El Papa visita a las víctimas del terremoto de L’Aquila

Supervivientes y voluntarios reciben a Benedicto XVI y agradecen su presencia y su palabra de esperanza

el-papa-en-laquila(Antonio Pelayo– Roma) Una fuerte borrasca con viento e intensas lluvias impidió a Benedicto XVI llegar puntual a su cita con las víctimas del terremoto de los Abruzzos el martes 28 de abril. La Aeronáutica italiana informó al Vaticano de que con esas condiciones meteorológicas era imposible utilizar el helicóptero, como en un principio estaba previsto, para trasladar al Papa hasta la localidad de Onna, el pueblecito cercano a L’Aquila convertido en el símbolo de la tragedia. El Papa y su séquito tuvieron que hacer el viaje desde Roma por carretera, en coche. Llegaron con una hora de retraso, a las 10:30 de la mañana, dirigiéndose inmediatamente al campamento de emergencia donde han encontrado alojamiento los supervivientes del violento seísmo del pasado 6 de abril.

He venido personalmente a esta vuestra espléndida y herida tierra -dijo el Santo Padre-, que está viviendo días de gran dolor y precariedad, para expresaros del modo más directo mi cordial cercanía… Ahora estoy aquí entre vosotros: quisiera abrazaros uno a uno con afecto. Toda la Iglesia está aquí conmigo junto a vuestros sufrimientos, compartiendo vuestro dolor por la pérdida de familiares y amigos, deseosa de ayudaros a reconstruir casas, iglesias, empresas derrumbadas o gravemente dañadas por el seísmo”.

Flanqueado por un abundante servicio de seguridad, Joseph Ratzinger pudo acercarse a la masa que se arremolinaba en torno a él, besar a algunos niños, estrechar las manos crispadas de los más tristes, bendecir frentes y cabezas que se inclinaban ante él. 

Abandonado el Mercedes ‘SCV 1’, Benedicto XVI tomó asiento en un vehículo de la Protección Civil italiana en compañía de su director, Guido Bertolaso; de Gianni Letta, secretario de Estado de la Presidencia; y del arzobispo de L’Aquila, Giuseppe Molinari. En otros coches le seguían el sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor Fernando Filoni, y otros prelados de la Prefectura de la Casa Pontificia.

La segunda etapa fue la Basílica de Collemaggio, en la provincia de L’Aquila, donde reposan los restos de san Celestino V, el único papa que dimitió de su cargo apenas dos meses después de haber ocupado la cátedra de Pedro, a finales del siglo XIII. La urna con los restos del monje Pietro del Morrone se ha salvado una vez más del furor de un terremoto (la primera vez fue en el 1703), a pesar de que el templo ha resultado con daños muy considerables. Benedicto XVI se recogió unos minutos ante los restos de su antecesor y sobre el féretro de cristal colocó el palio que utilizó el día del comienzo de su ministerio como Pastor Universal de la Iglesia, el 24 de abril de 2005.

Apoyo y cercanía

el-papa-con-victima-terremoSiempre a un ritmo rápido y bajo la lluvia, el cortejo se trasladó a la Via XX de Settembre, en el centro de la ciudad de L’Aquila, donde hasta hace unas semanas surgía la Casa del Estudiante, una residencia donde vivían casi un centenar de muchachas y muchachos universitarios. Ocho de ellos murieron en el hundimiento del edificio y varias decenas más resultaron gravemente heridos. Un grupo de doce supervivientes tuvieron la oportunidad de recibir el saludo del Pontífice y de intercambiar con él unas palabras. Ratzinger, con su natural afabilidad, se interesó por sus estudios y tuvo palabras de consuelo para cada uno de ellos y, sobre todo, de ánimo para que prosiguieran sus carreras y la construcción de sus vidas teniendo como escenario los escombros de la que fue su casa y resultó tumba para algunos de sus compañeros.

La principal cita de la mañana tuvo lugar en el gran patio interior de la Escuela de la Guardia di Finanza (la Policía Fiscal), en donde habían tenido lugar los solemnes funerales de más de 200 de las casi 300 víctimas del terremoto. Unas 3.000 personas se habían congregado allí desde primeras horas de la mañana para encontrarse con el Papa. Hubieran sido todavía muchas más si las pésimas condiciones meteorológicas no hubieran desanimado a una población ya muy probada por las adversas circunstancias.

En nombre de todos ellos tomaron la palabra sucesivamente el arzobispo Molinari, el presidente de la región, Gianni Chiodi, y el alcalde Massimo Cialente, que se ha mostrado muy batallador para asegurar a sus conciudadanos las mejores condiciones de vida posibles en tan trágica circunstancia. Delante del podio, presidido por un crucifijo medieval rescatado de las ruinas de una iglesia, y de la imagen de la Madonna di Rojo, milagrosamente salvada del terremoto, estaban presentes todas las fuerzas vivas que han demostrado sus extraordinarias calidades humanas durante y después del terremoto: los millares de voluntarios de Protección Civil, los bomberos de la Cruz Roja, los equipos de rescate, soldados, médicos y enfermeros y un sinfín de personas abnegadas que siguen al lado de las víctimas de esta catástrofe. “Gracias por todo lo que habéis hecho -les dijo el Papa-, pero gracias sobre todo por el amor con que lo habéis hecho. Gracias por el ejemplo que habéis dado”.

Deseo subrayar -añadió el Pontífice- el valor y la importancia de la solidaridad que, si bien se manifiesta especialmente en los momentos de crisis, es como un fuego escondido bajo las cenizas. La solidaridad es un sentimiento altamente civil y cristiano y asegura la madurez de una sociedad. En la práctica se manifiesta en las obras de socorro, pero no es sólo una eficiente máquina organizada; es un alma, una pasión que deriva de la gran historia civil y cristiana de vuestro pueblo. También a esto quiero hoy rendir homenaje”.

Benedicto XVI depositó después una rosa de oro a los pies de la estatua de la Virgen, “como signo de mi oración por vosotros” y concluyó el acto con una plegaria donde pedía a María que nos diera “sus ojos para ver más allá de la muerte la luz de la resurrección, danos tu corazón para continuar también en la prueba amando y sirviendo”. Antes de regresar a Roma, el Santo Padre tuvo ocasión de estrechar muchas manos, acariciar a quienes buscaban consuelo entre sus brazos, pronunciar palabras de ánimo. “Es mucho más impresionante de lo que uno puede imaginarse viendo las imágenes de la televisión”, comentó a uno de sus acompañantes abandonando L’ Aquila.

Audiencias diplomáticas

el-papa-y-carlos-inglLa víspera del viaje, el protocolo vaticano estuvo muy ocupado con las sucesivas audiencias al presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, y al príncipe Carlos de Inglaterra con su esposa Camilla. Con el primero, el Papa habló -según el comunicado conjunto- de “cuestiones referentes a las relaciones entre fe y razón y al diálogo interconfesional e interreligioso”. Algunos periódicos italianos han apuntado la hipótesis de que el hombre de Minsk haya ofrecido su capital como posible territorio de un encuentro entre el Papa y el Patriarca Kirill de Moscú y de todas las Rusias.

Con el príncipe de Gales y la duquesa de Cornualles, la conversación se centró en “la promoción humana y el desarrollo de los pueblos, y la defensa del medio ambiente”. Camilla -divorciada del católico Andrew Parker Bowles– se presentó en el Vaticano vestida de negro y con un velo del mismo color.

PREMIO A UN MUÑIDOR DEL DIÁLOGO

fco-vazquezAl embajador de España cerca de la Santa Sede, Francisco Vázquez, le ha sido concedida por el Papa la Gran Cruz y la Banda de Caballero de la Orden Piana, una distinción que quiere destacar y premiar la dedicación y empeño extraordinarios de nuestro representante diplomático. 

La ceremonia tuvo lugar en uno de los salones de la Secretaría de Estado, y el embajador -acompañado por su esposa María del Carmen– recibió las condecoraciones de manos del jefe de Protocolo, monseñor Fortunatus Nwachukwu. A continuación, manifestó su “compromiso para seguir trabajando en el fortalecimiento del diálogo, de la colaboración y de los acuerdos conseguidos en estos últimos años entre la Santa Sede y el Gobierno de España”.

Francisco Vázquez presentó sus cartas credenciales ante Benedicto XVI el 20 de mayo de 2006, por lo que está a punto de cumplir tres años en su delicada misión. A sus esfuerzos se debe, en efecto, el clima sereno que reina en las relaciones entre el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y la Santa Sede, no obstante las discrepancias de fondo en torno a algunos problemas. El embajador mantiene excelentes relaciones personales con las más altas jerarquías vaticanas y de la Iglesia española, y ha convertido el Palazzo di Spagna en una plataforma de diálogo.

apelayo@vidanueva.es 

En el nº 2.658 de Vida Nueva.

Compartir