La llama ecuménica no prende en los jóvenes

La falta de concienciación y la ausencia de corresponsabilidad, entre las causas principales

(Miguel Ángel Malavia) Con la celebración, del 18 al 25 de enero, de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos se plantean las habituales cuestiones que jalonan el movimiento ecuménico. Sin embargo, una de las menos conocidas es la de la  implicación de los jóvenes en este reto planteado por el Vaticano II. Alguno de los actos organizados para estos días les han puesto a ellos como protagonistas. Pero, ¿qué visión tienen los jóvenes católicos del ecumenismo en España? 

No les interesa porque no lo conocen”, asegura José Luis Díez. “Y a los que sí les interesa, lo aplican de un modo muy peculiar, sin tener en cuenta la trayectoria anterior; buscan la inmediatez, sin medir espacios ni tiempos”, apunta el autor de Historia del ecumenismo en España (San Pablo). Para el teólogo y ecumenista agustino Pedro Langa, el problema es que “falta concienciación, porque los jóvenes siempre acuden cuando se les llama”. La causa de este “vacío” en España está, a su juicio, en factores como “la falta de relevancia en los medios, la ausencia de un trabajo intelectual profundo o una cierta línea inmovilista en algunas de las altas esferas eclesiásticas”.

Carlos Jesús Delgado, coordinador del Foro Ecuménico Pentecostés, aun reconociendo que “el ecumenismo es desconocido por la mayoría”, defiende que los jóvenes “sí se implican”: “Los chicos no acuden tanto a reuniones y cursos de formación, pero sí se vuelcan en acciones efectivas y prácticas, como oraciones y encuentros”. Para él, ahí radica la esencia de la llama ecuménica: “Debemos cuestionarnos para qué queremos la unidad. Y la respuesta no puede ser otra que ‘para sanar al mundo’, luchando juntos y activamente por el fin de todas las injusticias, como la pobreza, la guerra o el abandono de la ecología”. Así, recuerda el éxito de la manifestación contra la pobreza del pasado octubre en Madrid, con gran participación de jóvenes y que tuvo carácter ecuménico, pues en ella estuvieron presentes de modo conjunto las diferentes Iglesias cristianas. 

Las Misioneras de la Unidad son, desde hace años, referencia obligada en cualquier cuestión ecuménica. La Hermana Águeda, que dirige la pastoral con los jóvenes, recuerda cómo en los años 70 y 80 contaba con un nutrido grupo ecuménico en el que, semanalmente, se reunían protestantes, ortodoxos y católicos. Tras ir decayendo, se pasó de los 600 que se juntaban en algunas oraciones a los 10 -la mayoría católicos- que hoy acuden cada semana. Para ella, un factor clave es “la escasa asistencia de fieles de otras confesiones” a las oraciones ecuménicas, a las que ya “casi sólo asisten católicos”.

A la sombra de Taizé

También referencia en este campo son los grupos de Taizé, surgidos al albor de la  experiencia creada por el Hermano Roger en Francia. En España son muy significativos, aunque su peso es desigual. En Sevilla han convocado un gran encuentro ecuménico juvenil que se celebrará en mayo y para el que se esperan más de 2.000 chicos. Una de las organizadoras, Ana León, de 26 años, cuenta cómo en la capital andaluza organizan oraciones semanales, talleres de formación y espiritualidad, asistiendo una media de entre 20 y 50 jóvenes a cada encuentro. Para fomentar la unidad, ella apuesta por “la fórmula del Hermano Roger: sencillez, no rechazar al diferente y no ocultar la debilidad, pues es ahí por donde sopla Dios”. Junto a este empuje en Sevilla o Cataluña, en otros puntos están disminuyendo su fuerza. Es el caso de la comunidad de Carabanchel (Madrid), nacida en 1978 tras un viaje a Taizé del grupo de jóvenes de la parroquia. De su experiencia surgió la idea de celebrar una oración ecuménica todos los viernes. Pero año a año ha ido menguando y ya sólo quedan siete de aquellos jóvenes, hoy en la cincuentena. Aunque están los hijos. Lucas es uno de ellos. A sus 25 años, afirma “haber mamado el ecumenismo desde pequeño”. Reconoce que es “el gran olvidado”, pero deja caer una crítica para la reflexión: “Necesitamos que a los jóvenes y laicos nos den verdadera corresponsabilidad. Se nos reclama para llenar encuentros, pero luego no se nos consulta; y queremos ser protagonistas”. Para Carlos J. Delgado, aquí está la clave del cambio: “Han de pasar de peones a tener voz y voto”.  

Los jóvenes tienen la palabra. Sólo se necesita que la llama ecuménica se acerque a ellos. Sonia Fernández, coordinadora del reciente Fórum de Pastoral con Jóvenes, recuerda que, cuando en el encuentro se vio un mensaje del Hermano Alois, desde Taizé, “todos vibraron de emoción”. Aunque la realidad, reconoce, es que “la ecuménica no fue una cuestión vertebral de las jornadas”. 

En el nº 2.644 de Vida Nueva.

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