España ya es tierra de misión

cura-dando-la-comunion(Miguel Ángel Malavia) ¿Es ya España ‘tierra de misión’? A pesar de que las encuestas del CIS indiquen que el 81% de los españoles se declaran católicos, ¿cuántos son los realmente practicantes en medio de una sociedad fuertemente secularizada? Si hay 18.000 misioneros españoles repartidos por los cinco continentes, ¿cuántos son los llegados de fuera que ya están evangelizando en nuestras fronteras? ¿Cómo acepta el fiel de a pie que algunos de quienes ahora le hablan de Dios provengan de lejanas tierras, evangelizadas en su día por  congregaciones salidas de España? ¿Tienen realmente capacidad de acción en la nueva evangelización los laicos ante el descenso de las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa? Reflejo de que es algo que preocupa, y mucho, a los obispos, es la presentación (el 26 de febrero) del documento Actualidad de la misión ad gentes en España. Se trata de una Instrucción Pastoral que fue aprobada el pasado 28 de noviembre en la XCII Asamblea Plenaria de la CEE. 

bautismoRamón del Hoyo, obispo de Jaén y responsable de la Comisión Episcopal de Misiones y Cooperación entre las Iglesias, como promotor del nuevo documento pastoral conoce bien las respuestas a estos interrogantes. En la presentación de la Instrucción ya dejó claro cómo se percibe la situación actual de la misión ad gentes en España: “Hoy, la misión está aquí, entre nosotros. Los tiempos han cambiado y mucho, por lo que es necesario reevangelizar España”. Refiriéndose a la descristianización latente, el prelado añadió que “ya hay personas que no son bautizadas y que no conocen el Evangelio, y otras que sí lo están, pero se han alejado de él”. 

Así, al constatarse que la misión en el interior de nuestras fronteras ya es tan importante, o más, que la exterior, la Pastoral busca extraer algunas de las claves que explican el por qué de esta situación, además de proponerse acciones concretas para tratar de invertir la tendencia. Pero he aquí la cuestión de base: ¿Es aún posible revertir las consecuencias de un secularismo que ha mermado de un modo progresivo las vocaciones al sacerdocio y la vida religiosa, así como la proyección de la Iglesia en el conjunto de la sociedad?

El propio documento es, en sí mismo, un intento de dar un giro al contexto actual, similar al del resto de Europa -en contraste con lo experimentado en el resto de continentes, donde lo religioso está en auge-. Pero ni mucho menos es el primero, pues la situación tiene unos orígenes profundos, que fueron observados años atrás. Así, en 2001 la CEE publicó el documento La misión ad gentes y la Iglesia en España. Luego, el Plan Pastoral para el Trienio 2002-2005 ya planetó la necesidad de convocar un Congreso Nacional de Misiones. Éste, que tuvo lugar en Burgos en 2003, fue “el punto de partida de esta pastoral”, como explica Ramón del Hoyo, puesto que ya entonces se reconoció que habían aparecido “nuevas situaciones sociales y religiosas” que exigían “una profunda reflexión”.

Fin de las fronteras

silueta-persona-rezandoTal y como recoge la Instrucción Pastoral, una de las causas fundamentales del cambio ha sido la conformación de “nuevas fronteras en la misión ad gentes”. “El proceso de globalización -afirma el documento-, el largo e intenso proceso de secularización de nuestra sociedad, las nuevas tecnologías de la comunicación, las oleadas de inmigración y de emigración han suscitado un proceso histórico en el que se han desplazado las fronteras de la misión ad gentes en su compresión tradicional. En consecuencia, los pueblos y las culturas se mezclan y la misión ad gentes ya no está solamente más allá de nuestras fronteras (…) Esta transformación de la situación ha afectado de modo notable a las Iglesias de la vieja cristiandad, especialmente en Europa (…) En diferentes partes de Europa se ha hecho necesario un primer anuncio del Evangelio, pues hay ámbitos sociales y culturales suficientemente amplios como para que en ellos sea necesaria una auténtica misión ad gentes (…) Todo esto obliga a tomar conciencia de que la misión ad extra, tal como se entendía anteriormente, debe ser conjugada y articulada con esta urgencia que algunos denominan misión ad intra“.

Esta clave se completa en la Instrucción con un autocrítico toque de atención: “Esta constatación ha despertado una más clara conciencia ecuménica y misionera. No obstante, no siempre se realiza con toda la fuerza y decisión que exige la dimensión misionera de la Iglesia. Para muchos, se reduce a la afirmación de que ‘la misión está aquí’, sin percibir que aquí y allí deben ser entendidos, por el trastocamiento de situaciones, en el seno de un dinamismo misionero unitario. Para otros, las nuevas situaciones deben ser afrontadas desde la actitud de una ‘nueva evangelización’, pero sin integrarla en la misión única de la Iglesia, cuando esta carece de fronteras o de espacios independientes”. 

En declaraciones a Vida Nueva, Eloy Bueno, director del Instituto de Misionología de Burgos y colaborador en la Comisión Episcopal de Misiones, coincide en que “la noción de ‘misiones’ ha quedado anticuada, debiendo entenderse de un modo global”. Sin embargo, él considera que, “por el momento, la acción pastoral imperante no está realmente preparada para que la misión sea su auténtico paradigma, el motor de su acción”. Pese a que la propia Instrucción no duda en señalar que existe “auténtica necesidad de una verdadera y fecunda cooperación entre las Iglesias”, ampliando su sentido de comunión y universalidad, Eloy Bueno avisa de que “la realidad es que, por el momento, es difícil pasar de la retórica a la acción concreta. Ni siquiera los más vanguardistas en el seno eclesial han visto que el auténtico eje vertebrador de la pastoral ha de ser la misión, en su sentido global. Son muchos los que aún siguen pensando que esto es ‘cosa de las misiones’. Yo apostaría por algo que se plantea en el texto: cambiar el concepto de ‘misiones’ por el de ‘Iglesias’. Así se evidenciaría la necesidad de la cooperación entre las mismas, pues todas tienen, en  mayor o menor medida, los mismos problemas”. 

Laicos y movimientos

mujer-rezandoUno de esos problemas es el de la acuciante falta de llamadas a la misión. Pero, ¿qué alternativas se erigen ante el descenso vocacional? El documento episcopal destaca, dedicándoles respectivamente un apartado propio, la creciente implicación de los laicos y las nuevas comunidades y movimientos eclesiales. Respecto a los seglares, tras reconocer con “orgullo” su “creciente aportación en la misión ad gentes”, se exige a las comunidades cristianas una “reflexión para discernir en qué medida consideran a los laicos misioneros como miembros de la Iglesia y enviados por ella”. Para ello, los obispos piden apoyo a los laicos misioneros, “tanto en su preparación, como en el acompañamiento mientras permanecen en la misión”. Respecto a la preparación, la clave estaría en “una adecuada formación teológica y pastoral”, con el fin de que se “les identifique en su peculiaridad, dentro de la amplia gama de cooperantes y voluntarios”. Ramón del Hoyo, en la presentación, insistió en que un misionero “no puede ser un simple cooperante”, sino que ha de tener claro que su principal función es la de evangelizar. De ahí la insistencia en que el enviado conozca el fundamento teológico de la misión -inquietud que viene de lejos, pues ya en 1982, la CEE promovió unas orientaciones pastorales sobre la Formación misional en los Seminarios y Estudios Teológicos-. 

En cuanto a los movimientos y comunidades, tras felicitarse por el carácter enriquecedor de los nuevos carismas, los obispos les animan a “avanzar en el diálogo con las Iglesias particulares, tanto de origen como de destino”, así como a “participar en las iniciativas de las Congregaciones, Institutos de la vida consagrada y otras Instituciones misioneras experimentadas”. A continuación, establecen un símil histórico con los primitivos tiempos de la expansión del Cristianismo, cuando los primeros evangelizadores “no cedían a la tentación de aplazar la respuesta por ser pocos o no estar suficientemente preparados”. 

Iniciativas prácticas

Tal vez, uno de los puntos más significativos del texto es el cambio del concepto de ‘misiones’ por el de ‘misión’. Fruto de esa ruptura de las fronteras para la evangelización, se apunta que “se ha producido un cambio muy significativo en la relación de la Iglesia con la misión: de ver ‘las misiones’como una tarea realizada por algunos ‘especialistas’ en territorios lejanos, a ver la misión universal como un dinamismo que brota del corazón mismo de la Iglesia y que, por ello, es responsabilidad directa e irrenunciable de todos”. 

La Instrucción Pastoral concluye presentando una serie de iniciativas prácticas y concretas para la efectiva revitalización de la acción misionera. Entre ellas, se pide “potenciar el Consejo Nacional de Misiones”, con el fin de que a través de él se fomente “el estudio de la Misionología y de las cuestiones doctrinales relacionadas con la misión ad gentes“. Otras medidas formativas son la “institucionalización del estudio de la Teología de la Misión en los Centros de Formación Teológica para laicos, personas consagradas y aspirantes al sacerdocio” o la “promoción de ámbitos de reflexión misionológica en las diócesis”. También se pide “hacer presente en la pastoral diocesana el espíritu y la finalidad de cada una de las cuatro Obras Misionales Pontificias”, aconsejándose, para su mayor consecución, “la incorporación del director diocesano de las OMP al Consejo Presbiterial o Pastoral”. 

ninos-rezandoMucho hincapié se pone en los sacerdotes diocesanos, instando a sus responsables a la “animación misionera en los Seminarios y presbiterios diocesanos”, con el fin de que se incremente el envío de sacerdotes a otras Iglesias particulares más necesitadas. Además, la CEE expresa su deseo de “fortalecer la relación con la CONFER para coordinar e incrementar su colaboración” y que los religiosos misioneros “se incorporen a sus diócesis de origen al regresar de la misión”. Finalmente, con el objetivo de promover la acción de los laicos, se pide “buscar soluciones adecuadas a las necesidades sociales y laborales de quienes parten a los territorios de misión”. 

Balance

Una vez expuestos los prin- cipios básicos que articulan esta Instrucción Pastoral, además de las medidas específicas que propone, se imponen el balance y la valoración. Constatado un presente en el que cada vez son más los misioneros venidos de fuera que evangelizan en España y Europa -tradicionales centros emisores, ahora receptores de la evangelización-, surge una duda planteada desde distintos ámbitos: ¿la globalización de la misión no despertará el rechazo entre los fieles? Eloy Bueno cree que no será así: “El pueblo, si se le explica bien, estaría incluso más abierto que los propios sacerdotes de aquí a aceptar el cambio, viéndolo como una riqueza, como un proceso por el cual todos crecen al ofrecerse recíprocamente en su particularidad”.

El secretario de la Comisión de Misiones, Anastasio Gil, no duda del éxito de la Pastoral: “No es una Instrucción que se queda en la teoría. De hecho, ya se ha puesto en marcha un plan específico para concretar las iniciativas propuestas. Y muchas ya están dando frutos: se han alcanzado acuerdos con el Ministerio de Trabajo para adecuar la situación laboral de los misioneros laicos; en mayo habrá un encuentro nacional para motivar la inquietud misionera en los niños, esperando que se reúnan unos 8.000; en la Facultad de Teología de San Dámaso va a comenzar un Curso de Misionología, semanal y de dos años de duración”. “La clave -concluye- es que todos nosotros sepamos que ha llegado el momento de hacer una labor misionera en nuestras diócesis. ¿Y esto qué es? Pues que si hasta ahora la pastoral se centraba en la catequesis y la formación, ahora debemos buscar el primer despertar en los no bautizados y no evangelizados, que cada vez son más en España. Debemos despertar su interés por la Buena Noticia. Y esto es, justamente, lo que se hace en las tierras de misión”.

En el nº 2.651 de Vida Nueva.

Compartir