El último avión

Nunca es tarde para enamorarse

nunca-es-tarde(J. L. Celada) Previsible y olvidable. Seguramente, son los dos adjetivos que mejor definen esta producción escrita y dirigida por Joel Hopkins, un treintañero no muy rodado en tales prácticas y que, por lo visto, apostó todo a la carta de su pareja protagonista: Dustin Hoffman y Emma Thompson. Pero ni siquiera a los grandes de la escena les basta con su presencia y oficio.

La última oportunidad de Harvey -que sería la traducción del título original- estuvo a punto de rebautizarse en España como Tenías que ser tú, y ha acabado por llamarse Nunca es tarde para enamorarse. Una mera anécdota para curiosos, aunque quién sabe si también todo un síntoma de las dudas, las sospechas y los temores que puede generar la puesta en circulación de una historia mil veces contada pero no siempre resuelta con eficacia.

Y aquí tenemos una buena prueba. Esta comedia romántica se abandona en manos de dos veteranos y contrastados intérpretes con la confianza de que entre ellos surgirá esa química que podría impulsar por sí sola la propia narración. Pero la realidad es bien distinta: la que parecía una cinta concebida a la medida de ambos, a lo sumo aprovecha su encanto natural frente la cámara y otros recursos demasiado evidentes (el recital de miradas perdidas, resignadas o contrariadas de uno y otra es posiblemente uno de los pocos alicientes que invitan al espectador a participar de la función).

No contribuye a arreglar las cosas, desde luego, la diferencia de edad que separa a Hoffman -camino de los 72- de Thompson -50 recién cumplidos-. Ha habido en el cine amores tardíos o a contracorriente para todos los gustos y décadas: rondando la cuarentena (Enamorarse), camino de la jubilación (Sol de otoño) e incluso entre octogenarios (Elsa y Fred). Y han resultado convincentes y hasta emotivos. Sin embargo, esta vez, el último avión (por aquello del escenario del primer encuentro) en el que tratan de embarcar ese americano divorciado y esa británica enmadrada no logra despegar, no funciona.

Así, mientras su romance progresa con más pena que gloria -y gracia- sorteando los escollos habituales (miserias, traumas, contratiempos…), el soporte que Hopkins pone a su disposición (diálogos, ritmo…) confirma la peor corazonada: Nunca es tarde para enamorarse se consume víctima de un mal más grave si cabe que el exceso de azúcar que suele aquejar a las propuestas del género, y que no es otro que la apatía. Y nada hay más peligroso, por su capacidad de contagio, para el público.

Por fortuna, un Londres extrañamente luminoso, como tercer vértice del triángulo y testigo esperanzado de esa relación en ciernes, dignifica la comparecencia de dos nombres llamados a empresas mayores, pero que, sin duda, sienten también la crisis del mercado laboral. Reencontrarnos con ellos en la gran pantalla es quizá la única noticia destacable de esta película… previsible y olvidable.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Last chance Harvey

GUIÓN Y DIRECCIÓN: Joel Hopkins

FOTOGRAFÍA: John de Borman

MÚSICA: Dickon Hinchliffe

PRODUCCIÓN: Tim Perell y Nicola Usborne

INTÉRPRETES: Dustin Hoffman, Emma Thompson, Eileen Atkins, Kathy Baker, Liane Balaban, James Brolin

En el nº 2.660 de Vida Nueva.

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