La Iglesia mexicana llama a defender los derechos humanos

Documento de la Comisión de Pastoral social en el 60º aniversario de la Declaración Universal

(Pablo Romo Cedano– México DF) La Comisión Episcopal para la Pastoral Social, dentro de la reciente conmemoración del 60º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, publicó un extraordinario documento titulado El anhelo de la paz, la vida digna y los derechos humanos en México, exhortando a los creyentes a fortalecer la labor de defensa y promoción de los derechos humanos en México. La Comisión, presidida por Gustavo Rodríguez Vega, obispo de Nuevo Laredo, expresó su deseo de conmemorar el aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos “reconociendo que ella constituyó la primera afirmación mundial de la dignidad e igualdad inherente a todos los seres humanos, propiciando así que la humanidad confluya en un núcleo fundamental de valores y derechos”. Los obispos afirman con Juan Pablo II que “los derechos humanos, al ser observados, encienden una luz ‘respecto a la aspiración de la gente de todos los lugares de la tierra a vivir en seguridad, justicia y esperanza ante el futuro'”, y agregan que es momento para hacer un examen de conciencia.

En las 27 cuartillas del texto repasan los grandes problemas nacionales y califican, en la primera parte de diagnóstico, a la desigualdad como “el desafío más importante que enfrenta el país”, de hecho el grado de desigualdad “es escandaloso”. Consideran que la pobreza vulnera a la mayoría de los mexicanos, y citan cifras que dan que pensar: “La mitad de la población vive en situación de pobreza. 44 millones de personas viven en pobreza en México y de ellas, 24 millones la padecen en su forma extrema. La mitad de la población de nuestra patria no tiene servicios de seguridad social”.

En esta sección, reconocen que las crisis alimentaria y financiera golpearán a quienes más sufren y empobrecerán a muchas familias de clase media. La situación del empleo y su retribución se encuentran en un momento desalentador; de ahí que miles de mexicanos opten por dejar el país. “La migración implica una condición de alta vulnerabilidad, pues las y los migrantes se ven expuestos a abusos como la corrupción, la agresión física, la intimidación, las amenazas, el abuso sexual, la destrucción de documentos y la detención arbitraria, la falta de información respecto de sus derechos, cuando no de ser víctimas de grupos de delincuencia organizada dedicados al tráfico de migrantes o a la trata de personas”. En este sentido, las últimas cifras presentadas por la Comisión Nacional de Derechos Humanos revelan que miles de mexicanos han sufrido violaciones a sus derechos humanos en el intento por cruzar la frontera con EE.UU. en el pasado año.

El texto hace un repaso del cumplimiento de los derechos humanos más básicos y también insiste en la necesidad de defenderlos. En este último aspecto se detiene y, veladamente, apunta la preocupación por que el Gobierno mexicano haya impedido que continuara en sus funciones el Representante del Alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. De igual forma, habla con sutileza de la incomprensión que hay en sectores, incluso eclesiales, para defender a los más vulnerables. Alaba, también, la presencia de muchas instancias defensoras de derechos humanos que han surgido desde la práctica del Evangelio, a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia.

A IMAGEN DE JESÚS

En la segunda parte, Con la luz de la Palabra y la orientación de la doctrina social de la Iglesia, se detienen en la urgencia que todo creyente tiene de defender y promover los derechos humanos, particularmente de los más débiles y necesitados, al modo de Jesús y de acuerdo a la sabia tradición de la Iglesia. El documento, que seguramente será muy leído en el país, lleva su reflexión más allá del plano jurídico y político, y afirma que la dimensión de los derechos humanos alcanza el nivel mismo de la realidad humana, su dignidad y comprensión antropológica.

La argumentación está entretejida por las declaraciones tanto de los concilios como de las enseñanzas de la Iglesia, sobre todo en tiempos de Juan Pablo II.

La tercera parte llama a la acción, apremiando a todo cristiano para que se sienta comprometido a ser un trabajador incansable a favor de la paz y un valiente defensor de la dignidad de la persona humana y de sus derechos inalienables (Benedicto XVI, Mensaje de la Paz 2007).

El texto concluye haciendo un repaso a todos y cada uno de los sectores de la Iglesia, invitándolos con tareas específicas de defensa y promoción de los derechos humanos con articulación y organización.

En el nº 2.642 de Vida Nueva.

Compartir