El día a día de la mujer trabajadora

teresianas-con-adolesc(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) Hace poco, cuando celebrábamos el Día de la mujer trabajadora, pensé en las mujeres consagradas que desgranan su tiempo en un trabajo silencioso con conciencia de misión. Y quiero aludir a dos. Son hijas de María Auxiliadora. Son mujeres con empuje de aventureras, sensibilidad de artistas y ternura de madres. Consagradas y trabajadoras. Se llaman Vito y Nuria. Una trabaja en Madrid y otra en Cantabria. Son sus nombres, pero no son las únicas. Ellas nos cuentan su vida, sus trabajos y desvelos. Las dos tienen familia: una comunidad de salesianas y seglares que, en misión compartida, hacen común y viva la tarea.

Vito y Nuria están con los más débiles, los más pobres… porque la pobreza es especialmente desgarradora cuando se ensaña en los niños o se manifiesta en la violencia que no respeta a la mujer. Una está acompañando niños -siendo madre-, otra a mujeres que llegan muertas de miedo por una violencia enferma y cruel, que llamamos de género. Con éstas, está nuestra salesiana siendo hermana en el temor.

Nuria dice que los niños “llegan como llegan…”, que uno tiene que desmontar todo lo que cree como valor seguro para escuchar y amar la voz y la mirada de esos seres a quienes se les ha roto la inocencia… Una criatura nace en un hogar y lo llena de felicidad; estos niños llegan al hogar que han creado las salesianas, después de una ruptura, una agresión, muchas horas de soledad o mendicidad… Reconstruir eso, dice Nuria, cuesta mucho y, sobre todo, te interroga “porque te pregunta por las muchas seguridades de tu vida”. El camino está lleno de dificultades, pero es camino. La oportunidad de personalizar la ayuda, compartirlo todo, dejarte engañar… y volver a empezar, te hace llegar a lo más gratificante, en palabras de Don Bosco: descubrir la fibra que cada persona tiene accesible al bien.

Vito está en un centro de acogida de mujeres maltratadas. Jóvenes  inmigrantes en su mayoría. Niñas que dejaron de serlo precipitadamente y que, unido al temor de estar fuera del propio país, viven la continua amenaza de que aparezca el agresor. Ahí, con ellas, un grupo de salesianas viviendo los consejos evangélicos y dándoles sentido. Los votos, que son la expresión más clara del amor, conviviendo con quienes han sufrido la desolación y el destrozo interior del desamor. Vito es valiente, pero muy consciente de cómo una vida deteriorada te va consumiendo, porque es imposible estar con el que sufre sin que te contamine el sufrimiento… No se trata sólo de arropar; el reto es reconstruir y soñar con ellas un futuro.

Nuria y Vito no son las únicas mujeres consagradas-trabajadoras. Hay muchísimas. Vedrunas, Oblatas, Adoratrices, Hijas de Cristo Rey, Hermanitas de Jesús, Hijas de la Caridad… están en el día a día, en el silencio y la alegría de los pequeños triunfos. No son las salvadoras de todos, pero con los pocos que están son noticia de salvación. 

Hace poco, un niño acogido fue entregado en adopción. En la fiesta de despedida dijo que le daba pena irse, porque había encontrado amigos de verdad y le extrañaba sentir pena porque había estado el mismo tiempo que en el primer lugar de acogida… El dato no es la alegría de este niño de ocho años, sino la trayectoria que, con su corta edad, acumula.

Nuestras salesianas están contentas, pero no satisfechas. Viven con los restos de una sociedad de bienestar y saben que urge un trabajo en red: instituciones públicas, ONG, Iglesia y congregación. Todos hacemos falta para poner “sentido común” al sinsentido del dolor de inocentes. Ellas lo hacen como consagradas, transmitiendo que Jesús llena sus vidas de amor, pero hacen falta manos y ayuda, vengan desde donde vengan. Es misión que suma a todos cuantos buscan el bien.

MIRADA CON LUPA

La mujer en la Iglesia tiene una fuerza especial, por la calidad y la cantidad. Malo es tener que dedicar un día a reconocerlo. La mujer consagrada está siendo, en muchos casos, la fuerza de la consagración. Y, además, donde hay que serlo: entre los pobres. Que nuestras palabras se acaben, que lo digan cuantos desheredados están recuperando la sonrisa gracias a la cercanía de una mujer, consagrada, creyente, valiente y directa… El presente y el futuro de las instituciones pasan por un desplazamiento hacia los débiles y, ahí, la mujer trabajadora-consagrada engendra la plenitud de su amor y la maternidad de su misión. La mujer consagrada es trabajadora como Marta… pero no debe olvidar “la mejor parte”. 

lagonzalez@vidanueva.es 

En el nº 2.653 de Vida Nueva.

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