La Iglesia de Colombia, llamada a ser luz y sal para el país

El Episcopado celebra su primera Asamblea Plenaria anual con la actualidad como tema central de trabajo

(Gustavo Vélez-Bogotá) Desde el 9 de febrero se reunieron en Bogotá los casi 90 prelados que conforman la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), en representación de las 76 jurisdicciones eclesiásticas del país, para su primera Asamblea Plenaria anual. En su agenda figuraba un tema principal de análisis: la actualidad política, económica, cultural y religiosa “en toda su amplitud”, como reconoció su presidente, Rubén Salazar Gómez, al inaugurar los trabajos de la misma. Se trataría de ver “cómo la Iglesia hoy en Colombia puede, con mayor claridad y fuerza, llevar la luz y la sal de Dios, ser signo e instrumento del amor de Dios, crecer como casa y escuela de amor y de solidaridad”.

El también arzobispo de Barranquilla recordó que la tarea de la Iglesia es “iluminar la realidad para que el pueblo cristiano pueda ser fermento de transformación en un mundo en profundos y rápidos cambios”, por lo que negó que esta institución reclame más protagonismo o se sienta relegada por no participar “físicamente” en el actual momento político, en clara alusión a su ausencia en las recientes liberaciones de secuestrados. “Participar y estar presente -aclaró él- no significa estar metido en medio de los periodistas tomándose fotos con los liberados. No somos una ONG ni un partido, y tampoco formamos parte del Gobierno”.

Preocupado por la actuación de los medios, que “crean la realidad, la confunden y la transforman según intereses particulares”, Salazar reivindicó el papel de la Iglesia, que ora sin cesar por los secuestrados y las víctimas de la injusticia y la violencia: “Ésa es nuestra tarea -subrayó-, en este país se piensa que la única intervención posible es la que sale en los medios. Nuestro trabajo es más discreto y a veces es más real y más intenso”.

No descartó el presidente de la CEC, sin embargo, que, si hay interés común, la Iglesia serviría de mediadora entre Gobierno y guerrilla, para “crear un ambiente que facilite el diálogo y la concertación. La solución al conflicto es negociada, no militar. Pero hay que revisar en qué contexto el papel de la Iglesia es necesario, porque no podemos meternos en todo”.

Rubén Salazar insiste en que, si bien hay que alegrarse por quienes recuperan la libertad, eso no significa que el problema se esté solucionando: “¿Cuántos secuestrados quedan, por qué liberaron a éstos y no a otros, qué buscan las FARC con esto y qué el Gobierno al aceptar este tipo de liberaciones?”, se pregunta el prelado, sin negar que esta clase de acuerdos son necesarios para alcanzar la paz, pero que requieren un análisis cuidadoso previo.

Búsqueda sincera

“El Gobierno y las FARC deben buscar caminos que permitan la liberación de todos los secuestrados”, ha reclamado el propio Salazar tras conocer la carta del jefe de las FARC, ‘Alfonso Cano’, a la senadora Piedad Córdoba. Y así se han pronunciado también varios prelados participantes en la Asamblea. Aun con todo, el sentir episcopal común es que las guerrillas han de dar muestras sinceras de querer una salida política, porque mientras afirman una cosa a través de la agencia Ancor, a su servicio, siguen secuestrando civiles y asesinando inocentes. Ahora, las FARC insisten en incluir a los guerrilleros ‘Simón Trinidad’ y ‘Sonia’, presos en EE.UU., en la lista de 500 insurgentes que podrían ser canjeados por 22 militares y policías secuestrados.

“Antes de embarcarnos en cualquier iniciativa de mediación, tenemos primero que afirmar que el secuestro es un crimen inadmisible, que por lo tanto no hay ninguna razón válida que justifique el secuestro de parte de nadie y en ningún momento”, denunció el presidente de la CEC, quien espera conocer a fondo las implicaciones de las propuestas de ambas partes frente al intercambio humanitario, al tiempo que recordó que la liberación de un secuestrado se debe hacer sin aspavientos ante los medios de comunicación, porque la libertad es un derecho fundamental y no una concesión generosa de los secuestradores.

También el obispo de Cúcuta, Jaime Prieto Amaya, anterior titular de Barrancabermeja, insistió en que es necesario trabajar en la recuperación de la confianza entre el Gobierno y la guerrilla, un hecho fundamental para buscar acercamientos que contribuyan positivamente al proceso de paz.

Mientras tanto, el presidente Álvaro Uribe ha declarado repetidamente en los últimos días que su Gobierno quiere una paz seria y que no se dejará engañar por los cantos de sirena de los rebeldes, deseosos de un protagonismo político y que buscan lavar su imagen con liberaciones a cuentagotas.

En el nº 2.648 de Vida Nueva.

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