La banda sonora de la Semana Santa

jesus-nazareno(Maite López Martínez) La Semana Santa, en sentido genérico, suena a vacaciones, pausa laboral o, cuanto menos, a descanso. Para una minoría de privilegiados, sin embargo, es un momento importante y significativo en la vida personal y comunitaria. Pero no cabe duda de que, en cualquier caso, se trata de un tiempo intenso. No es para menos. El meollo del mensaje y de la vida cristiana se celebra durante estos días. No sólo en los oficios litúrgicos o en las devociones populares, sino también (mezclado con folclore y cultura) en las calles de nuestros pueblos y ciudades. Si hay un sonido bien característico de esta semana es la música que acompaña las procesiones.

No es música de relleno ni de adorno, aunque pueda parecerlo. Destaca, con una fuerza impresionante, la percusión. España, durante ocho días, suena permanentemente a tambores. Se me antoja pensar que tengan su origen en las marchas fúnebres de la época romántica o, más aún, que estas expresiones musicales posean una remota conexión medieval con los bombos que acaso acompañaban a quienes iban a ser ajusticiados públicamente en la plaza. Es un sonido penetrante, rítmico, seco, perfectamente acompasado, cual latido del corazón, que parece salido de las entrañas de la misma tierra. Tan impresionante o más que este latido es el denso silencio que acompaña muchas de esas procesiones. El espectáculo sonoro es impresionante, sobrecogedor, emocionante. Junto con la percusión se oyen, con no menos estruendo, las cornetas y trompetas, haciendo sonar melodías simples y escuetas. Y, de vez en cuando, una saeta rompe la monotonía y eleva los ánimos hasta hacer brotar las lágrimas. Una banda sonora espontánea, que se desarrolla en un escenario callejero, perfecta para acompañar el drama que transformó la Historia y le dio un giro radical: el de Jesús, el Nazareno.

En el nº 2.654 de Vida Nueva.

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