Pascual Chávez: “La presencia de la vida religiosa es más necesaria que nunca”

Rector Mayor de los Salesianos

(Darío Menor– Roma) El mexicano Pascual Chávez fue elegido en la primavera de 2002 Rector Mayor de la Congregación Salesiana, cargo en el que renovó para otro sexenio en 2008. Aprovechando la celebración del 150 aniversario de la fundación de los Salesianos por san Juan Bosco, el también presidente de la Unión de Superiores Generales (USG) analiza la situación de su congregación, de la Iglesia y de la sociedad actual.

¿Cuáles son los principales retos que debe afrontar en este segundo sexenio?

Pienso que debo dedicar más tiempo al estudio y la oración, al acompañamiento de cada una de las Regiones en la diversidad de sus contextos, a verificar la composición y el funcionamiento del Consejo General. Todo ello mientras intentamos llevar a la vida las deliberaciones del último Capítulo General, una carta de nave- gación que nos conduzca con una buena preparación al bicentenario del nacimiento de Don Bosco. En todo ello no me anima otra cosa que la fidelidad al Fundador y la audacia y creatividad para responder a las expectativas de la Iglesia y de la sociedad, a las necesidades y aspiraciones de los jóvenes, especialmente los más necesitados.

¿Cuál es la situación de los salesianos en España?

Nuestra presencia en España es más que centenaria. Hace 128 años llegaba la primera comunidad salesiana a Utrera para comenzar un servicio que se ha revelado fructuoso a lo largo de todo este tiempo. El carisma salesiano se ha radicado con mucha fuerza en estas tierras. La apuesta por la educación de los jóvenes más pobres y de la gente sencilla ha hecho que nuestra presencia se desarrolle extraordinariamente dando vida a obras muy variadas en el campo de la escuela, la formación profesional, el tiempo libre, la atención a jóvenes en situación de riesgo y exclusión o el trabajo evangelizador en parroquias confiadas a la Congregación. Hoy, alrededor de 1.300 salesianos consagrados en 155 comunidades religiosas -además de numerosas fuerzas de las demás ramas de la familia salesiana- siguen trabajando en el servicio de educación, promoción y evangelización de los jóvenes, especialmente aquellos que más dificultades tienen. 

¿Es más difícil trabajar con los jóvenes de hoy que antes?

Cada tiempo tiene su peculiaridad. Hoy vivimos en una sociedad compleja, secularizada y pluralista, con grandes desafíos para la política, la educación, las familias o la fe. Y los jóvenes reflejan los valores y conflictos de esta sociedad. Viven entre posibilidades y contradicciones, ante un futuro complicado, planteando así grandes retos a la educación y a la evangelización. Basta pensar en la situación de desconcierto en la que viven muchas familias y las propias instituciones; en la situación de los jóvenes en una sociedad del bienestar con muchas oportunidades, pero en la que arriesgan perder las referencias fundamentales de la propia vida; comprobar las maniobras de cierto secularismo o laicismo militante que parece despreciar la dimensión trascendente de la vida de las perso- nas; o la realidad de riesgo y exclusión social en la que viven miles de jóvenes en esta Europa del mestizaje y de la inmigración donde muchos quedan al margen. Pero el salesiano, siguiendo a Don Bosco,  no se lamenta del tiempo en el que vive y se pone manos a la obra para poder ofrecer a los jóvenes de todo tiempo, también del nuestro, oportunidades para su desarrollo integral y su inserción en la sociedad como honrados ciudadanos desde las opciones evangélicas de un buen cristiano.

Uno de los grandes problemas de la Iglesia es la falta de nuevas vocaciones…

Sí, la falta de vocaciones consagradas y sacerdotales es una realidad sobre todo en la sociedad occidental. Nuestra Congregación sigue creciendo en muchas partes del mundo donde se vive, contrariamente que en Europa, un florecer de vocaciones. En España, y en general en todo el Viejo Continente, la dificultad vocacional está siendo muy grande y los nuevos ingresos no son suficientes. No es un problema fácil de explicar, porque no puede ser reducido a una única relación causa-efecto. Las causas son múltiples y la realidad es más compleja de lo que a simple vista muchos quisieran ver. Los salesianos estamos trabajando para acompañar a los jóvenes en la fe en procesos de maduración humana y religiosa que les sitúe ante la oportunidad del encuentro con Dios. En el desarrollo de una pastoral juvenil de calidad, con proyectos y comunidades educativo-pastorales cuidadas, queremos hacer emerger una cultura vocacional donde puedan crecer y madurar vocaciones. La propuesta de experiencias de encuentro con Dios, de seguimiento de Jesucristo, la centralidad de la Eucaristía y la asimilación de una auténtica espiritualidad juvenil, con propuestas de servicio y voluntariado, así como de discernimiento personal, son algunas de las claves que, con un acompañamiento cercano, pueden ayudarles a responder a la llamada de Dios en sus vidas. De igual modo, el surgir de comunidades donde el joven -acompañado por salesianos- pueda hacer realidad el “ven y verás” del Evangelio viviendo unos meses la experiencia carismática salesiana, es también una realidad que se está revelando como importante en la maduración vocacional de los candidatos.

¿Cómo se puede conseguir que la Iglesia tenga una mayor presencia social? 

La Iglesia tiene ya una importante presencia social, aunque no siempre sea visibilizada ni los medios de comunicación le den el espacio y trato adecuados. La presencia en el campo de la educación, la atención sanitaria a colectivos desfavorecidos, la defensa de los derechos humanos, cooperación al desarrollo… son sólo algunos de los campos en los que la Iglesia está haciendo un gran esfuerzo. A nadie se le escapa que ésta es una labor con fuerte relevancia social, aunque a veces sea ignorada por políticos o medios de comunicación, posiblemente de forma intencionada. Dicho esto, creo que también podemos afirmar que la Iglesia ha de mejorar su capacidad para comunicar el mensaje del Evangelio y procurar vivirlo con coherencia y autenticidad en nuestra sociedad. Los cristianos hemos de ser ciudadanos comprometidos y críticos, para contribuir al bien común desde la propuesta de la salvación de Dios. Nuestra voz de testigos coherentes ha de resonar con fuerza en una sociedad democrática y libre en la que los seguidores de Jesucristo tenemos mucho que decir. No podemos dejar que la Iglesia, como algunos pretenden, sea encerrada en las sacristías limitando su mensaje y propuesta al ámbito privado. 

¿Cuál es su diagnóstico de la vida religiosa hoy?

Existe un cierto malestar. La caída numérica, el aumento de la edad media y la fragilidad vocacional, sobre todo en religiosos jóvenes, son sólo algunas señales de ese malestar. Otra razón, más profunda y con frecuencia no señalada, es la natural contrariedad que se da entre la vida consagrada y la sociedad: la afirmación de la primacía de Dios y su salvación en una sociedad que parece haber perdido el rastro de Dios resulta complicada, si es que relevante. 

Por otro lado, comprobamos cómo después del Vaticano II la vida religiosa ha hecho un profundo proceso de renovación para seguir siendo símbolo del Misterio de Dios, de su presencia en la historia, de su oferta continua de salvación por medio de Jesucristo, y a través de la Iglesia. La vida religiosa está empeñada en la búsqueda de una mayor significatividad, gracias a la credibilidad que brota de su compromiso evangélico. 

Este periodo, delicado y fatigoso, conduce a la vida religiosa, como dice Juan Pablo II en Vita consecrata, hacia una profundización de su identidad comprendiendo su carisma  con más claridad teológico-pastoral tanto en relación con las demás expresiones vocacionales en la Iglesia como en relación con el mundo. La vida religiosa hoy deberá seguir siendo signo de la memoria viva de Jesús que sana y libera; expresión de la presencia y primacía de Dios en el mundo; anuncio del Reino que ya está entre nosotros y que es Vida y Esperanza; signo de la comunión eclesial vivida como manifestación creíble del mandato de Jesús. Y hay muchas “señales” proféticas y alentadoras que nos impulsan a seguir en en esa dirección.

Y en América Latina, ¿cuál es su potencial?

La respuesta debe ser muy matizada. Por una parte, allí la vida religiosa ha estado siempre presente, desde la llegada del Evangelio al continente. Han sido religiosos los que han evangelizado la población indígena, los que han asumido su defensa ante la violencia de los conquistadores, los que han asumido la tarea de la promoción humana, en fin, los que han intentado un proceso de inculturación con el aprendizaje de las lenguas y la integración de elementos de las culturas locales en la expresión de la fe. Todo esto explica el crecimiento de las Órdenes, Congregaciones e Institutos religiosos allí y el grande aprecio por parte de la población. Por otra parte, ante el fortalecimiento de la imagen del sacerdote diocesano, sobre todo por su función cultual, hoy es más fácilmente identificable y atrayente para los jóvenes la vida sacerdotal que la religiosa. Con todo, sigue siendo más necesaria que nunca la presencia de ésta en América Latina, a la que está llamada a ofrecer el testimonio del modo de ser y actuar de Cristo Jesús obediente, pobre y casto; su compromiso por los más pobres y marginados; su misión de evangelizar buscando tocar el núcleo de la cultura imperante y colaborar así en la creación de una sociedad más justa y digna. El potencial de la vida religiosa dependerá de su capacidad para responder con alegría, responsabilidad, convicción y generosidad a los nuevos desafíos que le plantean la vida, la fe, la cultura en el Continente. 

¿Hay división entre religiosos y obispos en España?

En una sociedad compleja, con problemas realmente difíciles, es natural que no siempre todos los interlocutores, en este caso los representantes del Episcopado y de la vida religiosa, tengan la misma sensibilidad y propongan las mismas soluciones, aunque a nivel de principios, estén totalmente de acuerdo. En el tema de la educación, bajo la presión  del Gobierno, ha habido discrepancias en la polémica asignatura Educación para la Ciudadanía, en los posiciona- mientos encontrados de FERE y de algunos obispos, en el diálogo con representantes del Episcopado de la propia CONFER. Pero la vida religiosa en España anhela y vive una profunda comunión con sus obispos y éstos aprecian, valoran y agradecen la presencia de la vida religiosa en sus diócesis. 

¿Cómo luchar contra la “cultura del relativismo” que denuncia Benedicto XVI?

Para hacerle frente y no dejarse influir por ella, el compromiso educativo al que nos convoca el Papa en su carta enviada a los cristianos de Roma se convierte en herramienta estratégica: ante las incertidumbres, dudas y desconcierto de miles de jóvenes es necesario superar la crisis de confianza en la vida y proponer caminos nuevos que devuelvan la esperanza en Dios. Ante los salesianos reunidos en el Capítulo General 26, el Papa subrayó que estamos ante una auténtica “emergencia” educativa en las sociedades occidentales y que es necesario ampliar los límites del compromiso educativo prestando una especial atención a las nuevas pobrezas de los jóvenes y las familias. Hay que educar evangelizando y evangelizar educando. Para el Papa, la evangelización es la frontera decisiva de la misión de la Iglesia hoy. Y aunque la evangelización encuentra numerosos frentes y diversidad de caminos por delante, su tarea fundamental debe ser la de proponer a todos, especialmente a los jóvenes, vivir la existencia humana como la ha vivido Jesús. En situaciones de pluralismo religioso y fuerte secularismo es necesario encontrar caminos nuevos para dar a conocer la figura de Jesús de modo que puedan percibir su fascinante persona. Pero sin educación, de hecho, no hay evangelización profunda y duradera, no hay crecimiento y maduración, no se produce el cambio de mentalidad ni hay transformación cultural. Y así no podríamos enfrentarnos con garantías a la “cultura del relativismo”. 

En el nº 2.649 de Vida Nueva.

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