Bertone marca la ‘hoja de ruta’ en las relaciones con el Gobierno

El secretario de Estado dicta las pautas en una conferencia en Añastro

(José Lorenzo) Las apenas 48 horas de estancia del secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, en España, los pasados días 3, 4 y 5 de febrero, han tenido un indudable efecto balsámico. Primero con el Gobierno; pero también hacia el interior de la Iglesia española. La sensación analgésica ha sido tal que el cardenal salesiano, de 74 años de edad, se ha permitido repetir ante las más altas autoridades del Estado -y en una conferencia pronunciada en la sede de la Conferencia Episcopal, en Madrid- la misma doctrina que tanto les irrita de boca del presidente del Episcopado español, cardenal Antonio Mª Rouco Varela, sin que sus interlocutores la hayan encajado mal. Lejos de eso, el espigado secretario de Estado ha sido atendido con el celo reservado a los grandes dignatarios de otros países, más un plus de amabilidad por parte de la vicepresidenta y el presidente del Gobierno quien, además, le trasladó formalmente una invitación para que el papa Benedicto XVI visite España en 2010 con motivo de la celebración del Año Santo Compostelano, un gesto servido en bandeja por el embajador en el Vaticano, Francisco Vázquez, católico y gallego practicante.

Incluso el mismo día de su llegada, el PSOE, junto con el PP, votaron en el Congreso en contra de varias iniciativas auspiciadas por IU, ERC e IC en las que pedían la revisión de los Acuerdos Iglesia-Estado, facilitar la apostasía o la retirada de símbolos religiosos en la toma de posesión de cargos públicos. Pero, como todo analgésico, su principal valor es el de aliviar los síntomas; habrá de esperarse a las próximas semanas, y a cuenta de la reforma de la Ley del Aborto, para ver en qué grado ha sido tratada la dolencia.

Vida, familia, educación

Las cosas debían de estar verdaderamente enquistadas y en punto muerto entre el Gobierno del PSOE y la jerarquía de la CEE cuando la “hoja de ruta” de Bertone ha sido asumida con un gran “respeto” por el Ejecutivo. Una hoja de ruta que, como pautas expresadas en su conferencia del día 5, ante más de 500 personas (160 de ellas, periodistas), recoge la postura a favor de “restringir y no ampliar” el derecho al aborto; la defensa de la vida humana “desde su concepción hasta su ocaso natural”; la defensa del derecho de los padres “a elegir la educación de sus hijos acorde con sus ideas y, en especial, según sus convicciones religiosas”; la enseñanza de la religión en los centros públicos, lo que “resulta acorde con el principio de laicidad” y que “no supone adhesión ni identificación del Estado con los dogmas y la moral que integran el contenido de esa materia”; la exaltación de la familia “fundada en el matrimonio de un hombre y una mujer, unidos por un vínculo indisoluble, libremente contraído, abierto a la vida humana en todas sus etapas”; y a la que, además, el Estado debe “tutelar”, adoptando para ello medidas legislativas y administrativas “que sostengan a las familias en sus derechos inalienables, necesarios para llevar adelante su extraordinaria misión”.

Tampoco extrañaron a la mayoría de los invitados a la conferencia (sobre todo a los 61 obispos presentes) las advertencias lanzadas por el cardenal, en un castellano con suave acento piamontés, sobre el actual “proceso continuo y radical de redefinir los derechos individuales en temas muy sensibles y esenciales, como la familia, los derechos del niño y de la mujer, etc.” o la necesidad básica de “comprender la libertad religiosa como la condición primera e indispensable para la paz”.

Pues bien, estas cuestiones generales -admitió el cardenal ya en una breve comparecencia en la abarrotada sala de prensa de Añastro- están, como en otros paí- ses del mundo, presentes también en España. “Pero las respuestas concretas a los problemas de España las hemos discutido ayer, no hoy”, señaló refiriéndose a una maratoniana jornada que, pese a tratarse de una visita privada a invitación de la CEE, se fue cargando de contenido político con las visitas al ministerio de Asuntos Exteriores, al complejo de la Moncloa, a La Zarzuela y, de nuevo, al Palacio de Santa Cruz, sede de la diplomacia española, para asistir a un almuerzo presidido por el Rey y el príncipe Felipe.

Con el titular de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, departió por espacio de unos 20 minutos. La situación en la Franja de Gaza, la lucha conjunta entre ambos Estados contra la pobreza y el hambre en el mundo, las posibilidades de la Alianza de Civilizaciones para “facilitar las relaciones interreligiosas” o la situación en Cuba fueron algunos de los temas esbozados en ese corto espacio.

La parte del león se la llevó la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega. La comparecencia ante los medios estuvo llena de mutua afabilidad. En privado, las diferencias se hicieron palpables sin embargo, aun dentro de una exquisita cordialidad. De la Vega defendió la postura del Gobierno ante la reforma de la Ley del Aborto. Trató de enmarcarla dentro de la necesidad de proteger a las mujeres que abortan de la “inseguridad jurídica” en la que se encuentran, aunque también hizo hincapié en la tarea de prevención del Ejecutivo para evitar embarazos no deseados. Bertone, según confesaría en la citada rueda de prensa, intentó, por su parte, “hacer comprender que si algo es necesario es restringir y no ampliar la posibilidad de los abortos”.

También hubo tiempo para hablar de la asignatura de Educación para la Ciudadanía (se le explicaron algunos pormenores del desarrollo del proyecto, como el proceso de diálogo mantenido con la FERE, que el purpurado desconocía) y para defender la reforma de la Ley de Libertad Religiosa para adecuarla, según se sostuvo, a la evolución de la sociedad española y de la implantación de otras confesiones en nuestro país. En este sentido, se le aseguró que los Acuerdos de 1979 no serán revisados. Según confesó el cardenal, también se le aclaró que dicha reforma no consistirá en “una equiparación” de las distintas religiones, sino que el Gobierno “va a tener en cuenta el arraigo cultural, histórico, artístico y religioso” de la Iglesia católica en España.

Particularmente interesante debió de ser la reunión que, por espacio de algo más de una hora, mantuvo con el presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Desde luego fue opaca. Solos los dos, cara a cara. Sin intérprete siquiera. Las agencias de prensa refieren que volvieron a salir temas ya desbrozados por De la Vega, pero con un tono más “institucional”. Y fuentes consultadas por Vida Nueva aseguran que también hubo tiempo para hablar de asuntos más espinosos, como algunos programas de la COPE o las deficientes relaciones con algunos miembros de la jerarquía episcopal. Pero de la cadena de radio de la que la CEE es accionista mayoritaria le hablaron también mucho el rey Juan Carlos, en una audiencia en La Zarzuela, y el líder del PP, Mariano Rajoy, ya por la tarde en un encuentro mantenido en la Nunciatura, donde se alojó el secretario de Estado vaticano. “Los socialistas no han necesitado fajarse en el tema de la COPE. La Monarquía y la derecha tienen suficientes motivos de agravio para mostrarse quejumbrosos”, reconoce una fuente a Vida Nueva.

Provechosa para todos

“Ha sido una visita muy provechosa para todos; para la Santa Sede, para la Iglesia en España y para el Estado Español”, reconoció Bertone ante los periodistas en la Casa de la Iglesia. Para la Santa Sede, porque se lleva la imagen directa, sin interferencias, de quienes marcan la senda política y social en España en este principio de milenio. Lo que llega a Roma asusta. Y ahora, sostienen unos, “ha visto que el lobo no es tan feroz como lo pintan”. Otros, sin embargo, apuntan a esta revista que el “número dos” del Papa se ha ido, a pesar de sus sonrisas, “con preocupación e interrogantes”. “Ha percibido una España fragmentada en su sociedad, entre la sociedad y la Iglesia y dentro de la propia Iglesia. No creo que haya cambiado la imagen que tenía de este Gobierno. El PSOE, que no se podía permitir el lujo de perder esta oportunidad, ha hecho lo que era políticamente correcto y, además, ha conseguido dejar la imagen en el ambiente de que los obispos españoles son unos ogros retrógrados alineados con la derechona”. El “segundo plano” en que se mantuvo el cardenal Rouco en esta primera fase de la visita abonaría esta tesis…

Quienes sostienen para Vida Nueva que el Gobierno quiere entenderse con el Vaticano, pero también con la CEE, “la visita de Bertone puede facilitar lo segundo y, además, es una señal clara de que se pueden mantener posiciones propias sin tener que llegar a un pulso con el Gobierno”. La visita, además, ha servicio para constatar que este Gobierno, apuntan las mismas fuentes, ha aprendido de los errores de bulto que cometió con la Iglesia en su primera legislatura, donde la trataba “con cierta condescendencia”. “El pulso mantenido le ha hecho calibrar que la Iglesia aún sigue teniendo poder y es capaz de erosionar a un Gobierno”. Ahora “hay conciencia por parte de todos de que hay que evitar más conflictos”.

Y, desde el punto de vista eclesial, hay obispos que mantienen que la estancia de Bertone les ha servido, a nivel personal, para percibir “la cercanía de Roma hacia nosotros” pero, también, para “sentirnos nosotros con gran cercanía a Roma”, en parte gracias “al talante personal” demostrado por Bertone.

Se reconoce también que, en la forma de llevarse a cabo la agenda de la visita (el embajador Vázquez, el nuncio Monteiro y el cardenal Cañizares han sido los principales muñidores), hay una crítica implícita “a la manera en que el cardenal Rouco está gestionando las relaciones entre la Iglesia y la comunidad política”. Pero, igualmente, se aclara que, en la cena que Bertone y Rouco mantuvieron el día 4 en la Nunciatura, tras los encuentros políticos de la jornada, ambos repasaron juntos la conferencia del salesiano para “introducir añadidos y quitar frases”.

Aseguran las fuentes que Bertone “percibió perfectamente la fragmentación episcopal que existe” en el seno de la CEE. Pero que los obispos se sintieron confortados en la comunión cuando, con un gesto que “encantó” a los prelados que participaron en la comida de despedida en la Nunciatura, “nos pidió que rezásemos mucho por el Papa en unos momentos en que existe un peligro de ruptura eclesial [por las críticas a consecuencia del caso de los obispos lefebvristas] y que, a nivel colectivo, le envíasemos una carta de apoyo en estos momentos”.

En el nº 2.648 de Vida Nueva.

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