“Señor, me gusta verte con los que quieren bajarte del autobús de sus vidas”

El obispo de Plasencia opina sobre la publicidad atea en el transporte público

(Vida Nueva) “Me gusta verte con los que pretenden bajarte del autobús de sus vidas; esos de ahora te han montado en un anuncio que, desde luego rechazo, porque es provocador, pretende ofender y utiliza tu nombre en vano”. Con estas palabras, el obispo de Plasencia, Amadeo Rodríguez, se ha pronunciado sobre los conocidos como “autobuses ateos”, que ya recorren algunas capitales de España con el lema “Probablemente Dios no existe”. En una columna que la revista Vida Nueva publica en su número 2.645, el prelado afirma que “el ‘probablemente’ de su mensaje es la afirmación de lo que aún les queda de Ti en algún rincón inquieto de su alma“.

Asimismo, asegura que le agrada “que te hayas subido al autobús con los que afirman ‘Dios existe'”, pero aclara que “no me parece la réplica polémica el modo más comodo para viajar“.

Campaña “blasfema”, según la CEE

La Conferencia Episcopal Española (CEE) también ha dado recientemente su opinión sobre este tema, haciendo público un comunicado que titula Una publicidad lesiva de la libertad religiosa, en autobuses públicos, y que reproducimos a continuación:

“En España, como en algunos otros lugares de Europa, son varias las ciudades en las que autobuses municipales circulan, o se quiere que circulen, con una extraña propaganda: ‘Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida’.

La libertad de expresión es un derecho fundamental. Todos pueden ejercerlo por medios lícitos. Pero los espacios públicos que deben ser utilizados de modo obligado por los ciudadanos no deben ser empleados para publicitar mensajes que ofenden las convicciones religiosas de muchos de ellos. Si se hace así, se lesiona el derecho al ejercicio libre de la religión, que debe ser posible sin que nadie se vea necesariamente menospreciado o atacado.

Insinuar que Dios probablemente sea una invención de los creyentes y afirmar además que no les deja vivir en paz ni disfrutar de la vida, es objetivamente una blasfemia y una ofensa a los que creen.

Las autoridades competentes deberían tutelar el ejercicio pleno del derecho de libertad religiosa. Es posible hacerlo compaginándolo al mismo tiempo con el amparo y la promoción de la libertad de expresión de todos. Así lo muestra el modo en que se ha procedido en ciudades como Roma, Milán o Zaragoza.

En todo caso, los católicos respetarán el derecho de todos a expresarse y estarán dispuestos a actuar, tanto con serenidad y mansedumbre ante las injurias, como con fortaleza y valentía en el amor y la defensa de la verdad: Dios es amor.

Oficina de Información, 23 de enero de 2009″.

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