Ramiro Díaz: “La vida consagrada no puede desaparecer”

Oblato, Vicario Apostólico de Machiques

ramiro-diaz-con-un-joven(Luis Alberto González-Díez, cmf) Pertenece a esa generación de consagrados que sigue “como el primer día”. En el período de formación recibían “a fuego” el don de la disponibilidad y el crecimiento en lo adverso. Ramiro tiene una conversación ágil y franca. Son unas vacaciones muy especiales. Cincuenta años de sacerdote y, aprovechando la “visita ad limina”, unos días en su pueblo, Villaverde de Arcayos (León), para dejarse querer… Hijo adoptivo, calle con su nombre. No lo necesita; el pueblo sí.

¿Cuántos años lleva en Venezuela?

Llevo 20 años. Actualmente, en el Vicariato Apostólico de Machiques, en la frontera con Colombia. Antes fui Superior Provincial de los Oblatos en España.

¿Qué rasgo destacaría del trabajo que están realizando en el Vicariato?

Ante todo, que es un trabajo en misión compartida con 22 sacerdotes pertenecientes a congregaciones diversas, clero diocesano -siete desde que soy Vicario-, religiosas y seglares con un convencimiento común: el anuncio del Reino. Tengo que decirle que el  14 de septiembre cumpliré 75 años y acabará mi servicio allí.

La misión es rasgo esencial de la consagración. ¿Cómo ha configurado a Ramiro la experiencia misionera?

Desde el inicio de mi vida consagrada sentía el ansia de la misión: la implantación del Reino en los lugares más marginados del mundo. La experiencia de trabajo en Venezuela exige esfuerzo y mucha fe. Es una zona donde hay una religiosidad popular muy anclada. En toda América Latina hay que encauzar el rescoldo de vida cristiana. Purificar, sin duda, algunas contaminaciones, pero sobre todo comunicar que Dios conoce y cree en cada persona. La unión de la gente sencilla con su medio natural me ha ayudado mucho a entender la sencillez de Dios.

Con 75 años de historia, seguro que puede ofrecernos alguna valoración: ¿cómo ve la vida consagrada el oblato Ramiro Díaz?

Hubo un tiempo, el mío, en que la vida consagrada aportó juventud y fuerza. Hoy, la cosa ha cambiado. Prácticamente no he venido en estos 20 años de vacaciones. Las pocas visitas que he tenido no me permiten ofrecer una valoración. No me atrevo. Sería injusto. Hay muchos aspectos que consuelan. Por ejemplo, la calidad y significación de los consagrados. Sin duda, hay otros que desconciertan. Las preocupaciones de acá y de allá son diferentes. Tengo la sensación de que nuestra querida Iglesia en Europa tiene que buscar los nuevos puntos de conexión con la referencia trascendental que existe en la humanidad.

¿Cómo definiría su estado de ánimo como consagrado y Pastor?

Nunca he perdido la ilusión de la consagración y de la transformación que supone la presencia de la Iglesia en el mundo. En estos años de ministerio se ha acrecentado mi esperanza original. He podido ver con realismo cómo el Reino de Dios sigue su camino imparable, por encima de las apariencias y circunstancias que a veces nos dicen que todo se acaba.

¿Cuál es el mejor legado de la vida consagrada para el siglo XXI?

La experiencia de trabajo en misión compartida. Por encima de la pertenencia a familias religiosas diversas, está el enamoramiento del anuncio que va orientado hacia la consolidación de convicciones de fe. Hay sus más y sus menos… La pluralidad siempre ayuda a crecer, y las diferencias me han estimulado a caminar a fondo en la búsqueda de la verdad del Evangelio.

¿Y hacia dónde caminamos ahora?

Hacia donde nos va guiando la imparable fuerza del Espíritu. Veo la vida consagrada ciertamente envejecida, pero no anulada. Los signos de la consagración siguen siendo válidos y urgentes en nuestra sociedad. Compruebo que las comunidades religiosas están compuestas de muchos ancianos. En este tiempo, estamos llamados a cuidar el signo y la complementariedad. Intuyo que la misión “ad extra” de la vida consagrada, en el seno de la Iglesia, parte necesariamente de la capacidad que tengamos de ser capaces de vivir “ad intra”. Si no hay comunicación y diálogo en el seno de la comunidad, no hay capacidad de transmisión del mensaje alternativo de la consagración. La significación no tiene que ver con la edad. La vida consagrada es necesaria siempre. La evaluación de nuestra capacidad para arriesgarnos en la misión radica en la capacidad de morir por los que hoy son nuestros hermanos de distintas procedencias y edades.

MIRADA CON LUPA

Una espiritualidad para la reorganización, en la que estamos, necesita esta generación. Son los que han integrado el Concilio en la edad de producir, llevan años al pie del cañón, no se asustan por “poca cosa” y, lo más importante, dejan hacer y apoyan lo que está naciendo. En la vida consagrada, nuestros “decanos” y “decanas” de 75 son un lujo.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.662 de Vida Nueva.

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