Andrea Riccardi: “Europa debe despertar”

Fundador de la Comunidad de San Egidio

andrea-riccardi(D. Menor) El 21 de mayo, Andrea Riccardi, presidente y fundador de la Comunidad de San Egidio, recibirá en Aquisgrán (Alemania) el Premio Carlomagno por su contribución a la construcción europea, su empeño en favor de la paz y su defensa de los pobres. Este galardón, que ya recibieron Juan Carlos I, Angela Merkel o Bill Clinton, entre otros, coincide con el 40º aniversario de este movimiento católico

¿Qué balance hace de estas cuatro décadas?

Creo que no sólo se prestan a mirar hacia atrás y ver el camino recorrido, sino que hacen que estemos frente al mundo con una sensibilidad precisa: una esperanza en un mundo que vive un momento de crisis. Los europeos vivimos una  crisis económica, pero también de vacío. Después de 1989 y la crisis del marxismo hay una nueva estación de materialismo dominada por el dinero y las finanzas. Mientras, el Sur del mundo, en particular África, sigue viviendo una gran pasión sin haber renunciado a pedir que cambie la situación del planeta. 

¿Cuáles son los principales retos para el futuro?

Creer, creer en el Evangelio de Jesús que abre corazones y hace vivir. Demasiadas veces, también en la Iglesia, hacemos proyectos dando por descontada la creencia. El desafío de creer es, sin embargo, decisivo, porque nos libra de una vida reducida a la materialidad económica. 

La Comunidad de San Egidio ha realizado grandes esfuerzos para lograr la paz actuando como mediadora en conflictos bélicos. ¿Dónde está trabajando ahora?

Hemos trabajado por la paz en Mozambique, en Sudán, en la región de los Grandes Lagos, en Guatemala… y estamos convencidos de que es necesario seguir las situaciones de guerra. Ahora mismo seguimos lo que pasa en Darfur, en el norte de Uganda, en el Kivu, Costa de Marfil… Yo recuerdo siempre lo que decía el patriarca Atenágoras: “Todos los pueblos son buenos”. Hay una belleza en la historia de cada pueblo. Hasta en los países con menos historia, cuando uno los conoce, comprende su belleza. 

¿Ha habido algún evento en estos cuarenta años que recuerde especialmente?

Me acuerdo mucho de Mozambique, del que se decía en los años 80 que estaba condenado a la guerra civil. Como cristianos hemos descubierto una fuerza que no sabíamos que teníamos, y es la de poder hacer la paz. No es verdad que la guerra haya terminado en Mozambique porque acabó 

la Guerra Fría. En Angola, por ejemplo, no sucedió así. El conflicto se extinguió en Mozambique gracias a una sinergia de buena voluntad: los grupos armados se transformaron en partidos políticos, el pueblo quiso el fin de la guerra y los cristianos trabajaron y rezaron por la paz.

Cuando fundaron la Comunidad de San Egidio, ¿imaginaban que ésta alcanzaría su situación actual?

No pienso que todo estuviera contenido en una semilla. Empezamos, sobre todo en los primeros cinco años, leyendo el Evangelio y siendo amigos de los pobres. Tengo que agradecer la labor de tantos hombres y mujeres que se han encontrado con nosotros, que nos han invitado y ayudado a comprender las heridas y las preguntas del mundo. Son personas sencillas o muy conocidas, como Juan Pablo II

¿Cuáles han sido los peores momentos de San Egidio?

Ha habido malas experiencias. La aspiración frustrada de todos es que nuestra vida sea un paraíso y no nos damos cuenta de que, con esta aspiración, construimos un infierno alrededor. Los momentos difíciles también vienen cuando intervienes en los momentos duros del prójimo, por ejemplo, en el caso de nuestra intervención el Argelia. O el de la curación de los enfermos de sida en África. Tratamos a 60.000 africanos con esta enfermedad. 

¿Qué significa para usted el Premio Carlomagno?

Ha sido una sorpresa y, más que a mi modesta persona, va a toda la Comunidad de San Egidio. La entrega me brindará la ocasión de decir algo sobre Europa. Los europeos estamos en declive. Debemos concentrarnos en la construcción europea y en que ésta se  base en una civilización en la que existen valores profundos. El europeo ha sido durante tiempo imperialista y hoy está replegado sobre sí mismo. Europa debe despertar. 

dmenor@vidanueva.es 

En el nº 2.659 de Vida Nueva.

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