“Que salga a la luz y vea…”

grupo-monjas(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) Del 20 al 22 de marzo, la Escuela Regina Apostolorum (ERA), de Madrid, ha celebrado un encuentro de juniores, ellos y ellas, con notable éxito de participación.  Este dato nos ofrece, al menos, seis aspectos que podemos contemplar.

Uno. Que hay juniores: han participado 175.

Dos. Que los juniores necesitan encontrarse, hacer camino unidos. Es un signo de los tiempos y “mirar para otro lado” o hacer parcelas y dividir fuerzas es un error. La Iglesia es, felizmente, plural y la diversificación de ministerios y carismas es una de sus esencias… ¿Por qué no apoyar las iniciativas que aglutinen?

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Tres. Que no son justos algunos análisis y conclusiones derrotistas. La vida consagrada sigue convocando. En el horizonte no se ven grandes números, pero se ven personas que quieren entregarse plenamente a la causa del Reino. Seguir mucho tiempo en el discurso del “no” condiciona la realidad. Hay vocaciones, son necesariamente distintas y menos numerosas, pero las hay… porque hay vida.

Cuatro. Este tiempo es de CARISMA, con mayúsculas, y de minimización de las peculiaridades carismáticas. Dicho de otro modo, no es época para acentuar nuestras diferencias, sino para trabajar y cuidar la misión coral que todos los consagrados debemos ofrecer en  la Iglesia… Estamos hablando de una convocatoria especial, pero la escuela citada ofrece cursos de acompañamiento y formación a lo largo de todo el año… ¿Qué seguimiento están teniendo por parte de las casas de formación?

Cinco. Se da en los juniores la misma constante que en toda la Iglesia y en sus diferentes estados de vida. La mayoría, mujeres. En este encuentro, 150 junioras y 25 juniores, más o menos.

Seis. La vida consagrada es un don universal y para todos los rincones del mundo. Ese fin de semana se congregaron religiosos de 20 ó 25 nacionalidades de procedencia. No han nacido en España pero,  ¿quién se atreve a decir que no es la vida consagrada española? La multiculturalidad es algo más que un titular; es uno de los rasgos distintivos de los consagrados hoy y aquí.

Se han reunido por una causa muy concreta: abordar todos juntos los sacramentos y la liturgia en el proceso de formación, como fuente y expresión de la vida. Como bien decía el subtítulo del encuentro, la vida nos lleva a los sacramentos y éstos nos devuelven a la vida. No es extraño el éxito. Celebramos como vivimos y vivimos como celebramos. Las generaciones más jóvenes de nuestros institutos traen un estilo nuevo y unas necesidades propias de su edad y cultura, y necesitan encontrar aquel ritmo y expresión celebrativa más coherente con su etapa. Se trata de hacer lo de siempre, pero no de la misma manera. Y, en este sentido, este aire fresco y multicultural puede ser una buena inyección de vida a algunas liturgias comunitarias que, aunque coherentes en el ritmo, no siempre son expresión de celebración festiva.

Un buen grupo de profesores, conocedores de las generaciones más jóvenes y que además creen en ellas, han acompañando el encuentro: Cristo Rey, cmf.; Elvira San Juan, hcsa.; Lorenzo Trujillo, Pbro.; Olga de la Cruz, ocd; y Fernando Millán, o. carm.

religiosasTrinitarias, Madres de los Desamparados, Concepcionistas, Hermanos de San Juan de Dios, Carmelitas (ellas y ellos), Agustinos Recoletos, Claretianos, Hermanos de la Cruz Blanca, Agustinas del Amparo, Hermanitas de la Anunciación, Hnas. de la Caridad de Santa Ana, Jerónimas de la Adoración, Presentación de María, Pureza de María, Filipen- ses, Misioneras Cruzadas de la Iglesia, Angélicas y Calasancias han participado en este curso. No son las únicas congregaciones que tienen jóvenes. Éstos estuvieron y es evidente que vuelven a su misión con aliento porque han encontrado cauce y formas para expresar, desde la fidelidad, la novedad que su juventud exige. Evocan el himno conocido de la liturgia de las horas: “Quien diga que Dios ha muerto, que salga a la luz y vea si el mundo es, o no, tarea de un Dios que sigue despierto…”. Sobre todo, pensando en aquellos que se empeñan en no ver presente y futuro en la vida consagrada.

MIRADA CON LUPA

En la vida consagrada hay jóvenes. Traen en sus espaldas experiencias y culturas muy diversas… Pero son jóvenes que quieren hacerse y ser. Hay que dejarlos y saberlos acompañar. Necesitan encontrarse y darse fuerza. Necesitan compartir y contrastar… Además de asumir los valores y tradiciones de su congregación, están asumiendo el color y calor de la cultura española a la que quieren servir. Hay que ofrecer tiempo y serenidad… valores que no siempre tenemos.

Quizá estos jóvenes desordenen un poco nuestras liturgias de mayores… ¡bendito desorden si nos devuelve la vida!

lagonzalez@vidanueva.es

 En el nº 2.654 de Vida Nueva.

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