Benedicto XVI: “He visto en todos un profundo deseo de paz”

La peregrinación a Tierra Santa colma los objetivos de la Santa Sede y refuerza la colaboración interreligiosa

el-papa-con-rosef-y-tarif(Antonio Pelayo- Enviado especial) Sin caer en triunfalismos, me atrevería a decir que la peregrinación apostólica a Tierra Santa de Benedicto XVI ha sido un éxito redondo que sólo desde posiciones cicateras puede negarse o minusvalorarse. Todo es mejorable, por supuesto, pero creo que el Papa ha podido regresar a Roma con la satisfacción de haber cumplido sus objetivos y de haber sido fiel a su misión de peregrino de paz y unidad.

el-papa-con-rguez-carballoHemos podido recoger diversos testimonios de personas que han estado muy cerca estos ocho días del Santo Padre, y todas coinciden en resaltar su entrega sin regateos al cumplimiento de una agenda muy cargada, su desarmante sencillez en el trato directo con personas de toda índole, la clara conciencia de su responsabilidad como Pastor de la Iglesia universal, su satisfacción personal por volver una vez más a los escenarios donde transcurrió la vida del Señor (que han refrescado su memoria de cara al segundo volumen de su Jesús de Nazaret), su legítimo sentido de haber dado lo mejor de sí mismo. “He podido estar muy cerca del Papa -nos ha dicho fray José Rodríguez Carballo, Ministro General de los franciscanos- tanto en Jordania e Israel como en los territorios palestinos, acompañándole en ceremonias oficiales y en diversos momentos privados. Me han impresionado su cercanía, su capacidad de abstraerse para orar, su interés por comprender los más complejos problemas, su voluntad de servir a todos desde la caridad y la comprensión”.

Por mi país he visto desfilar a muchos hombres políticos de tendencias muy diversas -nos reconocía Dodi Halevid, un judío no practicante-, pero nadie como el Papa ha sabido poner a cada uno en su sitio y pedir a todos mayor responsabilidad y sentido de la historia”.

Tres impresiones esenciales

Como si hubiera querido disipar cualquier interpretación menos optimista del viaje, en el avión de El Al que le conducía de Tel Aviv a Roma, el viernes 15 de mayo, quiso comunicar a los periodistas que le hemos acompañado tres impresiones suyas fundamentales: “He encontrado en todas partes, en todos los ambientes musulmanes, cristianos, judíos, una decidida disponibilidad al diálogo interreligioso, a la colaboración entre las religiones (…). He encontrado también un clima ecuménico muy estimulante (…). Existen grandísimas dificultades, lo sabemos, lo hemos visto y escuchado, pero también he visto que existe por parte de todos un profundo deseo de paz”.

en-el-santo-sepulcroEstas palabras las pronunció Joseph Ratzinger poco después de emprender el vuelo de regreso a Roma, adonde llegó en torno a las cuatro de la tarde. Pocas horas antes había tenido lugar en el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv la ceremonia oficial de despedida, en la que estuvieron presentes el presidente de Israel, Simón Peres, y el primer ministro, Benjamín Netanyahu, además de numerosos representantes de las religiones cristiana, judía y musulmana.

Este último discurso fue objeto de retoques de última hora porque el Papa y la Secretaría de Estado quisieron desmontar cualquier interpretación menos objetiva de cuanto había dicho y hecho el Pontífice desde que el lunes 11 pisó territorio israelí. Sin la lectura atenta de este discurso -publicado íntegramente por importantes diarios mundiales- se corre el riesgo de no entender en sus justos términos el significado del viaje papal.

Esta tierra -dice en uno de sus primeros párrafos- es de verdad un terreno fértil para el ecumenismo y el diálogo interreligioso, y rezo para que la rica variedad del testimonio religioso en la región pueda producir frutos en una creciente comprensión recíproca y mutuo respeto”.

ninos-esperan-al-papaSobre su visita al Memorial del Holocausto de Yad Vashem -injustamente criticada por algunos sectores de la opinión pública judía-, aseguró que el encuentro con algunos de los supervivientes de la shoá había renovado el recuerdo de su visita al campo de concentración de Auschwitz, “donde tantos judíos -madres, padres, maridos, hijos, hijas, hermanos, hermanas, amigos- fueron brutalmente exterminados bajo un régimen sin Dios que propagaba una ideología de antisemitismo y de odio. Este espantoso capítulo de la historia no debe ser nunca olvidado o negado. Al contrario, esas oscuras memorias deben reforzar nuestra determinación para acercarnos aún más los unos a los otros como ramos del mismo olivo, alimentados por las mismas raíces y unidos por el amor fraterno”.

En otro pasaje de su alocución aseguró que había venido “como amigo de los israelíes, así como también amigo del pueblo palestino”, y desde esta equidistancia afirmó que “ningún amigo de los israelíes y de los palestinos puede evitar el entristecerse ante la continua tensión entre vuestros dos pueblos. Ningún amigo puede evitar el llorar por los sufrimientos y las pérdidas de vidas humanas que ambos pueblos han sufrido en las últimas seis décadas”.

En ese momento, con toda la autoridad moral que le confiere ser el padre espiritual de mil millones de católicos y una de las personalidades más respetadas del planeta, hizo el siguiente llamamiento: “¡No más derramamiento de sangre, no más combates, no más terrorismo, no más guerra! Rompamos el círculo vicioso de la violencia. Ojalá que pueda instaurarse una paz duradera basada en la justicia, que haya una verdadera reconciliación y un verdadero resaneamiento”.

el-papa-en-tierra-santaDesde el punto de vista más estrictamente político, añadió: “Que sea internacionalmente reconocido que el Estado de Israel tiene el derecho a existir y a gozar  de paz y seguridad dentro de los confines internacionalmente reconocidos. Sea igualmente reconocido que el pueblo palestino tiene el derecho a una patria independiente y soberana, a vivir con dignidad y a viajar libremente. Que la two state solution [la solución de los dos Estados] se convierta en una realidad y no siga siendo un sueño”.

Condena al muro

Finalmente, reconoció que una de las experiencias más tristes para él había sido la contemplación del muro (centenares de kilómetros de cemento armado con ocho metros de altura para separar Cisjordania del territorio israelí): “Mientras pasaba a su lado he rezado para que en un futuro los pueblos de Tierra Santa puedan vivir juntos en paz y armonía sin necesidad de semejantes instrumentos de seguridad y de separación, sino respetándose y confiando los unos en los otros, renunciando a toda forma de violencia y agresión”.

el-papa-y-abbasAntes de entrar en la narración más detallada de algunas de las jornadas más intensas, es conveniente aclarar qué debe entenderse por ‘resultados’ en un viaje como éste. Se equivoca de medio a medio -y sentimos que así lo haya hecho un semanario tan prestigioso como el británico The Economist al hablar de “Otro desastre de relaciones públicas”- quien hubiera supuesto que el Papa pretendía negociar algún pacto o alianza política. Lo cierto es que, por ejemplo, para el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, el respaldo del Pontífice es un apoyo que le oxigena en su confrontación diaria con los líderes de Hammas. Para Netanyahu -empeñado por esos días en conversaciones con el monarca jordano Abdallá II y con el presidente egipcio Mubarak, antes de su decisivo encuentro con Barack Obama en Washington-, verse con Benedicto XVI le ha permitido mejorar su imagen de “halcón” (no por casualidad Tony Blair, portavoz del cuarteto que apoya el proceso de paz en Oriente Medio, se preguntaba si el polémico jefe de Gobierno judío no podría ser un artífice de la paz, como lo fueron Isaac Rabbin o Begin). “Del viaje del Papa -nos decía en Jerusalén un diplomático occidental con larga experiencia en estos escenarios- curiosamente todos han podido obtener algún beneficio y nadie ha salido perdiendo. Es un resultado que muy pocos, por no decir ningún político que haya visitado Israel, es capaz de conseguir”.

En unas amplias declaraciones a medios de comunicación internacionales, entre ellos al Corriere della Sera, el presidente Peres hacía, por su parte, este justo balance de la visita de su ilustre huésped: “Todas las visitas de los papas a Israel son más propias de los historiadores que de los periodistas. Benedicto XVI ha tocado los temas más profundos de nuestro tiempo, como el antisemitismo, una enfermedad que la gente debe saber tratar. El Papa ha marcado sus distancias, la suya ha sido una voz clara aunque nuestro problema hoy sea la confusión sobre Dios. Todos los terroristas hablan en nombre de Dios. Hoy el problema no es distinguir entre Iglesia y Estado, o entre judíos, musulmanes y cristianos. Lo más necesario es una neta diferencia entre fe y violencia”.

No pudiendo, por obvias razones de espacio, recorrer todas las etapas de esta intensa peregrinación -que Ratzinger ha resistido, pese a sus 82 años, mejor de lo que esperaban algunos de sus más cercanos colaboradores y su médico, Renato Buzzonetti-, hemos escogido algunos que nos han parecido más significativos.

ninos-esperan-al-papa2La jornada en Nazaret -el jueves 14- fue, sin duda, la que revistió un carácter más popular; no por nada la ciudad donde pasó Jesús sus años de vida privada es la de más población árabe cristiana (unos 40.000). Todo el centro de la llamada ‘ciudad vieja’ está dominado, por otra parte, por la Basílica de la Anunciación y el añejo convento de los franciscanos. Allí tuvo lugar la misa más multitudinaria de todo el viaje, en el Monte del Precipicio (desde el que los nazarenos intentaron despeñar a Jesús sin conseguirlo). Con un trabajo muy arduo, vigilado día y noche por los inflexibles pero eficaces servicios israelíes de seguridad, se habían instalado bancos y sillas para unas 20.000 personas, pero fueron muchas más. Según fuentes fidedignas, casi 50.000 peregrinos; muchos procedían de fuera y entre ellos sobresalían varios miles de neocatecumenales españoles e italianos. Muy bulliciosos, como siempre. Todos ocuparon desde primeras horas de la mañana el inmenso anfiteatro natural que forman las laderas del monte y acogieron al Papa con redoble de tambores y un griterío entusiasta. “Es como un sueño ver al Papa aquí”, nos decía Tenorio, un joven filipino que trabaja en la vecina ciudad de Jaffa.

No a los prejuicios

Con la misa se clausuraba el Año de la Familia convocado por la Iglesia Católica en Tierra Santa, y en su homilía Ratzinger resaltó que “los hombres y las mujeres de nuestro tiempo tienen necesidad de reapropiarse de las verdades fundamentales de la familia, que es la base de la sociedad, y es muy importante el testimonio de las parejas casadas para formar conciencias maduras y para construir la civilización del amor”. Evocando las aún no muy lejanas tensiones surgidas entre las comunidades árabe y cristiana de la ciudad, el Papa invitó a todos a que rechacen “el poder destructivo del odio y de los prejuicios que matan antes el alma humana que el cuerpo”.

Esa misma tarde, en el marco del encuentro que mantuvo con los diversos líderes religiosos de Galilea, el Papa realizó un gesto bastante inusual en él, al levantar sus manos unidas a las de un rabino y un imán, lo que resume el clima de fraternidad creado. “Nuestras diversas tradiciones religiosas -había dicho en su discurso- tienen dentro de sí notables potencialidades para promover una cultura de la paz, especialmente a través de la enseñanza y la predicación de los valores espirituales más profundos de nuestra común humanidad”.

el-papa-en-belenEl día anterior -miércoles 13-, Benedicto XVI lo pasó casi por completo en Belén, distante apenas 10 kilómetros de Jerusalén pero que forma parte de los territorios autónomos palestinos. A diferencia de Juan Pablo II, que en 2000 llegó a la ciudad natal de Jesús en helicóptero, su sucesor lo hizo en coche y a través de Puerta de la Tumba de Raquel (evitando así atravesar el famoso muro divisorio, lo que hubiera podido ser interpretado como una tácita aceptación del mismo por parte de la Santa Sede).

Acogido por el presidente Mahmud Abbas (alias Abu Mazen) con todos los honores, el Papa no defraudó a sus anfitriones, pronunciando un discurso que no deja lugar a la más mínima duda sobre el apoyo vaticano a su legítima existencia como Estado soberano: “La Santa Sede apoya el derecho de su pueblo a una soberana patria Palestina en la tierra de vuestros antepasados, segura y en paz con sus vecinos dentro de unos confines internacionalmente reconocidos. Aunque en el momento presente este objetivo parece lejano de ser realizado, yo le estimulo a usted y a todo su pueblo a mantener viva la llama de la esperanza, esperanza de que se pueda encontrar un camino intermedio entre las legítimas aspiraciones tanto de los israelíes como de los palestinos a la paz y a la estabilidad”.

el-papa-en-belen-2Desde el Palacio presidencial, la comitiva papal se dirigió a la llamada Plaza del Pesebre, contigua a la Basílica de la Natividad, donde tuvo lugar una misa en presencia de no más de cinco mil personas. Ya a primeras horas de la tarde, con una emoción muy a flor de piel, el Papa visitó la Gruta de la Natividad, donde oró largo tiempo. El programa preveía también una visita al hospital infantil Caritas Baby, financiado por las conferencias episcopales de Alemania y de Suiza, y al campo de refugiados de Aida, donde viven -es un decir- varios miles de palestinos de algunos países colindantes.

Es comprensible -dijo a los palestinos que le escuchaban con el muro a sus espaldas- que os sintáis frustrados. Os sentís atrapados en una espiral de violencia, de ataques y contraataques, de venganzas y continuas destrucciones. Todo el mundo desea que esta espiral sea destruida, anhela que la paz ponga fin a las perennes hostilidades. Pesa sobre nosotros, mientras estamos aquí reunidos esta tarde, la dura conciencia del punto muerto a que parecen haber llegado los contactos entre israelíes y palestinos (…). En un mundo en el que las fronteras están cada vez más abiertas -al comercio, a los viajes, a la movilidad de las gentes, a los intercambios culturales- resulta trágico ver que todavía se erigen muros. ¡Cuánto deseamos ver los frutos del bastante más difícil trabajo de edificar la paz! ¡Cuánto rezamos ardientemente para que acaben las hostilidades que han causado la erección de este muro! Desde ambos lados de este muro, es necesaria una gran valentía para superar el miedo y la desconfianza… La historia nos enseña que la paz llega sólo cuando las partes en conflicto están dispuestas a ir más allá de las reivindicaciones y a trabajar juntas en fines comunes, tomando en serio los intereses y las preocupaciones de los otros y buscando con decisión construir una atmósfera de confianza”.

Por una vez, los periódicos y, en general, los medios de comunicación de todo el planeta -éramos casi dos mil los periodistas acreditados- recogieron sin tergiversaciones tan netas afirmaciones del Papa. Éste, por su parte, hizo partícipes a los miembros de su séquito de la amargura que le había provocado el espectáculo de los prófugos palestinos -“¡tantos niños y tantos ancianos!”, comentó- y del atroz sufrimiento ante la contemplación del muro. “Aunque los muros se pueden construir con facilidad -dijo en el curso de su posterior visita de cortesía al presidente de la ANP-, todos nosotros sabemos que no duran para siempre. Pueden ser abatidos. Pero sobre todo es necesario remover los muros que nosotros construimos en torno a nuestros corazones, las barreras que alzamos contra nuestros prójimos”.

La fuerza del gesto

mensaje-papa-muroAunque sea con una pincelada, no podemos no citar la simbólica oración del obispo de Roma ante el llamado Muro de la Lamentaciones en Jerusalén. Siguiendo un ritual idéntico al de Karol Wojtyla en 2000, el Papa calcó casi los mismos gestos… pero faltaba la densidad dramática del Papa polaco. Una diferencia de la que Joseph Ratzinger es tan consciente como víctima inocente, pero que no resta un ápice de valor a sus gestos. La historia está llena de gestos protagonizados por hombres ilustres, pero lo que realmente transforma el acontecer humano son las ideas y las firmes convicciones. Ahí, como ha demostrado este viaje, Ratzinger no es en nada inferior a Wojtyla, ni es tampoco un mero repetidor. Si me apuran, es más riguroso aún, por no decir que es el rigor hecho persona o Papa.

apelayo@vidanueva.es 

En el nº 2.661 de Vida Nueva.

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