El Papa inicia la cuaresma con una llamada al ‘sincero amor’

El Vaticano considera insuficientes las disculpas del obispo lefebvrista que negó el Holocausto

papa-cuaresma(Antonio Pelayo– Roma) Cada año, el inicio de la Cuaresma se desarrolla en Roma según el ancestral rito de las statio del pontifical romano: el Papa llega a media tarde del Miércoles de Ceniza a la abadía benedictina de San Anselmo, en la colina del Aventino, y desde allí, tras un momento de recogimiento, preside la procesión penitencial a la contigua Basílica de Santa Sabina, uno de los templos más imponentes de la Ciudad Eterna.

Una vez allí comienza la Eucaristía, en el curso de la cual el Pontífice recibe sobre su cabeza las cenizas que le impone el cardenal titular de Santa Sabina, Jozef Tomko, prefecto emérito de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, que a su vez ha sido el primero en recibirlas del Santo Padre. Siguen los dos cardenales diáconos, Sergio Sebastiani y Giovanni Coppa, así como otros purpurados, monjes y un representativo número de fieles laicos.

En su homilía, Benedicto XVI destacó que la Cuaresma se caracteriza por la llamada a la conversión y a la penitencia, de las que la aspersión con la ceniza es un símbolo elocuente: “La Cuaresma, caracterizada por una escucha más frecuente de la palabra de Dios, por una oración más intensa, por un estilo de vida austero y penitencial, debe ser un estímulo a la conversión y al sincero amor hacia los hermanos, especialmente los más pobres y necesitados”.

Al día siguiente se celebró el tradicional encuentro cuaresmal con los párrocos y los sacerdotes de la diócesis de Roma. Como ya viene siendo norma, el Papa no pronunció un discurso preparado, sino que respondió a una serie de preguntas que le formularon algunos de los presentes (unos 500), que abordaron diversos aspectos de la actividad pastoral de la Iglesia. Uno de los párrocos le planteó el espinoso asunto de las repercusiones que la actual crisis económica produce en las franjas más débiles de la población.

Ratzinger distinguió, en su articulada respuesta a esta pregunta, dos niveles: el de la macroeconomía y el del impacto de la misma en la vida de las familias sin grandes recursos. Refiriéndose al primero, confirmó que está preparando desde hace tiempo una encíclica que ha sufrido un cierto retraso (se esperaba para este mes). “Es necesario -dijo- denunciar los errores fundamentales que han aparecido ahora con el colapso de los grandes bancos americanos, los errores de fondo. Al fin y al cabo, es la avaricia humana como pecado, o, como dice la carta a los Colosenses, la avaricia como idolatría. Debemos denunciar esta idolatría que se alza contra el verdadero Dios y la falsificación de la imagen de Dios con otro dios, la mammona. Tenemos que hacerlo con valentía y también con concreción”.

‘Corrección radical’

“La denuncia de esta situación -añadió un poco más adelante- es importante, es un mandato para la Iglesia desde siempre. Sabemos que, desde la nueva situación que se creó con el mundo industrial, la doctrina social de la Iglesia, comenzando con León XIII, busca hacer estas denuncias, y no sólo denuncias, que no son suficientes, sino también mostrar los caminos difíciles, donde, paso a paso, se exige el asentimiento de la razón y de la voluntad junto a la corrección de mi conciencia, a la voluntad de renunciar en cierto sentido a mí mismo para poder colaborar con lo que es el verdadero fin de la vida humana, de la humanidad. Dicho esto, la Iglesia tiene siempre la tarea de estar vigilante, de buscar, con las mejores fuerzas que tiene, las razones del mundo económico, de entrar en este razonamiento y de iluminarlo con la fe que lo libera del egoísmo del pecado original. (…) Éste no es un trabajo fácil porque muchos intereses personales y de grupos nacionales se oponen a una corrección radical. Tal vez es pesimismo, pero a mí me parece realismo: mientras exista el pecado original no llegaremos nunca a una corrección radical y total. Debemos, sin embargo hacer todo lo posible a favor de correcciones al menos provisionales, suficientes para hacer vivir a la humanidad y para obstaculizar la dominación del egoísmo, que se presenta bajo los pretextos de ciencia y de economía nacional e internacional”.

papa-cuaresma-2Al abordar el segundo nivel, el de la microeconomía, el Pontífice insistió en la educación a la justicia: “La justicia no puede crearse en el mundo sólo con buenos modelos económicos, que son necesarios. La justicia se realiza sólo si hay justos. Y los justos no existen si no hay el trabajo humilde, cotidiano, de convertir los corazones y de crear justicia en los corazones”.

Después de oír un soneto en el dialecto romanesco, Joseph Ratzinger tocó también el tema de su ministerio como sucesor de Pedro: “Vemos cómo otras comunidades eclesiales, las otras Iglesias, advierten la necesidad de un punto unificador para no caer en el nacionalismo, en la identificación con una determinada cultura, para estar realmente abiertos a todos y para verse siempre como obligados a abrirse hacia los otros. Me parece que éste es el ministerio fundamental del Sucesor de Pedro: garantizar la catolicidad que implica multiplicidad, diversidad, riqueza de culturas, respeto de las diversidades, y que al mismo tiempo excluye la absolutización y une a todos, les obliga a abrirse, a salir de la absolutización de lo propio de cada uno para encontrarse en la unidad de la familia de Dios que el Señor ha querido y que garantiza el Sucesor de Pedro, la unidad en la diversidad”.

Una espina dolorosa

El tema de la unidad sigue siendo para el Papa, estos días, una espina dolorosa, al contemplar la deriva cada vez más peligrosa que están tomando los acontecimientos, después de su gesto de “paterna benevolencia” al levantar las excomuniones que pesaban sobre los cuatro obispos lefebvristas. Uno de ellos, el tristemente famoso Richard Williamson, expulsado de Argentina y ahora refugiado en su país natal, Inglaterra, ha enviado una nota, recogida por la agencia católica de noticias Zenit, en la que asegura: “Puedo afirmar con toda sinceridad que siento haber hecho tales declaraciones [negando la existencia del Holocausto] y que si hubiese sabido antes el daño y el dolor que he causado, sobre todo a la Iglesia, pero también a los supervivientes y a los parientes de las víctimas que han sufrido injusticias bajo el III Reich, no las habría hecho. (…) Pido perdón ante Dios a todas las almas que se han escandalizado honestamente por lo que he dicho”.

Después de conocer el escrito, el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede hizo esta acotación: “No parece respetar las condiciones que había indicado la Santa Sede. Es genérica y equívoca”. Como se recordará, la Nota de la Secretaría de Estado del 4 de febrero decía textualmente: “El obispo Williamson, para ser admitido en sus funciones episcopales en la Iglesia, deberá también tomar distancia de modo absolutamente inequívoco de sus posiciones sobre la shoah“.

Más graves aún que esta ausencia de rectificación son las últimas declaraciones del superior de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, Bernard Fellay, sobre el Concilio Vaticano II, que, según él, sólo ha provocado “pérdidas” a la Iglesia. “Sus frutos -dijo a diversos medios de comunicación suizos- han sido vaciar los seminarios, los noviciados y las iglesias; miles de sacerdotes han abandonado el sacerdocio y millones de fieles han dejado de ser practicantes y se han vuelto hacia las sectas, la religiosidad de los fieles ha sido desnaturalizada”. A la pregunta del periodista de si estaba dispuesto a reconocer el magisterio conciliar, la respuesta es tajante: “No”.

Un embarazoso silencio ha acogido esta salida de tono del superior de los lefebvristas. Los márgenes de acción son cada vez más residuales y el horizonte se oscurece de nuevo.

En el nº 2.651 de Vida Nueva.

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