Gianfranco Ravasi: “El diálogo intercultural no es una opción, es una realidad”

Entrevista íntegra con el presidente del Pontificio Consejo para la Cultura

ravasi(Texto y fotos: Darío Menor) El arzobispo italiano Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, es uno de los intelectuales más respetados de la Curia romana. Desde el privilegiado observatorio de su dicasterio, explica con lenguaje y vehemencia académica la disolución cultural de Europa y su conciencia cada vez más agrisada. Ravasi propone la superación del concepto de multiculturalidad por el de interculturalidad y desmonta las teorías sobre la globalización introduciendo la idea de “glocalización”. A la Iglesia le propone cuatro recetas para que vuelva a ser generadora de cultura: tratar de forma seria el problema del lenguaje y de la comunicación; volver a los temas últimos; afrontar con valentía el diálogo entre fe y ciencia; y reflexionar sobre la no creencia.

ravasi-2¿Cuál es su diagnosis de la situación cultural de Europa?

En el Occidente europeo, la impresión fundamental para una persona que sigue la realidad cultural es que vivimos en una atmósfera gris. En otros períodos, los colores estaban marcados y había diferencias. Esto era así hasta en el plano ideológico, donde existían, por ejemplo, el marxismo y el sistema cristiano. Se trataba de dos formas de analizar la realidad desde dos perspectivas totalmente diferentes. Ahora, sin embargo, nos encontramos en una época en la que las diferencias se han disuelto y, lamentablemente, todo lo domina el color gris. Lo mismo ocurre con el ateísmo actual, que no tiene figuras importantes y problemáticas que deban ser consideradas por el creyente. La figura de Nietzsche, por ejemplo, era tan importante que el creyente no podía prescindir de ella. Ahora, sin embargo, las figuras del ateísmo utilizan una forma de ironía y sarcasmo que convierten sus tesis en un juego de sociedad. De esta forma pierden la gran calidad que antes existía en las tesis intelectuales del ateísmo. La presencia del gris afecta a toda la sociedad occidental, que cada día se vuelve más banal. Un ejemplo de ello lo tenemos en los medios de comunicación y, especialmente, en la televisión. Esta tendencia no le es ajena al creyente, que adopta en su fe formas superficiales. Así nacen, por ejemplo, las creencias new age que combinan al mismo tiempo el mensaje y el masaje y convierten la Eucaristía en una dieta. Me refiero a esa espiritualidad de los colores, de las piedras, que ya no toca los grandes temas que preocupan al hombre.

¿Son los autobuses con mensajes ateos que han surgido en varios países europeos una muestra de este “color gris” al que se refiere?

Sí, por supuesto. Durante el iluminismo había una confrontación intelectual entre pensadores creyentes y ateos. Ahora, sin embargo, todo se deja a estas formas que son casi de divertimento. Otro ejemplo son los libros ateos que se publican, los cuales están llenos de sarcasmos y lecturas de textos fundamentalistas cristianos para atacar la religión. Lo mismo ocurre con las ceremonias que hacen las asociaciones ateas, que no tienen el sabor de una reflexión seria, sino que participan en un clima de espectáculo que tantas veces contamina a la política.

¿Y en América Latina, cómo valora la situación cultural?

Un proceso similar se puede encontrar en esta región con el fenómeno de las llamadas sectas cristianas, las cuales muestran una religiosidad que permite de forma fácil entrar en el horizonte trascendente con un recorrido simple. Estas sectas tratan de construir la fe con valores materiales.

¿Aprovechan las sectas pentecostales la pobreza como terreno abonado para su expansión?

Sí, les resulta más fácil proponer su narcótico espiritual en estas zonas porque apoyan su mensaje de ayudas materiales inmediatas. Con lo poco que te dan, te hacen creer que se trata de una espiritualidad de evasión de la realidad. Pienso que se trata de un gran problema, cuya base inicial es cultural, ya que tratan de establecer una nueva sociedad con su teología de la prosperidad. Además, también suponen un grave problema pastoral. Aparte de este fenómeno, hay que señalar el importante nexo que la población de América Latina sigue manteniendo con sus tradiciones locales. Esta situación requiere un difícil equilibrio entre el sincretismo y el rechazo a la cultura indígena.

ravasi-3¿Qué le parece el caso concreto de Bolivia, que recientemente ha cambiado su Constitución y contempla tanto la raíz católica como las creencias indígenas?

En teoría, el hecho de que se conserven las propias raíces es positivo. Pero, en Bolivia se trata de una actuación de tipo político que, en cierta forma, pretende minimizar la tradición católica. El gran reto sería repetir la gran labor de Bartolomé de las Casas, que llevó el cristianismo a esta energía local consiguiendo que la fe católica saliera enriquecida.

¿Qué propone el Pontificio Consejo que usted dirige para que la Iglesia sea nuevamente creadora de cultura?

Ahora el trabajo es mucho más complicado que antes, porque no tienes frente a ti una pared, sino una masa inconsistente como es la cultura contemporánea. Creo que es necesario volver a comenzar desde el principio. Le doy algunos ejemplos. El primero es que hay que volver a afrontar de forma seria el problema del lenguaje y de la comunicación, que son asuntos fundamentales en la sociedad contemporánea. Han surgido, además, nuevas gramáticas que hacen que no podamos seguir con las formas antiguas de comunicar, valiéndonos sólo de documentos asépticos. Estos deben seguir existiendo, pero tenemos que utilizar el lenguaje informático.

¿El nuevo canal del Vaticano en ‘Youtube’ es ejemplo de las nuevas aplicaciones?

Sí, pero lo ideal es que no ofrezcamos sólo los discursos del Papa, sino también una exégesis. Se debe mantener el lenguaje de referencia en la Iglesia, pero al mismo tiempo hay que ofrecer comentarios realizados en el lenguaje actual, que se sirve más de frases breves y símbolos. Es necesario reencontrar la antigua capacidad de la Iglesia de comunicar. Recordemos que en el pasado existían grandes comunicadores y que el arte era una herramienta muy valiosa para transmitir los mensajes. Debemos ser conscientes de que los nuevos lenguajes pueden empobrecer el mensaje, pero es indispensable que los adoptemos. San Pablo ya hizo este proceso cuando utilizó el griego para referirse a los antiguos términos hebreos del cristianismo.

Las grandes cuestiones

Aparte de en la comunicación, ¿de qué otras maneras la Iglesia puede volver a situarse como generadora de cultura?

Debemos tener el valor para volver a los temas últimos, que están presentes en todas las grandes religiones. Sería un error ocuparnos sólo de los problemas sociales y restringirnos a las actividades caritativas. Es obvio que estos asuntos son importantes, pero lo fundamental del catolicismo debe ser dar una respuesta a la cuestión vida-muerte y verdad-mentira, al tema del amor, el dolor, el mal, el sentido de la vida. Son las grandes cuestiones de las que la cultura contemporánea ya no se ocupa. Es curioso lo que me decía en este sentido un gran artista, quien me confirmó que el arte actual no se interesa por la belleza ni por el mensaje. Pienso que debemos tener el valor de ir contracorriente y proponer estos temas, ya que son estructurales de la persona. Recordemos a Pascal, que decía que el hombre supera infinitamente al hombre. Es decir, el hombre siente la necesidad de ir más allá. Estas preguntas el ser humano se las hace siempre, especialmente en los momentos difíciles o de alegría. El tercer elemento que contribuiría a relanzar el papel de la Iglesia como creadora de cultura viene del diálogo entre fe y ciencia. Se trata de un tema incandescente debido al pasado, pero es indispensable que lo afrontemos. Primero porque la ciencia se ha convertido en uno de los más altos símbolos de la cultura contemporánea. Ésta ya no está basada en la literatura, como en el pasado. Hoy, hablar de cultura, es hablar de científicos. Por eso tenemos que tenerles en cuenta. Se debe decir tanto a la ciencia como a la teología que ninguna de las dos resuelve de manera completa las cuestiones de la persona humana. Si la religión y la filosofía dan un sentido a la vida, la ciencia explica cómo se produce.

Diálogo fe y ciencia

ravasi-4¿Considera entonces una intromisión que los científicos hablan de cuestiones éticas?

El problema es que cuando se refieren a estos temas lo hacen siguiendo su propia conciencia y no tienen en cuenta lo que la filosofía y la teología dicen, de forma mucho más profunda, sobre estos temas. También hay que tener en cuenta lo que dicen los científicos. Por ejemplo, una vez demostrada la certeza de la evolución, el teólogo debe preocuparse de explicarla dentro de la globalidad del ser humano. Se trata de un problema muy complicado pero, si queremos simplificarlo, debemos decir que la fe y la ciencia se deben escuchar mutuamente. Finalmente, para terminar mis propuestas sobre como recuperar el terreno de la cultura, considero que hay que reflexionar sobre el terreno de la no creencia. Debemos preguntarnos quiénes son nuestros interlocutores. Además, tenemos que tener en cuenta los fenómenos globales que están sucediendo porque, gracias al lenguaje informático, podemos tener acceso a todo el panorama mundial. La religión cristiana debe afrontar la homogeneización de la cultura que se está dando en todo el planeta. La globalización de hoy no es la que predecían los grandes operadores económicos y financieros de Occidente. El fenómeno que realmente se ha producido es la “glocalización”, con el cual todos nos convertimos en personajes expuestos a los mismos modelos pero, al mismo tiempo, emergen cada vez con más fuerza identidades locales muy diferenciadas. Estas identidades están obligadas a relacionarse, ya sea a través del enfrentamiento o del diálogo. El cristianismo debe jugar un papel clave en ese entendimiento, consiguiendo que se logre un “dueto” entre culturas en el que ambas se expresan con voz propia y de forma armónica.

¿Y la Iglesia, a qué nivel del diálogo se encuentra más cómoda: en las realidades locales o en el estadio global?

La Iglesia debe responder en ambos niveles. Su mensaje es universal, pero debe ser aplicado a nivel local. Por ejemplo, el próximo Sínodo sobre África, en el mes de octubre, es un símbolo de esta situación.

Hablaba antes de la importancia de la comunicación. ¿Considera que la Iglesia comunica bien?

Ésta para mí es una cuestión fundamental, prueba de ello es que será el tema de la plenaria del 2010 de este dicasterio. Creo que todavía queda mucho por hacer. Algunos de los problemas que surgen nacen de la mala utilización del lenguaje. Comunicar no es sólo transmitir noticias, también hay que tener en cuenta el contexto. Le doy un ejemplo. En el mundo de la televisión, que conozco bien, se trabaja durante semanas para realizar un anuncio publicitario que sólo durará unos pocos segundos. Debemos ser conscientes de esta importancia. La Iglesia tiene que ofrecer un producto que no sea ambiguo.

¿Y no cree que también debe ofrecer un mensaje positivo? Muchas veces la Iglesia comunica sólo como reacción, dando un “no” a una situación o idea con la que no está de acuerdo.

Es mejor anticiparse a los temas y, por tanto, también a las objeciones, que no ir a remolque. Creo que en ninguna época como en la nuestra la cuestión de la comunicación y del lenguaje ha sido tan fundamental. La televisión ha marcado el inicio de un nuevo tiempo. Aquella afirmación de que el medio es el mensaje no es del todo cierta, pero sí tiene una importante dosis de realidad. La evolución de la comunicación, además, es un terreno desconocido. La interactividad, por ejemplo, ha abierto una nueva fase que no se sabe dónde llegará. Se trata de una auténtica revolución que está cambiando el fenotipo antropológico, el modelo humano. El muchacho que está durante cinco horas delante de una pantalla jugando a la videoconsola o navegando por Internet es una persona diferente a mí. Yo provengo de una cultura diferente, habituada a adquirir el conocimiento por medio de la lectura.

Teniendo en cuenta sus conocimientos sobre el judaísmo, ¿cómo valora el diálogo entre esta religión y el catolicismo? ¿Cómo ha vivido la polémica nacida tras la rehabilitación de la Fraternidad San Pío X?

Es imprescindible el diálogo. Me he esforzado mucho por dar a conocer la herencia judía del cristianismo y siempre que he organizado alguna actividad al respecto me he encontrado con gran interés. Desde el Vaticano II se han hecho muchos avances en diversos campos, por ejemplo, en las distintas ediciones de la Biblia. Estas son las bases, luego las relaciones deben enfrentarse a tantos problemas teóricos y prácticos. El diálogo debe afrontar todas estas realidades y no circunscribirse a las cuestiones teológicas. El caso del obispo Williamson nos debe hacer conscientes de que hay que evitar la aparición del antisemitismo entre las comunidades católicas. Muchas veces estas posiciones se deben a la cristalización de creencias preconcebidas, lo que las hace muy difíciles de superar. También están apareciendo posiciones contra el islam que no distinguen entre el bien y el mal. La comunidad eclesiástica debe estar vigilante para evitar que surjan estos conceptos preconcebidos y recordar que el cristianismo es la religión del amor y del perdón.

ravasi-5¿Es el multiculturalismo un desafío o una oportunidad para la Iglesia?

Curiosamente, acabo de escribir un artículo en el que propongo la superación del concepto de multiculturalidad para introducir el de interculturalidad. La idea de multiculturalidad nace entre el siglo XVIII y XIX, cuando se toma conciencia de que existen diferentes modelos culturales y de que la cultura no es la misma para todos. Cambia incluso la propia conciencia del hombre. Con el multiculturalismo existe el riesgo de considerar la propia cultura superior y minusvalorar a las otras. El otro gran peligro es el del sincretismo, la búsqueda de un punto común entre religiones. Frente a estos dos extremos, nosotros debemos ser conscientes de que existen muchas culturas, las cuales pueden, en teoría, continuar viviendo de forma paralela. Un ejemplo de ello es la ciudad Nueva York, donde existen barrios en los que cada cultura se aísla. Se trata de un equilibrio de fundamentalistas, que se ignoran entre ellos. Sobre ellos sólo existe el ligero hilo conductor de la Constitución. El modelo de la interculturalidad, que otros académicos y yo proponemos, señala que los Estados deben tener en cuenta las particularidades de los modelos culturales de las minorías y aceptarlos si son compatibles con el modelo cultural del país y su legislación.

¿Le parece entonces correcto el camino que han tomado países como Canadá o Gran Bretaña, que permiten a sus ciudadanos musulmanes que regulen parte de sus cuestiones legales por medio de la ‘sharia’, la ley islámica?

Sí, pero deben estar muy atentos a que no se utilice esta vía para introducir, por ejemplo, modelos de opresión a la mujer que van en contra de la cultura general del país. No haré interculturalidad si acepto una parte de la cultura del otro que considero negativa. Otra cuestión es la de los lugares de culto y de reunión. Las minorías tienen derecho a solicitarlos, no obstante, el Estado se debe guardar la potestad de controlarlos.

¿Qué papel debe jugar la Iglesia en este proceso de interculturalidad? ¿Le parece bien a usted que, por ejemplo, ceda espacios físicos propios para que puedan reunirse inmigrantes de otras religiones?

Soy favorable a la colaboración encaminada a conseguir que la expresión de una cultura se haga de forma noble. Si, por ejemplo, los miembros de una cultura diferente necesitan un espacio para reunirse y expresarse, se lo debo facilitar. Si necesita apoyo para la formación y educación, también se debe favorecer. Se trata de una relación complicada a nivel práctico en muchas ocasiones. Hace falta un proceso educativo para que la interculturalidad sea en los dos sentidos, así nosotros aceptaremos esta presencia.

El grupo editorial que publica “Vida Nueva” ha editado el primer libro de texto de religión islámica de Europa. ¿Le parece éste el camino a seguir?

Me parece una iniciativa noble, que se puede llevar a cabo sin ningún problema. Sería interesante también estimular a la otra cultura a ser responsable de sí misma y autosuficiente, para que construya así su propia presencia e interculturalidad. Ellos deben ser capaces de adaptarse y cubrir sus necesidades, igual que nosotros también debemos prepararnos para acogerles y comprenderles. El diálogo intercultural no es una opción, es una realidad. Se debe hacer entre dos interlocutores con un rostro definido. El problema es que el nuestro está cada vez más difuso por la niebla gris a la que antes hacía referencia. Europa es un continente cansado, con una cultura agrisada. Es justo, como decía antes, ofrecerles espacio y apoyo. La Iglesia católica de Europa ha hecho muchísimo en este campo, mucho más que los Estados.

En el nº 2.652 de Vida Nueva (especial 50º aniversario).

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