Atilano Rodríguez: “Un obispo debe estar siempre dispuesto al diálogo”

Obispo de Ciudad Rodrigo

(José Lorenzo) El pasado 30 de enero, 23 personas del ámbito de Cristianos Socialistas (entre ellos, el presidente del Congreso, el de Extremadura y varios diputados) mantuvieron un encuentro (con eucaristía incluida) con cuatro prelados (Fernando Sebastián, Joan Enric Vives, Juan José Omella y Atilano Rodríguez). ¿Cuál fue el motivo de esta reunión? ¿Se trataba de restañar heridas dadas las relaciones entre la jerarquía episcopal y el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero? A estas cuestiones responde para Vida Nueva el obispo de Ciudad Rodrigo, Atilano Rodríguez.

Como ya han señalado algunos participantes en este encuentro, la finalidad del mismo era eminentemente pastoral y eclesial. En ningún momento se hicieron planteamientos de tipo político o partidista. Como señala el Concilio, los obispos y presbíteros debemos escuchar fraternalmente a los cristianos laicos, teniendo en cuenta sus deseos y reconociendo su experiencia y competencia en los diversos campos de la actividad humana, a fin de que, juntamente con ellos, podamos conocer los signos de los tiempos. Por su parte, los cristianos laicos deben experimentar el acompañamiento de obispos y sacerdotes en el cumplimiento de la vocación y de la misión que cada uno ha recibido de Jesucristo en virtud del sacramento del bautismo”.

¿En qué clima se desarrolló el encuentro mantenido?

Fue un encuentro fraterno, puesto que todos nos confesamos hijos de un mismo Padre. Cada uno de los participantes hizo sus aportaciones y reflexiones desde una actitud de diálogo, de sinceridad y de respeto.

Cuando los medios hablan de un encuentro de estas características, enseguida se traduce en claves de identificación política de unos con los otros. ¿Por qué cree que se produce esta visión? ¿Cree que tiene que ver el hecho de que en la legislatura pasada, con el PP en el Gobierno, se acusó a la Iglesia de ir de la mano de esa formación política?

Durante los últimos años, consciente o inconscientemente, se ha fomentado una visión de la Iglesia según la cual la misión de ésta se identifica con la de cualquier otra asociación cultural, política o deportiva. Como consecuencia de esta visión, las manifestaciones eclesiales se leen e interpretan frecuentemente en clave política o ideológica. Esto está haciendo un gran daño a la Iglesia. Creo que todos deberíamos hacer un esfuerzo por entender que la misión de la Iglesia, por encargo de su Señor, consiste en el anuncio del Evangelio, la celebración de los sacramentos y la práctica de la caridad, favoreciendo la comunión entre todos. Por otra parte, la Iglesia, que no se identifica con ningún partido político, tiene un pensamiento social, recogido en el compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, que los católicos han de tener en cuenta en el compromiso público y en la consecución del bien común.

¿Tienen pensado reunirse también con los cristianos del PP?

En mi diócesis, como pienso que sucederá a los demás obispos, tengo contactos con políticos de todas las tendencias. No quisiera olvidar nunca que la misión del obispo, en el ejercicio de su función de padre, pastor y amigo, es la de ser el servidor de toda la comunidad; debe conocer y ser conocido por los miembros del pueblo de Dios y debe distinguirse por el amor y la solidaridad para con todos. Por tanto, un obispo debe estar siempre dispuesto al diálogo sincero, a la acogida cordial y al acompañamiento constante de todos los cristianos que soliciten su colaboración. Pero, además, en un mundo como el nuestro, en el que existe un pluralismo religioso y muchas personas confiesan no tener fe, el obispo debe salir al encuentro de todos para ofrecerles afecto, cariño, comprensión y ayuda en la diócesis y en el ámbito nacional.

¿Es posible que cristianos militantes de cualquier formación política puedan reunirse con sus pastores sin que haya consignas por parte de ninguno, simplemente como creyentes en la misma fe?

Permítame que conteste a su pregunta con otras preguntas. ¿Los seres humanos, cómo vamos a conocernos si no nos reunimos? ¿Cómo podemos entendernos si no dialogamos? ¿Cómo podemos avanzar en la comunión eclesial y buscar el bien común de la sociedad, si no nos vemos y relacionamos? Respondiendo a estas preguntas, pienso que estos encuentros entre personas, que quieren vivir el compromiso cristiano en la política, y sus obispos no sólo debieran verse como normales, sino convenientes y necesarios.

¿Con qué no deberían transigir los obispos en su relación con los cristianos metidos en política, y viceversa?

Creo que no se trata de transigir o no transigir. Los obispos y los cristianos laicos, en el cumplimiento de nuestra vocación y en el ejercicio de nuestra misión en la Iglesia y en el mundo, debemos mirar y escuchar siempre a Jesucristo. Es Él quien nos llama y quien nos envía a unos y otros con misiones distintas a ser testigos de su amor a cada ser humano. Como consecuencia de esta vinculación a Jesucristo, todos debemos defender los derechos de la persona y no podemos transigir con la mentira, con la injusticia ni con aquello que vaya en contra de los postulados éticos de la fe cristiana. Ante el Señor, obispos y laicos, somos todos discípulos y ante Él tenemos que responder de nuestros actos y de nuestros comportamientos.

¿Cree usted que hay en España algún partido que recoja mejor que otro los ideales evangélicos?

Ningún partido político encarna los ideales evangélicos. No obstante, los cristianos que participan en la actividad política sí deben encarnar esos valores evangélicos, teniendo en cuenta que el men- saje cristiano no se puede reducir a una ética social. El centro de la persona creyente es Cristo y, a la luz de sus enseñanzas, debe entenderse la dignidad, la vocación y la misión de la persona. Pensando en el futuro de la actividad política, el papa Benedicto XVI decía recientemente que era necesario el acompañamiento pastoral “de una nueva generación de católicos, comprometidos en la política que sean coherentes con la fe profesada, que tengan rigor moral, capacidad de juicio cultural, competencia profesional y celo de servicio para el bien común”.

En el nº 2.649 de Vida Nueva.

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