta hace poco también auxiliar y ahora nuevo obispo de Menorca, a los que hay que sumar una nutrida representación de valencianos y de asturianos.

carlos-osoro-1Todos estos prelados acudieron el 28 por la noche a la Embajada de España cerca de la Santa Sede, donde el embajador Francisco Vázquez les recibió con su reconocida capacidad de acogida y ofreció una cena en su honor. En torno a la mesa tomaron asiento los cardenales Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto Divino; Julián Herranz, presidente emérito del Consejo para los Textos Legislativos, y el cardenal Urbano Navarrete, eminente catedrático de Derecho Canónico, así como los arzobispos Luis F. Ladaria, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe; Justo Mullor, antes nuncio apostólico y posteriormente presidente de la Pontificia Academia Eclesiástica; y Félix del Blanco, también ex nuncio y actual Limosnero de Su Santidad, así como monseñor Juan Ignacio Arrieta, secretario del arriba citado Consejo, y otros eclesiásticos españoles residentes en Roma.

La Basílica estaba desde primeras horas de la mañana a rebosar, y la histórica estatua de bronce del primero de los apóstoles aparecía revestida con su capa pluvial y coronada con la tiara. La atmósfera era la de las grandes fiestas, con el Cuerpo Diplomático al completo (al decano, el embajador de Honduras, Alejandro Valladares, le llovían las preguntas sobre la situación de su país); la delegación de Iglesia ortodoxa ocupaba un lugar muy destacado. Benedicto XVI celebró revestido con una casulla roja en la que, como en su mitra, centelleaban los reflejos dorados.

Antes de bendecir e imponer los palios (la estola de lana de cordero con cruces negras que se ponen los arzobispos metropolitanos sobre los ornamentos litúrgicos), Benedicto XVI pronunció otra homilía aún más depurada teológicamente, si cabe, que la de la víspera. Su tema principal fue, a la luz de la primera carta de san Pedro, una reflexión sobre Cristo y el obispo como “pastor y custodio de las almas”. De ella traemos este párrafo, que es particularmente bello: “Como pastores de nuestro tiempo, tenemos la tarea de comprender nosotros los primeros la razón de la fe. La tarea de no dejar que sea sencillamente una tradición, sino de reconocerla como respuesta a nuestras preguntas. La fe exige nuestra participación racional, que se profundiza y se purifica en una participación del amor. Forma parte de nuestro deber como pastores penetrar la fe con el pensamiento para estar en grado de mostrar la razón de nuestra esperanza en la disputa de nuestro tiempo”.

arzobispos-reciben-palioFinalizada la homilía, el cardenal protodiácono, Agostino Cacciavillan, fue el encargado de leer, entre aplausos e irrintxis africanos, la lista de los 34 prelados. A continuación, cada uno de ellos se acercó al Pontífice, que les impuso el palio intercambiando con ellos breves palabras de saludo. Con el que que más ‘se entretuvo’, si podemos hablar así, fue con el arzobispo de Toledo y primado de España, Braulio Rodríguez, quien, por supuesto, no soltó prenda de lo que se dijeron. También estuvo especialmente afectuoso el Santo Padre con Mieczyslaw Mokrzycki, quien durante años fuera segundo secretario de Juan Pablo II y hoy es arzobispo de Lviv en Ucrania.

La encíclica, a punto

En el Angelus, Benedicto XVI confirmó la “próxima publicación de mi tercera encíclica”, prevista para el 6 ó 7 de julio, si bien otras fuentes sostienen que se podría retrasar hasta la conclusión de las reuniones del G-8, del 8 al 10 de julio, en la ciudad de L’Aquila, aún afectada por el terremoto de hace dos meses.

Como ya ha sucedido en otras ocasiones, menudean las filtraciones en los periódicos italianos sobre los contenidos de este esperado documento papal, que supone una nueva etapa en la historia de la Doctrina Social de la Iglesia. Al parecer, mensajeros secretos hicieron llegar a algunas redacciones una síntesis del extenso documento que, a su vez, ha sido sintetizado a su gusto por cada uno de los periodistas “obsequiados” con tan insólito regalo.

En cualquier hipótesis -es mi opinión-, más vale esperar a tener en nuestras manos la Caritas in veritate versión definitiva, y no la filtrada interesadamente, sin duda, a través de canales que poco tienen que ver con el periodismo serio.

GRAN ACOGIDA DEL AÑO SACERDOTAL

Benedicto XVI está muy satisfecho -se nos ha dicho- con las noticias que le llegan sobre cómo ha sido acogida en el mundo su iniciativa de convocar el Año Sacerdotal. En la audiencia del miércoles 24 de junio recordó algunas de las razones por las que ha querido que sea el santo Cura de Ars, Juan María Vianney, el soporte biográfico de este proyecto. Reconoció que “indudablemente han cambiado las condiciones históricas y sociales en las que él se encontró y es justo preguntarse cómo pueden los sacerdotes imitarle al querer identificarse con su ministerio en las actuales sociedades globalizadas”. “En un mundo -recalcó- en el que la visión común de la vida comprende cada vez menos lo sagrado, en cuyo lugar la ‘funcionalidad’ se convierte en la única categoría decisiva, la concepción católica del sacerdocio podría correr el peligro de perder su natural consideración incluso dentro de la conciencia eclesial… Justamente porque pertenece a Cristo, el presbítero está radicalmente al servicio de los hombres; es ministro de su salvación, de su felicidad, de su auténtica liberación, madurando en esta progresiva asunción de la voluntad de Cristo, en la oración, en el ‘estar corazón a corazón’ con él”.

A propósito de nuestra entrevista con el cardenal Cláudio Hummes (ver VN nº 2.666, y aquí), se nos hace notar que las cifras que se dan sobre las defecciones del clero y algunos delitos como la pederastia, hay que entenderlas como expresión de largos períodos de tiempo que en algunos casos rozan el medio siglo. Lo habrían entendido así nuestros inteligentes lectores, pero lo recordamos por deber de mayor precisión.

apelayo@vidanueva.es

En el nº 2.667 de Vida Nueva.

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