‘Para construir la paz hay que dar esperanza a los pobres’

En su discurso al Cuerpo Diplomático, el Papa insiste en los asuntos candentes en todo el planeta

(Antonio Pelayo– Roma) El escenario y el ceremonial impresionan sobre todo la primera vez: el encuentro anual del Papa con el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede se desarrolla en la imponente Sala Reggia del Palacio Apostólico, construida a mediados del siglo VI por Sangallo el joven y en cuyo muros artistas de la talla de Giorgio Vasari o Daniele di Volterra describen glorias y hazañas del papado, como la batalla de Lepanto contra el turco o la sumisión del emperador Federico Barbarroja al papa Alejandro III. Antes de llegar a este recinto, los embajadores y jefes de misión con sus acompañantes reciben los honores de la Guardia Suiza en la Sala Ducal, decorada por Gian Lorenzo Bernini, y en la llamada Sala de los Paramentos, donde los papas se revestían antes de ir a celebrar en la Capilla Sixtina.

Toda esta parafernalia sería superflua o tendría una importancia sólo relativa si no fuera porque en esta ocasión los papas de las últimas décadas pronuncian un discurso que todas las cancillerías del mundo analizan con esmero, porque expresa las posiciones de la Santa Sede ante los principales problemas del mundo.

Este año, como es lógico, se esperaba con vivo interés la posición de Benedicto XVI sobre la guerra de Gaza (después, sobre todo, de que el cardenal Martino hubiese comparado la situación creada por la invasión de las tropas israelíes en la Franja con un campo de concentración). Es imprescindible recoger íntegramente lo que dijo el Pontífice sobre este punto candente de la actualidad mundial: “El nacimiento de Cristo en la pobre gruta de Belén nos lleva naturalmente a evocar la situación del Medio Oriente y en primer lugar de la Tierra Santa, donde estos días asistimos a un recrudecimiento de la violencia que ha provocado daños y sufrimientos inmensos entre las poblaciones civiles. Esta situación complica aún más la búsqueda de una salida, vivamente anhelada por muchos de ellos y por el mundo entero, al conflicto entre israelíes y palestinos. Una vez más, quisiera señalar que la opción militar no es una solución y que la violencia, venga de donde venga y bajo cualquier forma que adopte, ha de ser firmemente condenada”.

De nuevo, Gaza

“Deseo -añadió el Papa- que, con el compromiso determinante de la comunidad internacional, la tregua en la Franja de Gaza vuelva a estar vigente, ya que es indispensable para volver aceptables las condiciones de vida de la población y que sean relanzadas las negociaciones de paz, renunciando al odio, a la provocación y al uso de las armas. Es muy importante que, con ocasión de las cruciales citas electorales que implicarán a muchos habitantes de la región en los próximos meses, surjan dirigentes capaces de hacer progresar con determinación este proceso para guiar a sus pueblos hacia la ardua pero indispensable reconciliación”.

El embajador de Israel ante la Santa Sede, Mordechai Lewy (sobre cuya ausencia en la ceremonia se había especulado como una posible forma de protesta ante las afirmaciones del cardenal presidente del Pontificio Consejo ‘Justicia y Paz’) comentó después: “Si el cardenal Martino compara Gaza con un campo de concentración, quiere decir que no ha visto nunca en su vida un lager. En todo caso, la suya es una posición personal y no es él quien guía a la diplomacia vaticana”.

Para el discurso de este año, la Secretaría de Estado había optado por la fórmula tour d’horizon, es decir un repaso a los puntos críticos en los cinco continentes, sin dejar de poner por eso el énfasis en algunos problemas comunes a toda la humanidad. “La Santa Sede -dijo, por ejemplo- no cesa de recordar que no se puede construir la paz cuando los gastos militares sustraen enormes recursos humanos y materiales a los proyectos de desarrollo, especialmente en los países más pobres”.

Volvía así Joseph Ratzinger a evocar su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero, recordando una vez más que “para construir la paz conviene dar nuevamente esperanza a los pobres. Yendo más al fondo de la cuestión, para resanar la economía es necesario crear una nueva confianza. Este objetivo sólo se podrá alcanzar a través de una ética fundada en la dignidad innata de la persona humana. Sé bien que esto es exigente, pero no es una utopía. Hoy más que nunca nuestro porvenir está en juego, al igual que el destino de nuestro planeta y sus habitantes, en primer lugar de las generaciones jóvenes, que heredan un sistema económico y un tejido social duramente cuestionado”.

Un fundamento sólido

Con una referencia explícita a su visita a Francia, el Pontífice recordó que “una sociedad sanamente laica no ignora la dimensión espiritual y sus valores, porque la religión no es un obstáculo, sino, más bien al contrario, un fundamento sólido para la construcción de una sociedad más justa y libre”. Esta afirmación le dio pie para denunciar “las discriminaciones y los graves ataques de los que han sido víctimas el año pasado millares de cristianos”, y para reconfirmar, por si alguien tuviera dudas, que “el cristianismo es una religión de libertad y de paz y está al servicio del auténtico bien de la humanidad”. En consecuencia, y pensando en algunos países del mundo occidental, pidió que “no se cultiven prejuicios u hostilidades contra los cristianos simplemente porque, en ciertas cuestiones, su voz perturba”.

Al final de este discurso, que no tiene desperdicio y que escucharon con evidente interés los embajadores de los 177 países que en este momento mantienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede (a la cita faltan sólo 17, el más importantes de los cuales es China), el Papa quiso recordar el drama del aborto, ya que “los seres humanos más pobres son los niños no nacidos”, para concluir poco después: “La pobreza se combate si la humanidad se vuelve más fraterna compartiendo los valores y las ideas, fundados en la dignidad de la persona, en la libertad vinculada a la responsabilidad, en el reconocimiento efectivo del puesto de Dios en la vida del hombre”.

Otro de los suntuosos escenarios vaticanos utilizados por los papas en los principios de año es la Capilla Sixtina, donde Benedicto XVI bautizó el domingo 11 de enero -fiesta del Bautismo del Señor- a 13 niños y niñas recién nacidos, de diversas nacionalidades. El Papa concelebró la misa con los arzobispos el español Félix del Blanco, limosnero de Su Santidad; y el italiano Paolo Sardi, vice-camarlengo de la Iglesia romana.

Y, como es habitual en él, no dejó pasar la ocasión para justificar la secular tradición cristiana: “El niño no es una propiedad de los padres, sino que ha sido confiado por el Creador a su responsabilidad, libremente y de forma siempre nueva, para que le ayuden a ser un libre hijo de Dios. Sólo si los padres maduran esta conciencia son capaces de encontrar el justo equilibrio entre la pretensión de querer disponer de sus hijos como si fueran una propiedad privada, plasmándoles sobre la base de sus propias ideas y deseos, y la actitud libertaria que se expresa en dejarles crecer en plena autonomía, satisfaciendo todos sus deseos y aspiraciones, pensando que éste sea el modo justo de cultivar su personalidad”.

Cuando -siguió- se les bautiza introduciéndoles en la luz de Dios y en sus enseñanzas, no se les hace ninguna violencia, sino que se les da la riqueza de la vida divina en la que radica la verdadera libertad, propia de los hijos de Dios”.

En este contexto se refirió después, a la hora del Angelus, al VI Encuentro Mundial de las Familias que tenía lugar del 14 al 18 de enero en Ciudad de México con el lema La familia, formadora en los valores humanos y cristianos, y en el que se ha hecho representar por su secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone. Estaba previsto que Ratzinger -al que los médicos han desaconsejado tajantemente que realizase un viaje de tal naturaleza- interviniera en la misa de clausura, el domingo 18 en la explanada del santuario de la Virgen de Guadalupe, a través de una conexión televisiva en directo, como ya hizo con la misa por la familia celebrada en Madrid el pasado 28 de diciembre.

El ‘Camino’ en Roma

Uno de los animadores, como se recordará, fue Kiko Argüello, fundador en 1964, con Carmen Hernández, del Camino Neocatecumenal. El 10 de enero por la tarde, el Papa le recibió en la Basílica de San Pedro, para recordar los 40 años de presencia del movimiento en la diócesis de Roma. Allí estaban, festivos y gozosos, unos 25.000 miembros, que rindieron a Benedicto XVI el homenaje de su devoción.

Las primeras comunidades del Camino en Roma -como recordó el Pontífice en su discurso- se constituyeron hace cuatro decenios en la iglesia de los Santos Mártires Canadienses; hoy están presentes en más de un centenar de parroquias de la diócesis. Cuenta, además, con el seminario Redemptoris Mater, donde se han ordenado en los últimos años numerosos sacerdotes y de donde han salido muchos misioneros itinerantes en diversas naciones del mundo.

Joseph Ratzinger dirigió a los presentes un discurso que transparentaba su apoyo a este movimiento, “un camino -dijo- de dócil adhesión a las directivas de los pastores y de comunión con todos los componentes del Pueblo de Dios… La reciente aprobación de los estatutos del Camino por parte del Pontificio Consejo para los Laicos ha sellado la estima y la benevolencia con la que la Santa Sede sigue la obra que el Señor ha suscitado a través de vuestros fundadores. El Papa, obispo de Roma, os agradece el generoso servicio que brindáis a la evangelización de esta ciudad y la dedicación con la que os entregáis para llevar el anuncio cristiano en todos los ambientes”. En el curso de la ceremonia se entregó la cruz de la misión a las comunidades que evangelizarán los barrios periféricos de la Ciudad Eterna, a las doscientas familias itinerantes y a los setecientos catequistas responsables del Camino Neocatecumenal que partirán en misión ad gentes hacia los más lejanos confines de la Tierra.

La inserción orgánica del Camino en la pastoral diocesana -advirtió el Pontífice- y su unidad con las otras realidades eclesiales serán un beneficio para todo el pueblo cristiano y harán más fructuosos los esfuerzos de la diócesis por un renovado anuncio del evangelio en esta nuestra ciudad”.

EMOTIVO ADIÓS AL CARDENAL PIO LAGHI

El martes 13 de enero, Benedicto XVI despedía con un emotivo discurso al cardenal Pio Laghi, fallecido tres días antes a los 86 años, después de una insidiosa enfermedad que minó su salud. Al final de la misa de exequias -presidida por el decano del Colegio cardenalicio, Angelo Sodano, y a la que asistieron más de 40 purpurados-, el Papa hizo un recorrido por la larga biografía de quien fue el representante pontificio en Tierra Santa, Argentina y los Estados Unidos, sin olvidar las misiones especiales que le confió Juan Pablo II por sus reconocidas dotes de tacto y buen hacer diplomático.

Pio Laghi (nacido el 21 de mayo de 1922) prestó sus últimos servicios a la Santa Sede como prefecto de la Congregación para la Educación Católica, adonde llegó después de una intensa carrera diplomática, cuya última etapa fue la de primer nuncio en Washington, después de que EE.UU. y la Santa Sede establecieran relaciones diplomáticas. También fue nuncio en Buenos Aires entre 1976 y 1983, y es una infamia que se resuma este difícil período de su vida definiéndole como “el nuncio amigo de Massera“, el almirante miembro de la dictadura militar que reinó sanguinariamente en dicho país. El cardenal y los desaparecidos se titula el libro de los periodistas argentinos Bruno Passarelli y Fernando Elenberg, que sitúa las cosas en su justa medida, con documentos que desmienten cualquier “simpatía” del nuncio hacia los torturadores y asesinos.

En el nº 2.644 de Vida Nueva.

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