Fernando García de Cortázar: “La Iglesia ha sido la gran creadora de cultura en España”

(Juan Carlos Rodríguez) Jesuita e historiador, Fernando García de Cortázar (Bilbao, 1942) es uno de los grandes divulgadores de la historia de España y, desde luego, está entre los que gozan de mayor eco popular. Un privilegio y una responsabilidad, acrecentada por su reciente Premio Nacional de Historia por su imprescindible Historia de España desde el arte, un galardón que valora extraordinariamente: “Es un premio que ya me habían concedido los españoles con la gran difusión que han tenido mis libros y con las traducciones a otros idiomas, pero me emocionó recibir un premio así, dado que buena parte de mi obra la he dedicado a que los españoles amen la nación española”.

En su último trabajo, Breve historia de la Cultura en España (Planeta), García de Cortázar demuestra que sigue fiel a la tarea trascendental de su ya larga trayectoria, que suma 44 libros, entre ellos el ineludible Breve historia de España: la educación ciudadana y el amor a España. Eso es, mantiene intacto su empeño vital: hacer más digestible nuestra historia, recuperarla y despojarla de visiones contaminadas de excesos nacionalistas. 

Cita usted, para empezar, a María Zambrano: “España es un país que no acepta su propia historia y la entiende muchas veces, la sigue entendiendo aún, como sombra, como culpa”. 

Muchos españoles han crecido con la sensación de habitar una nación fracasada, cuyo nombre sólo se debía pronunciar en caso de extrema necesidad, a pesar de que pocos países en el mundo puedan ofrecer, como España, una crónica tan apasionante y dilatada. Me refiero a esa especie de tontuna de españoles pidiendo perdón ante la conducta de otros españoles en el siglo XVI, que si la conquista de América, que si la inquisición… Siempre he pensado que ese modo de pedir perdón es absurdo, porque perdón sólo lo podemos pedir por nosotros mismos y siempre que conlleve el propósito de la enmienda. Como María Zambrano, creo que a veces nos cuentan un pasado frailuno, militarote e inquisitorial que es, cuanto menos, dudoso. Y, en cambio, no nos trasmiten lo que España ha aportado realmente al resto del mundo. 

Y ahí está usted, ¿no?

En cierto modo, esta Breve historia de la Cultura en España nace de ahí, de recordar que si hubo inquisidores también hubo españoles que ofrecieron aportaciones fundamentales en el derecho internacional, como Francisco de Vitoria; en la literatura, como Cervantes o Calderón de la Barca; en la pintura, como Velázquez o Goya; en la arquitectura… En fin, que lo que persigo es que nos sintamos orgullosos de esa cultura que es también nuestro legado al mundo. Y, además, en un momento en el que muchos de estos nombres no figuran ya en nuestros libros de textos. 

Como dice en el prólogo: “Sorprende que en un país tan propenso a la invención de pasados falsos haya tan poco amor, tan poco respeto, por las huellas verdaderas del ayer”. 

Que el Estatut de Catalunya tenga referencias a momentos precisos de la Edad Media llama mucho la atención fuera de España, sobre todo si lo analizas bien y te das cuenta de que son manifestaciones manipuladas y falseadas de la Historia. Pero lo mismo ocurre en otras autonomías, que tratan de fabricar artificialmente su pasado para tratar de justificarse. Lo más moderno es, sin embargo, tratar de afirmar lo que nos une mucho más que lo que nos separa. Este siglo irá barriendo esa obsesión de hechos diferenciales. Porque la Historia no debe dar derechos. Como mucho, la historia pueda dar ejemplo o transmitir utopías, pero no da derechos, repito. Porque, entre otras cosas, sería reconocer que los muertos tienen más derechos que los vivos, lo que condicionaría en exceso nuestra libertad. Los derechos los dan las instituciones. 

Mientras tanto, nos invade una ola de olvido, como dice usted.

Así es. Por ejemplo, este olvido de nuestra propia cultura. Muchos nombres que yo recupero, familiares, por ejemplo, en mi Bachillerato, hoy no están en los planes de estudio. A las generaciones actuales se les está robando el gran legado de la cultura en España. Hace un año daba una conferencia a profesores de Instituto y mencioné a Baltasar Gracián. Me dijeron que Gracián ya no existía. Me parece trágico. Por eso recojo con mirada sintética nuestro gran legado cultural: para transmitirlo a los hombres y mujeres del 2008.

Homenaje a la ciudad

Sin cultura es imposible hablar, por tanto, de Historia. ¿No?

Yo siempre he pensado que la Historia no se puede hacer sin la literatura ni el arte, aunque algunos historiadores no lo quieran ver. La Historia es también lo que nos queda del pasado, como decía Píndaro. Y seguramente, lo que nos queda del pasado es, más que la política o la economía, el hechizo de la piedra, de los libros, de los cuadros. Queda más de Velázquez, de Quevedo, de Góngora, que de Felipe IV

Este libro es un paseo por la cultura de España y a la vez un viaje en el tiempo a través de sus ciudades. El viaje, por cierto, tal como se define, de un “peregrino de la cultura”. 

Por supuesto. Quise hacer también un homenaje a la ciudad como centro, como creadora e irradiadora de cultura. La libertad y la cultura nacen en la ciudad. Son ciudades que existen todavía, de Bilbao a Madrid, pero que ciertamente ya no existen tal como yo las recuerdo o yo las dibujo. Es un libro que nos ayuda a peregrinar por las ciudades españolas, a ver Salamanca a través de los ojos de Fray Luis de León o Unamuno, a ver Gijón a través de Jovellanos, a ver Sevilla a través de los ojos de Velázquez. Esa es un poco la idea de este libro, que es un libro de cultura, pero también un libro de viajes.

Veinte ciudades, pero que, en el fondo, como usted dice, son veinte escenarios de una misma Historia común. No se trata de veinte historias distintas.

Sí, claro. Exactamente, y también del modelo de cultura que prevalece en España. Frente a esa obsesión étnica de encontrar raíces unívocas, nuestra cultura es préstamo, es contagio. A mí me gusta citar a Ibn Arabi, el gran místico andalusí, que tiene un peso importantísimo en santa Teresa y san Juan de la Cruz, que lo leen no en árabe, sino a través de las traducciones al catalán de Ramón Llull, origen de las traducciones posteriores al castellano. O sea, que somos mestizaje. Puro mestizaje. 

Y en el que la iglesia está muy presente…

Es evidente. La gran creadora, la gran generadora y la gran custodia de Cultura en España es la Iglesia, y convendría recordarlo. No hay  duda. Del mismo modo que digo que no hay ninguna constitución más importante que nos una a los españolas que la cultura común. 

Otra víctima del olvido…

Mi tesis doctoral fue una historia de la Iglesia en España en los últimos decenios del siglo XIX. El mismo Miguel Artola me guió. Él, que no era nada confesional, pero que se quejaba de que, frente a la poca trascendencia de los movimientos anarquistas, por ejemplo, en la Historia de España y lo mucho que se había escrito de ello, apenas se había resaltado la importancia durante aún el siglo XIX de la Iglesia como iluminadora de nuestra cultura. 

Aunque alguno no lo quiera ver, ¿no?

Es tan evidente que si repasamos los nombres fundamentales de la cultura española desde la Edad Media hasta el siglo XIX la inmensa mayoría son sacerdotes, aunque algunos sean, como Lope o Tirso de Molina, ciertamente sui géneris. 

Pero, eso sí, la memoria histórica…

Eso sí que no interesa. Es una gran cacerolada que no responde a lo que piensan los ciudadanos. Entiendo que, en determinados casos, la exhumación de fosas comunes es una preocupación familiar altísimamente respetable, pero más allá de eso, convertir España en un tanatorio me parece una barbaridad.

En el nº 2.643 de Vida Nueva.

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