Ecumenismo sí, pero ‘con conciencia clara de la propia fe’

La CEE, ante la Semana de Oración ecuménica, señala que la división es contraria a la voluntad de Dios

(Miguel Ángel Malavia) Con motivo de la celebración de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos (que este año tendrá lugar entre el 18 y el 25 de enero), la Comisión de Relaciones Interconfesionales de la CEE ha publicado un mensaje que aborda diferentes aspectos de este momento de encuentro entre los “hermanos separados”. Bajo el lema Estarán unidas en tu mano, el documento está firmado por el presidente de la Delegación, el obispo de Almería, Adolfo González Montes, y los prelados José Diéguez (Tui-Vigo), César A. Franco (auxiliar de Madrid) y Román Casanova (Vic), que componen el total de la Comisión. 

El inicio de la misiva es claro y directo: “Las divisiones de las Iglesias cristianas son contrarias a la voluntad de Cristo, que quiso una sola y única Iglesia visible”. En cuanto a la génesis de la división, ésta se sitúa ya “desde los primeros tiempos”, siendo las “escisiones” de la “una y única Iglesia de Dios” algo, desgraciadamente, común. La causa de las desavenencias se reparte entre “ambas partes”, siendo producidas “tanto por los miembros de la Iglesia católica como por los cristianos agrupados en otras Iglesias y Comunidades eclesiales”. 

La importancia de la unidad es resaltada con lo proclamado en el Credo, que caracteriza a la Iglesia como “una, santa, católica y apostólica”; hasta el punto de que si desapareciera, “la Iglesia fundada por Cristo habría dejado de existir”. Los obispos, refiriéndose al Vaticano II -las alusiones la Concilio son constantes a lo largo del documento-, recalcan que “la unidad subsiste en la Iglesia católica”, siendo ésta una “verdad de fe para todos los católicos”. En cuanto a los cristianos no católicos, se dice que “están en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la Iglesia católica”.

Se trata -continúa el mensaje- de hacer visible ante el mundo la unidad real de la Iglesia de Cristo”, que además de estar entroncada en el seno de la Iglesia católica, “también se halla presente en grados y elementos diversos” en el seno de otras confesiones cristianas, manteniendo así “una cierta unidad”, aunque “no plena y conforme a la mente y la voluntad de Cristo”. 

La carta incide en la especial cercanía “con las antiguas Iglesias orientales y las Iglesias ortodoxas”, con las que es común “la sucesión apostólica en el episcopado y la misma fe en los sacramentos”. Así, por la comunión en lo básico con los ortodoxos, los obispos consideran que “se pueden y se deben considerar diversas circunstancias personales en las que ni sufre daño la unidad de la Iglesia, ni hay peligros que se deban evitar”. En esas situaciones concretas, aplicando “lo propuesto por el Vaticano II”, puede emplearse “un modo de actuar más suave” a través de la “participación en los sacramentos y en otras funciones y cosas sagradas”. El texto aclara que esa integración se desarrolla “sin ánimo alguno de proselitismo”, atendiendo a especiales circunstancias, tales como la “ausencia de suficientes pastores propios” o de “comunidades estables en las que sus fieles puedan integrarse”. A continuación, la carta se refiere a Juan Pablo II, quien en su encíclica Ut unum sint, decía que estos “servicios” habían de hacerse “para que sus fieles conozcan con claridad las razones precisas tanto de esta participación en el culto litúrgico como de las distintas disciplinas existentes al respecto”. 

Cesión de templos

Otras actuaciones recogidas en el documento, y que ya se vienen desarrollando desde hace tiempo, son las facilidades para cederles templos y locales en los que puedan desarrollar su culto y su pastoral. Eso sí, se advierte, “se ha de proceder con conciencia clara de la propia fe y del propio rito en que se expresa, evitando siempre la caída en el confusionismo”, siendo éste “contrario a los principios y a la práctica del ecumenismo”. “Ni el voluntarismo por sí solo produce unidad, ni tampoco el proselitismo es camino para lograrla”. 

Profundizando en las relaciones con las “Iglesias de la Reforma”, se destacan los logros de los recientes “pasos dados”. Uno de ellos es la Biblia de Traducción Interconfesional, presentada recientemente en Madrid y que ha sido el fruto de 30 años de trabajos conjuntos entre traductores católicos y protestantes. Esta publicación es definida en el mensaje episcopal como un “motivo de gozo”, siendo “un texto común en las reuniones de estudio conjunto de la Palabra de Dios y en los foros de oración ecuménica”. 

El mensaje concluye pidiendo la oración de todos los fieles “para que no pierdan de vista que la unidad es un don de Dios y que sólo llegará como don”.

En el nº 2.643 de Vida Nueva.

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