Natalio Fernández Marcos: “La Biblia griega es un clásico que debe traducirse al español”

Coordinador de la ‘Septuaginta’

(J. L. Celada– Fotos: Luis Medina) Desde su despacho en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, Natalio Fernández Marcos coordina junto a la profesora de investigación Mª Victoria Spottorno Díaz-Caro el proyecto de traducción al español de la Biblia griega (Septuaginta), “un clásico” cuyo legado debe ser transmitido a futuras generaciones. “Si los judíos helenísticos tuvieron la audacia de traducir la Biblia hebrea al griego, la lengua común de su tiempo -argumenta-, tenemos el deber de traducirla hoy a nuestra lengua común, el español”.

¿Qué es la Septuaginta?

Es la primera traducción de la Biblia al griego en el siglo III a.C., en Alejandría, en el marco de la política cultural del rey Ptolomeo II Filadelfo (285-246 a.C), que quería reunir todos los libros del mundo en la mítica Biblioteca fundada por su padre. Se llama así, Septuaginta, LXX, o los Setenta, por los setenta traductores que según la legendaria Carta de Aristeas vinieron de Jerusalén para traducirla.

En los autores cristianos este nombre, en vez de referirse a los traductores, pasó a designar la traducción misma, no sólo del Pentateuco, única parte traducida bajo Ptolomeo II, sino de toda la Biblia griega. La traducción de los otros libros fue un proceso lento, de unos cuatro siglos, ya que la traducción del Cantar de los Cantares o del Eclesiastés se sitúa en el siglo I d.C.

La traducción del Pentateuco fue un fenómeno cultural sin precedentes y con un impacto extraordinario en nuestra civilización occidental. La sabiduría oriental del pueblo de Israel, condensada en la Biblia hebrea, pasó de una lengua semítica a una indoeuropea, el griego, entonces lengua común del mundo civilizado. Al adoptarse luego la Septuaginta como Biblia oficial del cristianismo, acompañó a la evangelización por el Imperio romano, y fue, a su vez, traducida a las principales lenguas vernáculas, tanto orientales como occidentales, de la Antigüedad tardía.

Por ser la primera traducción fue también la primera interpretación del texto hebreo, un texto consonántico susceptible, en ocasiones, de diversas lecturas o interpretaciones.

Cuatro volúmenes

¿Cuál es la pretensión y el alcance del proyecto que tienen entre manos?

Consiste en publicar en cuatro volúmenes las distintas secciones (I. Pentateuco, II. Libros Históricos, III. Libros Poéticos o Sapienciales, IV. Libros Proféticos), para editar al final en un solo volumen toda la Biblia griega en español. Acabamos de publicar con Sígueme el primer volumen y estamos trabajando en el segundo. A la vez, extendemos el número de colaboradores, con una generación de filólogos bíblicos trilingües españoles, para acelerar la publicación de los volúmenes III y IV.

¿Qué diferencias hay entre el Antiguo Testamento hebreo y griego?

Las diferencias son notables. La Biblia griega no sólo traduce todos los libros de la Biblia hebrea, sino que añade nuevos libros escritos en griego. La Biblia hebrea tiene 22/24 libros, según se cuente, pero la Biblia griega tiene unos 12 libros más: Tobit, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, 1-4 Macabeos, Baruc, Carta de Jeremías, Suplementos griegos a Ester y adicciones griegas a Daniel. La Biblia griega del judaísmo helenístico es, pues, más amplia que la Biblia hebrea, lo mismo que la ‘Biblia’ de Qumrán que, al parecer, incluía libros como los de Henoc o Jubileos, considerados más tarde como apócrifos. El judaísmo de tiempos de Jesús no era monolítico, sino plural.

Además, en los libros traducidos del hebreo, hay muchas diferencias de contenido y orden del material, particularmente significativas en algunos libros como los de Samuel, Jeremías, Job o Proverbios.

Alguien se preguntará si tienen algo que ver en todo esto los famosos manuscritos del Mar Muerto…

Tienen mucho que ver. De hecho, el gran impulso a los estudios de la Septuaginta en el siglo XX coincide con el descubrimiento y publicación de los documentos de Qumrán, que provocaron una revolución en la historia del texto bíblico.

Algunos textos de la Septuaginta diferentes del hebreo, que se consideraban producto de la interpretación de los traductores, hallaron confirmación en los fragmentos hebreos de Qumrán. Los traductores griegos, por tanto, tradujeron en ocasiones de un texto hebreo hoy perdido y sólo recuperado fragmentariamente por los hallazgos de Qumrán.

Pero el renacimiento de la Septuaginta se debe también a que se ha tomado conciencia de que fue la Biblia de los autores del Nuevo Testamento y de los primeros cristianos.

¿Se puede decir que la Septuaginta es la Biblia cristiana por antonomasia? ¿Por qué?

Absolutamente. El cristianismo naciente la adoptó como Biblia oficial. Los Padres de la Iglesia la tenían en gran estima por considerarla “la Biblia de los Apóstoles” (Jerónimo). Los autores del NT interpretaron la vida, muerte y resurrección de Jesús a la luz del AT.

Se ha dicho con acierto que el cristianismo es la única religión que nació con un libro en su cuna. Pues bien, este libro fue la ‘Septuaginta’, el AT en griego. Así, cuando Mateo 1, 23 dice: “todo esto ocurrió para que se cumpliera lo dicho por el profeta: mira, una virgen concebirá y parirá un hijo y lo llamarán Emmanuel”, se sirve para su argumento del cumplimiento de la profecía, del texto de la Septuaginta que traduce por “virgen” (parthénos), el hebreo almah, que significa simplemente “muchacha” o “doncella”.

¿Y qué hemos estado leyendo hasta ahora? Saberlo quizá le genere a alguno dudas incluso de fe…

En el ámbito católico hemos leído sobre todo la Vulgata y sus traducciones hasta la mitad del siglo XX. En Occidente, la Septuaginta fue destronada por la Vulgata de Jerónimo en el siglo V d.C. La Reforma de Lutero en el siglo XVI optó por el canon hebreo y relegó los libros propios de la Septuaginta a la categoría de apócrifos. El Concilio de Trento (1546) los admitió en el canon católico como deuterocanónicos. Sólo en la Iglesia ortodoxa se ha mantenido la Septuaginta como Biblia oficial.

La riqueza y pluralismo de los textos bíblicos no tiene por qué amenazar nuestra fe. ¿Acaso no leemos los evangelios en cuatro redacciones de los dichos y hechos de Jesús, tres de ellas sinópticas? ¿Por qué nos iba a escandalizar si futuras ediciones de la Biblia incluyen dos redacciones (hebrea y griega) de los libros de Samuel o Jeremías, de los libros de Job o Proverbios?

Esta iniciativa que ahora se emprende en España ya se ha dado o se está dando en otros países. ¿Responde también a ese deseo permanente de volver a las raíces, de mirarse en la vida de las primeras comunidades que narran los Hechos de los Apóstoles?

Efectivamente, la iniciativa ha surgido simultáneamente entre especialistas de las distintas áreas lingüísticas modernas, con independencia de las diferentes confesiones cristianas. Acaba de publicarse la traducción de la Septuaginta al inglés y al alemán. Y se está traduciendo al francés, al italiano, al japonés y al coreano.

Es una vuelta a las raíces, es la Biblia de aquellos primeros cristianos. Uno puede preguntarse honestamente por qué los cristianos seguimos traduciendo un texto hebreo fijado definitivamente por los judíos en los siglos IX/X d.C., cuando la Septuaginta (Antiguo Testamento griego) fue utilizada por los autores del Nuevo Testamento y los Padres de la Iglesia, y aparece ya unida al texto del Nuevo Testamento como Biblia cristiana en los principales códices unciales (Vaticano, Sinaítico y Alejandrino) de los siglos IV/V d.C.

En el nº 2.647 de Vida Nueva.

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