Alicia Plaza: “El momento no es malo, estamos empezando a entenderlo”

Superiora General de las HH. AA. de Cristo Crucificado

alicia-plaza(Luis Alberto González-Díez, cmf) La vida consagrada se expresa en una pluriformidad desbordante de órdenes y congregaciones. Grandes familias con historia de siglos, pero también pequeñas comunidades con historia de pocos años… Hoy nos acercamos a Alicia Plaza, Superiora General de las Hermanas Apostólicas de Cristo Crucificado. Nos recibe en Murcia, en plena huerta… Quizá si decimos sólo eso, no despierta mayor novedad. Si añadimos que la obra tiene 70 años, que son, apenas, 150 hermanas y que el criterio es estar con el rostro más claro de la pobreza, siempre en zona rural… quizá despierte interés… Pero hay más. 

Esta mujer de aspecto frágil, nos muestra, sin embargo, una convicción firme como punto de partida…

Seré una inconsciente, pero vivo sin agobios. Creo que el momento no es malo. Ni mucho menos. Es diferente… y estoy feliz porque estamos empezando a entenderlo. No sé si será el contexto de mi congregación -pequeñito-, pero me siento capaz de entender cómo y por dónde debe ir la propuesta que tenemos que hacer. Minorías, comunidades, signo y opción clara por los ámbitos de necesidad.

Es curioso el inicio de su congregación: una señora viuda y su amiga…

Una obra de mujeres. Y fueron amigas para siempre. Sin fisura. Estoy convencida de que la mayor dificultad de la vida consagrada no es la falta de fuerza, sino la falta de cohesión y unidad. María y Amalia, nuestras fundadoras, siendo muy diferentes, tuvieron claro que lo único importante era la misión.

Lleva mucho tiempo de general. ¿Cómo es la vida de una Superiora General?

Pues bien. No acepto ese discurso que magnifica el esfuerzo. Yo soy feliz, si dijese lo contrario mentiría. Pero seré feliz también el día que deje de ser Superiora General. Mira, hay una clave que a mí me ayuda. Tengo amor sincero por mis hermanas y me siento profundamente querida por ellas. Llevo 16 años de general. En este tercer sexenio hacía falta un consenso determinado, me empujó a aceptar el grado de unidad y confluencia de las hermanas.

España es urbana. ¿Qué hacen unas mujeres consagradas en pueblos?

Hay dos aspectos que reflejan nuestras constituciones desde la fundación. Siempre en zona rural, nunca en ciudad porque ya hay muchos evangelizadores… y siempre entre los más pobres, nunca cobrando por nuestra misión. Las circunstancias han cambiado, pero mantenemos inquebrantables esos dos pies. En las zonas rurales es un trabajo muy en comunión con los párrocos: atención espiritual y humana en la visita a enfermos y ancianos, animación de la comunidad y también siendo un referente de fraternidad. El camino es la misión compartida. 

¿Ha cambiado el rostro de la necesidad en estos 70 años de congregación?

Ha cambiado. Pero Dios es tan bueno y tan claro que mantiene muy cerca de nosotros a los pobres. Seguimos estando en la cárcel y en la acogida de niños sin hogar; en comedores y en las calles con transeúntes. Seguimos educando niños con una opción decidida por los que no pueden pagar y los inmigrantes. En alguno de nuestros colegios los españoles son la inmensa minoría. Seguimos teniendo claro que la clave de nuestra fidelidad es allí donde Cristo está crucificado. Las fundadoras no se encontraron con la realidad de la droga. Usamos sus palabras y gestos para acoger a estos enfermos, pues sigue siendo válido y teniendo fuerza el don carismático.

Tiempo para creer

¿Del momento social… y de la situación de la vida consagrada?

No es tan malo. Sólo ver la dificultad agota y no conduce a nada. A mí me costó mucho ser religiosa. He pasado momentos delicados. Ya no soy una niña… y no cambio por nada el momento y la situación que vive ahora la vida consagrada. Es un tiempo para creer y crecer. Desde el punto de vista social. Las cosas no están tan mal. Ni todo tan contaminado. Más amor, nuevas propuestas y ningún juicio. La salida del error viene cuando se muestran caminos de esperanza. Lo otro es esterilidad.

Para acabar. La hermana Alicia viste de hábito…

Es cómodo y en determinados ambientes un signo. No lucho por la uniformidad externa de mis hermanas, prefiero que tengan unido el corazón…

MIRADA CON LUPA

El signo de la vida consagrada tiene rostro de mujer. Lo que en otro tiempo fue fuerza y juventud, hoy es serenidad y sabiduría; paciencia y ternura. Las consagradas están ofreciendo la parte más feliz de la evangelización, dicen con gestos claros y sencillos lo que otros envolvemos en discursos y publicidad… Y la gente no está para discursos.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.660 de Vida Nueva.

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