La CEE distingue a ‘Ciegos Católicos Españoles’

La última Plenaria de noviembre aprobó los estatutos de la asociación

(Miguel Ángel Malavia) La asociación ‘Ciegos Católicos Españoles’ (CECO) es ya, desde la aprobación de sus estatutos en la última Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal (Madrid, 24-28 de noviembre de 2008), oficialmente considerada como un organismo católico. Creada en 1996, en Zaragoza, fue reconocida por la Iglesia el 23 de mayo de 2000, aunque entonces tal consideración sólo era aplicable en la diócesis aragonesa. Fue inscrita en el Registro de Asociaciones Religiosas en diciembre de ese mismo año. Además de en la capital maña, mantiene sedes en Barcelona, Bilbao, Alicante y Valladolid, desarrollando iniciativas en la mayor parte de las provincias. Fuera de España, está relacionada con la Federación Internacional de Asociaciones Católicas de Ciegos, dependiente de la Santa Sede. 

CECO se dirige, fundamentalmente, a aquellos ciudadanos invidentes que atraviesan por situaciones de dificultad y abandono. Respecto a sus integrantes, además de ciegos, también cuenta con videntes comprometidos a la hora de prestar parte de su tiempo en ayudar a quienes, en algunos aspectos, no pueden valerse por sí mismos. 

Del mismo modo, la propia asociación, que se define como “confesional”, concede la preferencia en sus actividades a la formación espiritual de todos sus miembros. Así, en sus estatutos se especifica que sus encuentros lo son “para orar y para formarse” en todos los aspectos relativos a su fe. De este modo, tratan de conseguir otro de sus principales objetivos, como es el de “dar testimonio de la existencia de Dios desde experiencias de dolor”.  

Entusiasmo de los socios

El sacerdote Antonio Cartagena, director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar de la CEE, ha reconocido a Vida Nueva que el motivo principal de la aprobación de los estatutos de CECO ha sido “el entusiasmo de aquéllos que la conforman; llevaban años pidiendo ser una asociación católica reconocida como tal por sus obispos”. “Es una bendición que aquéllos que desde fuera pueden ser vistos como los segundos o terceros en la Iglesia, tomen conciencia de que son los primeros, tal y como indica el Evangelio”, concluye Cartagena.

En el nº 2.642 de Vida Nueva.

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