Javier Cercas: “La ficción es indispensable para entender la realidad”

Publica ‘Anatomía de un instante’, la reconstrucción del 23-F a partir de la imagen de Suárez, Carrillo y Gutiérrez Mellado

javier-cercas(Juan Carlos Rodríguez) Anatomía de un instante (Mondadori) es un ensayo, una crónica, todo en una, del 23-F, quizás como no se había escrito hasta ahora, aunque Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1964) advierte que es todo menos una novela… aunque, en fin, es el lector quien debe decidirlo. Aun así, la compara con la novela que le hizo famoso, Soldados de Salamina (Tusquets): “Ahí el protagonista era un tipo que quería escribir una crónica y hace una novela, y aquí quiere escribir una novela y hace una crónica, para darse cuenta de que al final necesita la ficción. Trata, por tanto, de cómo necesitamos la ficción para interpretar la realidad”. O sea, que para entender el 23-F necesitamos de la ficción. Esa es la enseñanza de una obra que reescribe el golpe de Estado a partir “de la imagen de tres tipos que deciden no tirarse al suelo”.

El libro parte de una pregunta elemental: ¿por qué ellos tres y no otros? Ellos son, ya se sabe: Adolfo Suárez, el general Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo. “Hubiese deseado que alguno más se hubiera quedado de pie”, afirma Cercas, quien cree que, con su obsesión por el golpe de Estado que le ha perseguido durante diez años, se ha aproximado todo lo posible a la verdad: “No creo que existan enigmas sobre el 23-F, lo sabemos todo”. 

¿Por qué contar de nuevo el 23-F?

Espero haber aportado un modo de verlo. El libro surge a partir de una imagen, concreta y elemental al mismo tiempo, que me fascinó. Una imagen que, además, estaba preñada de sentido. La de Adolfo Suárez sentado en su escaño mientras que unos tipos tiroteaban el Congreso de los Diputados. Y me hice la pregunta que se haría un niño: ¿Por qué el sí se mantuvo sentado, como Carrillo y Gutiérrez Mellado, y no los demás? Ahí nace el libro.

¿No en esa imagen con la que acaba su libro de un padre suarista y un hijo, en este caso usted, antisuarista, que no comprende su apego a aquel presidente?

Entonces tenía 19 años y no pensaba siquiera en ser escritor. Así que ni se me pasaba por la cabeza escribir sobre el golpe. Creo que el origen remoto, quizás, es posterior, quizás aquel artículo de Hans Magnus Enzensberger hablando de “héroes de la retirada”, héroes morales originados en la transición de dictaduras a democracias en el siglo XX. Entre los que cita a Gorbachov, Jaruzelski y Suárez. ¿Por qué a Suárez? Leerlo me hizo pensar sobre ese personaje que yo despreciaba de joven.

¿Ya no piensa de la misma manera?

Estoy en contra de la canonización de Suárez, tanto como de su demonización. Lo que ocurre es que cuando me pongo a trabajar en el libro descubro a un personaje poderoso… Era un tipo complejo, que hizo una cosa que me parece muy difícil, como pasar de una dictadura a una democracia. Y esa operación, esa jugada, le sale increíblemente bien. Era un tipo muy transparente, tanto, que acaba siendo misterioso. Pero sus propios errores, su propia inoperancia, no hay que olvidarlo, también formaron parte de la placenta del golpe. Esa que se gestó, incluido el Rey, al apurarse el acoso a Suárez hasta extremos temerarios.

¿Por qué una crónica y no una novela?

Me di cuenta de que el 23-F estaba envuelto en una espiral de ficciones, leyendas, bulos y mentiras. Me pareció redundante añadir más ficción a toda la que ya había. Pero eso lo acabé de ver cuando ya tenía escritas 400 páginas de una novela. Así que comencé de nuevo. Aunque prácticamente he mantenido la misma estructura. No sé muy bien si es ensayo, crónica o qué. Es un libro raro, como toda mi obra. Suelen ser libros que bordean distintos géneros. No es ficción, pero es literatura.

Literatura construida a partir de un vídeo…

El problema del 23-F es que no hay documentos. El origen y el final de mi libro, la grabación de 35 minutos del golpe en el Congreso de los Diputados, es el único. Lo que he hecho es verlo con la máxima atención. No he hecho otra cosa que mirar, escuchar y leer con atención, con la máxima atención posible, y ver qué hay detrás. Lo enigmático es lo que todos hemos visto y no nos hemos enterado. 

¿Qué vio en ese vídeo?

Lo que nos muestran cada mes de febrero son diez o doce segundos en los que se produce el tiroteo y los diputados se echan al suelo, pero el vídeo completo es electrizante y tiene un valor tremendo, aunque apenas se ha emitido en TVE una o dos veces. Tiene imágenes fantásticas.

javier-cercas-2¿Por ejemplo?

El final es una obra maestra del cine… con ese plano absurdo, desgarrador, de manos, acreditaciones y confusión. Como si un realizador hubiera querido acabar con una gran metáfora de lo que estaba ocurriendo. Es paradójico como todo el cine norteamericano de los años 70 nace de la obsesión por el vídeo del asesinato de Kennedy. Y aquí tenemos un vídeo equiparable, si no mejor, y no le hemos sacado suficiente partido.

¿Le hubiera sido posible escribir este libro sin el éxito de ‘Soldados de Salamina’?

Seguramente, no. Por muchos motivos. Prácticos y no prácticos. Un escritor es la experiencia que acumula. En Soldados de Salamina miro hacia la guerra civil a través de un gesto, y aquí hago lo mismo mirando hacia el 23-F y la transición. Lo que ocurre es que aquel gesto estaba escondido, y éste, el de Suárez, Carrillo y Gutiérrez Mellado negándose a echarse al suelo, ocurrió a la vista de todo el mundo. En cierto modo, sí que les une la búsqueda de la heroicidad y de la lealtad.

Simbólicamente, “ese gesto nos salvó”…

Ese gesto de tres tipos que no creían en la democracia, y no creyeron hasta muy tarde, acaba con la posguerra y con la transición. Y ahí comienza la democracia. Curiosamente, el destino a corto plazo de aquellos tres tipos fue terrible. A partir de entonces desaparecen. Carrillo, después de intentar aferrarse al poder. A Gutiérrez Mellado lo mandaron directamente a la jubilación, aunque salió literalmente destrozado del golpe. Y Suárez fracasa en las siguientes elecciones. Y cuando desaparece de la política nadie lo llora. Ahora, sí.  

¿Y el Rey?

El golpe de Estado blinda la corona, es evidente. El Rey paró la intentona, nadie podía haberlo hecho salvo él. Mas se equivocó también, hizo cosas que no debía hacer en los meses previos que facilitaron el golpe, pero rectificó a tiempo. Como se equivocó gran parte de la clase política, que actuó con irresponsabilidad. Cualquier político o periodista veterano lo sabe. Pero al final hizo lo que tenía que hacer.

¿A qué se refiere?

El país vivía una gran depresión colectiva, una psicosis a partir de los 80 de que la democracia fracasaba, de que Suárez no gobernaba, de que no hacía nada. Y se comienza a decir que hay que hacer algo. Es la histeria de la clase política, incluso del Rey. Estábamos ensayando un sistema y nadie sabía muy bien cómo funcionaba aquéllo. 

La conclusión más inmediata de su libro es que apenas “nadie estuvo a la altura” aquella noche… 

Hubo mucha pasividad. La gente se metió en casa a ver qué pasaba. Algunos altos mandos se pusieron incondicionalmente a las órdenes del Rey, como Quintana Lacacy. El resto se calló. Alcaldes, partidos políticos, Iglesia, empresarios, todos se callaron. Nadie dijo nada. Ni la ciudadanía, que ni siquiera salió a la calle como en el 36. El miedo a la guerra, el recuerdo de la guerra, nos maniató a todos.

¿El golpe fue una chapuza? 

Quizás. Pudo prepararse mucho mejor. Pero ése es el problema. Fue una chapuza y estuvo a punto de salir bien. Imaginemos qué hubiera pasado si hubiera estado bien organizado. Se lo pusieron muy fácil a los militares.

En el nº 2.657 de Vida Nueva.

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