Presidente de la Junta Directiva de la Institución Benéfico Social ‘Padre Rubinos’
(José Ramón Amor Pan) Eduardo Aceña García (A Coruña, 1948), licenciado en Derecho y diplomado en Graduado Social, trabaja como jefe de Gestión Administrativa de Deportes en el Ayuntamiento coruñés. Es, desde 1986, miembro de la Junta Directiva de la Institución Benéfico Social ‘Padre Rubinos’, la cual preside desde 2001. Aunque con un poquillo de retraso (seguramente por este invierno crudo), los Reyes Magos le han traído el mejor regalo de su vida, precisamente cuando están a punto de concluir las actividades conmemorativas del 90 aniversario de la Institución: el día 14 se firmaba el convenio en virtud del cual Amancio Ortega (creador de ese imperio de la moda que es INDITEX, con marcas tan conocidas como Zara, Massimo Dutti o Pull and Bear), a través de la Fundación que lleva su nombre, va a construir y equipar las nuevas instalaciones de la IBS ‘Padre Rubinos’, por un importe que sobrepasa los 17 millones de euros, en una parcela de 20.367 metros cuadrados cedida por el consistorio de A Coruña.
Será “un edificio doctrinal de la solidaridad y la fraternidad”, como lo calificó en la rueda de prensa en la que se dio a conocer esta importante iniciativa; un “coliseo del bienestar para los necesitados, los desprotegidos, desamparados, marginados y especulados de esta sociedad”, añadió el día que lo entrevistamos para VN.
Sinónimo de caridad
Nos cuenta que Antonio Rubinos había nacido en A Coruña el año 1899, en el seno de una familia de once hermanos. Desde muy pequeño descubrió el significado de las palabras fraternidad y compartir. Se hizo jesuita y dedicó su vida a la atención al prójimo, entre otros lugares, en Santo Domingo y en La Habana. En 1959 se le encomiendan las riendas del Refugio para evitar su cierre, con el consiguiente perjuicio para los pobres. No sólo lo consigue, sino que logra construir todo un complejo asistencial (albergue de transeúntes, guardería y residencia de ancianos), anticipándose a su tiempo en el modelo de acción social y pasando, de esta manera, a la historia de su ciudad natal como un sinónimo de caridad. De él, resalta Aceña, que lo trató desde 1965 hasta su muerte en 1983, llamaba la atención “su profunda convicción de la existencia de Dios, la rigidez y autoexigencia consigo mismo que practicaba”, así como “la finura de trato con todo el mundo, fuesen ricos o pobres”.
El tiempo pasa, las instalaciones se quedaban obsoletas para los nuevos tiempos y se hacía imperioso contar con unas nuevas dirigidas a los sectores más vulnerables y necesitados de A Coruña. Un reto formidable para el que no había dinero. Es aquí donde surge el otro hombre que posibilitará la construcción y puesta en marcha de un recurso social indispensable, de calidad y que, sin duda, será todo un referente a nivel nacional, el “Refugio del siglo XXI”: Amancio Ortega, a quien no duda en calificar como “un hombre humilde, sencillo, sensato, objetivo, cierto y serio” y, añade, “un hombre entregado incondicionalmente a la solidaridad y a la fraternidad”. Las nuevas instalaciones suponen triplicar el actual espacio construido, pasando de 69 plazas geriátricas a 188, de 90 en el albergue a 173, de 45 a 82 en la guardería y con 112 plazas en un Centro de Día, lo que va a suponer también la creación de casi un centenar de puestos de trabajo en un momento como el actual. El Refugio, subraya, hoy como ayer y siempre, seguirá siendo tal como quería el P. Rubinos, “un puesto de defensa y de abrigo, una estación de parada para el náufrago de la vida, para el desorientado o desplazado de la sociedad”. “No te olvides -me insiste por enésima vez- de nombrar a las Hijas de San Vicente de Paúl que trabajan con nosotros, auténtica alma de la Entidad”.
En esencia
Una película: Robin Hood.
Un libro: La dignidad de la persona en el Derecho del Trabajo.
Una canción: cualquiera de Pavarotti.
Un deporte: caminar, particularmente por el excelente Paseo Marítimo que disfrutamos en A Coruña gracias a Paco Vázquez.
Un rincón del mundo: el Vaticano.
Un recuerdo de la infancia: la solidaridad que había entre los vecinos.
Una aspiración: vivir en el marco de la libertad, la efectividad de la justicia y la igualdad para todos los seres humanos.
Un deseo frustrado: gracias a Dios, ninguno.
Una persona: mis padres, mi esposa y mis hijos
La última alegría: ¡está clara!
La mayor tristeza: la actual crisis económica.
Me gustaría que me recordasen por… ser un hombre que se esforzó por ayudar a los necesitados.
En el nº 2.647 de Vida Nueva.