A pesar de todo, una luz brilla en Belén

(Teodoro López, OFM- Director del Centro Tierra Santa) El 29 de noviembre, en las primeras vísperas del I Domingo de Adviento, Fr. Pierbattista Pizzaballa, custodio de Tierra Santa, encendía una candela en la lámpara del lugar del nacimiento de Jesús. Y con ella, el primer cirio de la corona de Adviento en la iglesia parroquial. Un signo de que se abren las fiestas de Navidad. Fiestas de esperanza para toda la humanidad, pero especialmente para la ciudad de David. Belén estaba ese día de fiesta en honor de la patrona de la parroquia de los católicos, santa Catalina de Alejandría.

Hoy una gran luz ha descendido a la tierra”, se cantará en la Navidad. Hasta la entraña de la tierra, según expresión de san Jerónimo, que calificó al lugar del nacimiento de Cristo de “pequeño agujero de la tierra”. Y en la Misa del Gallo se proclamará con convicción que se ha cumplido el vaticinio profético de que “el pueblo que caminaba en tinieblas, vio una gran luz…”. ¿Una luz brilla en Belén? ¿En estos tiempos? ¡Hay tantos resoplidos que amenazan con extinguir la débil luz de la candela!

Uno de ellos, cual viento huracanado que sofoca la vida de Belén, es el muro “de protección”, fácil de traspasar para los peregrinos o turistas (prohibido a los israelíes -personas o vehículos-), pero calvario para los que están dentro, los betlemitas que necesitan ir a Jerusalén para satisfacer tantas necesidades, incluso acceder a los propios santuarios, cristianos o musulmanes.

Otro, el temor de las autoridades de las comunidades cristianas por “la sangría que no cesa” de la emigración de sus fieles. De Belén y las ciudades vecinas y hermanas, Beit Jala y Beit Sahour, con sus mayorías cristianas hace un siglo. Ahora asoma un doloroso interrogante: “¿Te imaginas Belén sin cristianos? Pues comienza a imaginarlo, porque en pocos años será una realidad”. 

De la vecina Jerusalén cuentan, con toda naturalidad, algo que parece una florecilla franciscana sobre la “perfecta alegría”. “El día 27, volviendo de Getsemaní a nuestros conventos, por la Vía Dolorosa, experimentamos qué significa seguir a Cristo en Jerusalén. Nos cruzamos con una manifestación de jóvenes radicales judíos, chicos y chicas, que exigían que toda la Ciudad Santa sea judía. Los frailes escuchamos toda clase de insultos y muchos recibieron escupitajos en el hábito, la cara y el cuerpo. ¡Qué difícil es seguir la norma que había dado san Francisco a sus hermanos que venían a Tierra Santa: ‘Que no entren en peleas ni disputas’! Si el desprecio y el insulto se fomentan en las escuelas o en las familias, poco se puede hacer para lograr la paz que tanto anhelamos”.

Pero la débil lamparilla junto a la estrella de la Gruta del Nacimiento sigue brillando. La candela encendida lleva claridad de esperanza también a la vida misma de la ciudad y puede titilar resistiendo los resoplidos del temor. Se esperan muchos peregrinos los días de Navidad (ha habido muchos visitantes en este 2008). No se ve tanta tristeza y mendicidad de los parados, niños incluidos. Se ha reactivado la economía de la ciudad en servicios hoteleros, restaurantes, guías de peregrinos y, sobre todo, la actividad de la artesanía, que da tanto trabajo.

La normalización de la vida política es una gran luz. El municipio de Belén está gobernado por Hamás. Pero el alcalde es cristiano. Y la ministra de Turismo de la Autoridad Nacional Palestina, también. El presidente de ésta, Mahmud Abbás, asistirá a la Misa del Gallo, tras la invitación del custodio de Tierra Santa. El presidente se ha comprometido a dar los pasos para la restauración del techo de la Basílica de la Natividad. El santuario más antiguo de Tierra Santa, construido por Justiniano hacia el año 540, tiene en muy mal estado la techumbre. La falta de acuerdo entre las tres comunidades que comparten la propiedad del santuario, con el complicado statu quo, será superada con esta iniciativa de quien, como autoridad civil, también es parte integrante del mismo. Todos han aceptado de buen grado la propuesta, y pronto, quizás, se puedan ver las obras de restauración o sustitución de las grandes vigas de cedro del Líbano colocadas por el franciscano español Andrés de Montoya en sus años como procurador de Tierra Santa (1714-1725), cuando la basílica estaba en manos de la Custodia franciscana de Tierra Santa.

No es poco que una chispa de luz brille sobre Belén. Como refulgen las grandes cruces de neón sobre las casas de los cristianos, sin temor. Y eso, sin hablar del chupinazo lanzado antes de tiempo de que el Papa pueda visitar Tierra Santa.

En el nº 2.641 de Vida Nueva.

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