“La Iglesia, otra vez, está en la avanzadilla de la solidaridad”

Colectivos católicos piden que la Ley de Extranjería no criminalice la ayuda a los inmigrantes ‘sin papeles’ 

jose-luis-segovia(Miguel Ángel Malavia. Foto: Luis Medina) La Iglesia, una vez más, está en la avanzadilla de la solidaridad y en la defensa de los que sufren. Los mejores de los nuestros siempre están en la trinchera de la marginación, testimoniando con su presencia, viva y clara, lo que significa ser cristiano”. Así se expresó, en declaraciones a Vida Nueva, el sacerdote y profesor de Ética Social en la UPSA, José Luis Segovia, tras el acto de entrega, el 27 de marzo en el Congreso de los Diputados, de 7.000 firmas contra algunos puntos del proyecto de reforma de la Ley de Extranjería (ver aquí). 

La iniciativa, promovida por la Plataforma Salvemos la Hospitalidad -de la que forman parte varios colectivos católicos y de la que Segovia es portavoz-, pide la retirada de los artículos que sancionan la atención a inmigrantes en situación irregular. A juicio del sacerdote, este punto supone un “atentado gravísimo contra los derechos humanos”, pues lo que en principio puede estar dirigido a combatir a las mafias que explotan a los ‘sin papeles’, “acaba criminalizando a quienes sólo buscan facilitarles hospedaje, apoyo y manutención”. Para los denunciantes, es “evitable” esa confusión, pues en el artículo siguiente se menciona expresamente a quienes, “individualmente o formando parte de una organización”, favorecen la inmigración clandes- tina “con ánimo de lucro”. Por ello exigen una nueva redacción de la ley en la que se castigue “sólo a los extorsionadores, y no a los hospitalarios”. 

Asimismo, también se exige la retirada del artículo que establece, en determinados casos, “la expulsión de aquellos extranjeros legales que presten este ejercicio de solidaridad con los que carecen de papeles, aunque les unan lazos de amistad o familiaridad”. Además de la “perversión” que esto supone, hay una “desproporción superlativa”, pues para los nacidos en España “el máximo castigo es de una multa económica”.  

Falta de concienciación

Para el sacerdote, “se evidencia una falta de concienciación social en la defensa de algunos de los valores éticos fundamentales”, siendo el de “la solidaridad con el que sufre” uno que apela directamente al “deber ciudadano” de toda sociedad con una verdadera “cultura democrática y de los derechos humanos”. Para él, la Iglesia es un referente en este sentido, “tanto teórica y doctrinalmente como en la práctica cotidiana”, mostrando un modo fiel de “permanecer en la Cruz, junto a nuestros hermanos más desfavorecidos”. 

El profesor citó un reciente estudio según el cual el 70% de los españoles estaría a favor de que el Gobierno favoreciera la vuelta a sus países de los extranjeros legales en paro. “Es una clara muestra del miedo al diferente, que se incrementa en tiempos de crisis. La xenofobia y el racismo crecen aún más en los momentos complicados, lo que evidencia un indudable utilitarismo. Ahora es cuando se percibe como un problema a quienes no son sino personas que se encuentran en una situación extremadamente difícil; lo que en el fondo se echa en falta es la capacidad de ponerse en el lugar del otro”, señala. En su opinión, esta “paranoia” es la que lleva a la redacción de leyes como la que critican, “alcanzándose el extremo de perseguir y criminalizar a los propios españoles o inmigrantes legales que sólo buscan ayudar a otros seres humanos”. 

Segovia, al pie de la escalera del Congreso, se declaró “convencido” de que los parlamentarios “acabarán atendiendo nuestras peticiones”, pues es de “lógica y sentido común” que la hospitalidad ha de ser “seña de identidad de todas las culturas y pueblos”. El portavoz de la plataforma concluyó remitiendo a la carta que le han enviado al presidente del Congreso, José Bono, y que encarna el conjunto de sus reclamaciones: “Está en juego la dignidad de quienes decidimos vivir en un Estado de Derecho. (…) El respeto a la dignidad del otro se torna en garante de la nuestra. Ninguna ley puede ahogar la hospitalidad, no se puede sofocar el impulso natural irrefrenable de todos los seres humanos hacia el cuidado del otro, por muy sin papeles que venga. (…) La dignidad de la persona no se documenta, sencillamente se tiene. La nuestra, la de los ciudadanos españoles, se juega en el vigor ético y la fibra humana con la que legislamos”.   

En el nº 2.655 de Vida Nueva.

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