La explosión de violencia en Gaza nubla la Navidad en Roma

Benedicto XVI, preocupado y dolido, implora el fin de los ataques y pide “sabiduría” a los responsables

(Antonio Pelayo– Roma) Las desastrosas noticias provenientes de la Franja de Gaza han sembrado la consternación en la Santa Sede y empañado, de algún modo, las celebraciones navideñas y de fin de año. Benedicto XVI -se nos dice- está muy afectado por esta explosión de irracionalidad, mientras en la Secretaría de Estado sopesan las consecuencias que la “nueva” situación podría proyectar sobre el nunca anunciado oficialmente viaje a Tierra Santa, pero en cuya realización se viene trabajando desde hace algún tiempo.

El domingo 28 de diciembre, a la hora del Angelus, el Santo Padre se refirió a los sangrientos hechos con tonos de una extrema preocupación que creo necesario reproducir íntegramente para no perder ninguno de los matices de tan medidas palabras: “Queridos hermanos y hermanas, la Tierra Santa que en los días navideños está en el centro de los pensamientos y afectos de todos los fieles en cualquier parte del mundo, se ve de nuevo sacudida por una explosión de violencia inaudita. Me siento profundamente dolorido por los muertos y heridos, por los daños materiales, los sufrimientos y las lágrimas de las poblaciones civiles víctimas de este trágico encadenamiento de ataques y represalias. La patria terrena de Jesús no puede continuar siendo testigo de tanto derramamiento de sangre que se repite incesantemente”.

Imploro el fin de la violencia -sigue-, que hay que condenar en todas sus manifestaciones, y que se vuelva a la tregua en la Franja de Gaza; pido que se produzca un estremecimiento de humanidad y de sabiduría en todos aquéllos que tienen alguna responsabilidad en esta situación; pido a la comunidad internacional que no deje de intentar nada para ayudar a los israelíes y a los palestinos a salir de este callejón sin salida y a no resignarse -como decía hace dos días en el mensaje Urbi et orbi– a la lógica perversa del enfrentamiento y de la violencia, sino a privilegiar, por el contrario, el camino del diálogo y de la negociación”.

Los que estamos especializados en leer y analizar los pronunciamientos del Papa sabemos lo que representan los términos usados en esta ocasión. Apenas llegadas las primeras noticias, el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede habló de “ataque impresionante”, que no es habitual en la fraseología vaticana, y L’ Osservatore Romano publicaba en primera página un comentario del Patriarca Latino de Jerusalén, Fouad Twal: “Hemos manifestado nuestra contrariedad. No se pueden bombardear pueblos enteros con mujeres y niños sin defensa. La solución militar no es el camino que debe seguirse. Tenemos que tener la humildad de sentarnos en torno a una mesa y de escucharnos los unos a los otros. Sólo así se puede llegar a una solución. Estamos cansados, tenemos necesidad de paz”.

Negociar, única salida

El diario publicaba, en su edición del 29-30 de diciembre, un artículo de Luca M. Possati, “Se corre el riesgo de llegar a un punto sin retorno”, que manifiesta la preocupación de la diplomacia vaticana. Aquí -donde se dispone de una información exhaustiva sobre el contencioso israelo-palestino- existe el convencimiento de que la única posible salida de esta trágica crisis es la negociación entre el Gobierno de Israel y los representantes del pueblo palestino, sea el gobierno de la ANP o los sectores moderados de Hamas.

En cuanto a la visita de Benedicto XVI a Tierra Santa, anunciada para los días del 8 al 12 de mayo, el P. Lombardi se limita a hablar de “hipótesis de viaje” y de un proyecto “que sigue estudiándose”, pero es evidente que si la escalada bélica no cesa, resulta altamente improbable, por no decir imposible, que el Papa pueda llegar a un país en pie de guerra. 

En la alocución que hemos escrito más arriba, Benedicto cita su mensaje Urbi et orbi. En él, efectivamente, aludía al “horizonte que parece volver a oscurecerse para israelíes y palestinos”, y hace, a continuación, una rápida panorámica de otros focos de tensión en el mundo, que son los que están en las mesas de la Secretaría de Estado desde hace tiempo. Como reproducimos los párrafos más importantes del mensaje en estas mismas páginas (ver recuadro), no entramos en más análisis de su contenido.

Sobre la forma exterior, sin embargo, ya se han hecho notar algunos detalles que merecen la atención de los informadores más especializados. Joseph Ratzinger ha renunciado a utilizar la capa pluvial usada por sus antecesores en tan magna ocasión (retransmitida, como todos los años, también éste, por muchas decenas de cadenas de televisión con una audiencia virtual superior a los mil millones de personas en los cinco continentes) y la ha sustituido por la muceta carmesí orlada de armiño y la solemne estola pontificia. Para protegerse del frío intenso que dominaba en Roma la mañana navideña, volvió a utilizar un jersey blanco debajo de la sotana (en vez de su habitual camisa), como ya hizo el día de su primera aparición en el balcón de la loggia, apenas elegido Papa. Por fin, leyó el mensaje sentado y no de pie, como en años anteriores. Sin querer extrapolar demasiado las cosas, resulta bastante claro que se extreman los cuidados para mantener al Santo Padre en las mejores condiciones de salud, teniendo en cuenta que camina ya hacia sus 82 años de edad.

Ratzinger demuestra, por ahora, llevar bastante bien el ritmo que le imponen sus obligaciones como pastor de la Iglesia universal. La noche de Navidad, por ejemplo, resistió con holgura la larga celebración, que se prolongó en la Basílica de San Pedro hasta casi las dos de la madrugada y al final de la cual, cuando ya se retiraba hacia la sacristía del templo, se produjo el intento de una mujer por aproximársele, cortado en seco por el jefe de la seguridad, Domenico Gianni.

En su preciosa homilía, iniciada con una glosa de los textos evangélicos sobre el nacimiento, incluyó este párrafo: “En cada niño hay un reverbero del niño de Belén. Cada niño reclama nuestro amor. Pensamos, por tanto, en esta noche de modo particular en aquellos niños a los que se les niega el amor de los padres. A los niños de la calle que no tienen el don de un hogar doméstico. A los niños que son utilizados brutalmente como soldados y convertidos en instrumentos de violencia, en lugar de ser portadores de reconciliación y de paz. A los niños heridos en lo más profundo del alma por medio de la industria de la pornografía y de las otras formas abominables de abuso. El Niño de Belén es un nuevo llamamiento que se nos dirige a hacer todo lo posible con el fin de que termine la tribulación de estos niños; a hacer todo lo posible para que la luz de Belén toque el corazón de los hombres”. 

También esa misma a noche y durante la llamada Misa del Gallo, los labios del Papa se abrieron para pedir que en Belén “cesen el odio y la violencia. Que se abra el camino de la comprensión recíproca, se produzca una apertura de los corazones que abra las fronteras. Que venga la paz que cantaron los ángeles en aquella noche”.

Balance de 2008

Como es tradicional, las celebraciones navideñas habían comenzado con el encuentro que el Papa mantiene todos los años con los cardenales y miembros de la Curia romana y del Governatorato y que tuvo lugar en la Sala Clementina el lunes 22 de diciembre. Después de unas palabras de saludo del cardenal Angelo Sodano, Benedicto XVI hizo un recorrido a lo largo de los doce meses de 2008, destacando algunos de los momentos eclesialmente más intensos y vibrantes: primero, la Jornada Mundial de la Juventud en Australia (“que no es -dijo- una especie de festival rock modificado en sentido eclesial con el Papa como una star“) y, también, las visitas a los Estados Unidos y la ONU, así como el viaje apostólico a Francia (París y Lourdes). 

Luego introdujo cuatro reflexiones, fundamentales cada una de ellas, sobre lo que consideramos “acción del Espíritu Santo” y que, por desgracia, han sido malinterpretadas por los medios de comunicación. “La Iglesia -dijo en uno de esos pasajes- no puede limitarse a transmitir a sus fieles sólo el mensaje de la salvación. Tiene también una responsabilidad sobre lo creado y debe hacer prevalecer esta responsabilidad también en público. Al hacerlo, no debe defender sólo la tierra, el agua, el aire como dones de la creación que pertenecen a todos. Debe proteger también al hombre contra la destrucción de sí mismo”.

Es necesario -continuó- que exista como una especie de ecología del hombre entendida en su justo sentido. No es una metafísica superada si la Iglesia habla de la naturaleza del ser humano como hombre y mujer y pide que este orden de la creación sea respetado. Aquí se trata, de hecho, de la fe en el Creador y de la escucha del lenguaje de la creación, cuyo desprecio sería una autodestrucción del hombre y, por lo tanto, una destrucción de la misma obra de Dios. Lo que con frecuencia se expresa y se concibe con el término gender se resuelve, en definitiva, con la auto-emancipación del hombre de la creación y del Creador. El hombre quiere hacerse a sí mismo solo y disponer siempre y exclusivamente por sí solo de lo que le concierne. Pero de este modo vive contra la verdad, vive contra el Espíritu Creador. Las selvas tropicales merecen, sí, nuestra protección, pero no la merece menos el hombre como criatura en la que está inscrito un mensaje que no significa una contradicción para nuestra libertad, sino su condición”.

¿Tiene algo que ver este párrafo con las burdas caricaturas que se han publicado en algunos de nuestros periódicos?

LUZ PARA TODOS LOS HOMBRES

Ante miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro, Benedicto XVI pronunció, a mediodía del 25 de diciembre, su tradicional mensaje de Navidad Urbi et Orbi. En él, el Papa insistió en que el nacimiento de Jesús y su anuncio de esperanza es una Luz dirigida “a todos los hombres”. 

Pero el Papa quiso recordar a poblaciones concretas. Por ejemplo, Oriente Medio: “Que la luz divina de Belén se difunda en Tierra Santa, donde el horizonte parece volverse a oscurecer para israelíes y palestinos; se propague en Líbano, en Irak y en todo el Medio Oriente. Que haga fructificar los esfuerzos de quienes no se resignan a la lógica perversa del enfrentamiento y la violencia, y prefieren, en cambio, el camino del diálogo y la negociación para resolver las tensiones internas de cada país y encontrar soluciones justas y duraderas a los conflictos que afectan a la región”.

También señaló hacia varios lugares de África: “A esta Luz que transforma y renueva, anhelan los habitantes de Zimbabue, en África, atrapado durante demasiado tiempo por la tenaza de una crisis política y social, que, desgraciadamente, sigue agravándose, así como los hombres y mujeres de la República Democrática del Congo, especialmente en la atormentada región de Kivu, de Darfur, en Sudán, y de Somalia, cuyas interminables tribulaciones son una trágica consecuencia de la falta de estabilidad y de paz. Esta Luz la esperan sobre todo los niños de estos y de todos los países en dificultad, para que se devuelva la esperanza a su porvenir”.

Sin especificar ningún punto geográfico se refirió a asuntos varios: “Donde se atropella la dignidad y los derechos de la persona humana; donde los egoísmos personales o de grupo prevalecen sobre el bien común; donde se corre el riesgo de habituarse al odio fratricida y a la explotación del hombre por el hombre; donde las luchas intestinas dividen grupos y etnias y laceran la convivencia; donde el terrorismo sigue golpeando; donde falta lo necesario para vivir; donde se mira con desconfianza un futuro que se está haciendo cada vez más incierto, incluso en las naciones del bienestar: que en todos estos casos brille la Luz de la Navidad y anime a todos a hacer su propia parte, con espíritu de auténtica solidaridad. Si cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo se encamina a la ruina”. 

En el nº 2.642 de Vida Nueva.

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