Gudrun Sailer: “Las mujeres tienen ya una gran influencia dentro de la Iglesia”

Autora del libro “Mujeres en el Vaticano”

(Texto y fotos: Darío Menor) Gudrun Sailer, periodista de la sección alemana de Radio Vaticana, ha escrito un interesante libro que va más allá de las habituales publicaciones religiosas. Se trata de Frauen im Vatikan (Mujeres en el Vaticano), una radiografía literaria de la población femenina de los distintos organismos de la Santa Sede, que alcanza ya el 16% del total. Sailer vaticina que esta cifra aumentará en los próximos años, aunque subraya que la influencia de la mujer en la Iglesia católica va más allá del número de puestos de relieve que ocupe en el Vaticano.

¿Cómo surgió la idea de escribir un libro sobre las mujeres del Vaticano?

Llegué a Roma en 2003 para trabajar en Radio Vaticana. Llegué con muchas preguntas, una de ellas, cuántas mujeres habría en la Santa Sede y qué tipo de personas serían. Luego me di cuenta no sólo de que había presencia femenina, sino de que ésta era muy numerosa. En Radio Vaticana somos casi la mitad. En otros entes de la Santa Sede, sin embargo, la situación es distinta. Además, aunque la presencia de mujeres es patente, no se habla de ello. Es curioso, porque sin ellas, el Vaticano no avanzaría. 

Según su libro, el porcentaje femenino en la Santa Sede está en el 16%. ¿Cree que esta cifra aumentará?

Sin duda. Una de las mujeres que he entrevistado, Barbara Hallensleben, que es una reputadísima profesora de Teología Dogmática, me decía que está segura de que las mujeres seremos cada vez más en la Iglesia y en el Vaticano. Según aseguraba, la formación femenina es hoy mejor que nunca, y en las nuevas generaciones vemos que las estudiantes de Teología son más que los estudiantes y muchas veces, además, más brillantes. 

¿Cree que ese 16% de presencia representa verdaderamente la influencia de las mujeres en la Iglesia?

No. Hablar del poder femenino en la Iglesia va más allá del número de mujeres en la Santa Sede. Primero hay que tener claro qué es lo que entendemos por influencia. La cuestión debe ser la valoración de cuál es nuestra importancia en el seno de la Iglesia; ahí las mujeres tienen ya una influencia muy grande.

¿Piensa que el llamamiento del papa Benedicto XVI para que aumente el número de mujeres en los puestos del Vaticano significará un impulso?

Sin duda. Este tipo de declaraciones ayuda, además, a que las mujeres que hoy en día están ya presentes sean más visibles y se reconozca aún más la excelente labor que desempeñan. La profesora Hallensleben, a la que me refería antes, me contaba que existen reflexiones sobre cómo abrir el puesto del cardenalato a las mujeres. Esto se podría hacer porque el cargo de cardenal no fue creado por Jesucristo, sino por la propia Iglesia. Un cardenal es un consejero del Papa, a quien ofrece sus opiniones y ayuda a dirigir esta gran institución que es la Iglesia. En un principio, el cardenalato no requería la ordenación sacerdotal. Sólo existe este requisito desde 1984, cuando el derecho canónico lo estipuló, por lo que esta condición podría ser debatida en el futuro. 

¿Cree un escenario improbable la apertura del sacerdocio a las mujeres?

Sí, no creo que se trate de una situación cercana. Este debate, además, oscurece la gran labor que las mujeres hacen ya en la Iglesia. Supone pasar por alto a personalidades como Madre Teresa o la luterana Sigrid Spath, que hace las traducciones para el Papa y es, prácticamente, la voz oficial de Benedicto XVI en alemán. Si hablamos de la Iglesia universal, hay que tener muy en cuenta a las religiosas, quienes considero que están infravaloradas. No se debe olvidar el gran número de obras que hacen, no sólo contra la pobreza, sino también contra otros aspectos básicos, como el tráfico de seres humanos. Se trata de actuaciones de las que no se habla. Deberían ser más visibles; ése era, precisamente, uno de los objetivos de mi libro. 

Romper las barreras

¿Alguna mujer de las que aparecen en el libro le ha impresionado?

En el plano personal me ha conmovido mucho el personaje de la madre Maria Sofia Cicchetti, que se encarga de un monasterio de los Jardines Vaticanos. Ella vive en un universo que está absolutamente fuera del mundo. Se trata de monjas de clausura que no salen nunca. Pensaba que no me concedería la entrevista, pero no sólo me dijo que estaba encantada, sino que también me invitó a que pasara un día con ellas. Estuve trabajando y rezando junto a estas monjas, aunque no las veía directamente. Para mí ha sido conmovedor admirar la fuerza de esta mujer, que me ha hecho entender la importancia de la labor de las monjas de clausura. Uno puede pensar que se dedican a rezar y que esto no beneficia a nadie. Esta forma de razonar es muy utilitarista y no tiene en cuenta que sus oraciones son el corazón del Vaticano. Con sus rezos apoyan la obra del Papa, del Vaticano y de la Iglesia universal. Más allá de la labor de los grandes cardenales, es vital el papel que desempeñan las monjas de clausura. 

¿Y de las mujeres más conocidas, cuál le ha conmovido más conocer?

Sor Enrica Rosanna es una mujer llena de energía. Me ha impresionado que no tiene miedo a no ser popular. Es la primera mujer que ocupa una subsecretaría [en la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica] y pone su cuerpo y alma en ello, lo que no gusta a quienes piensan que ese cargo debería estar en manos de un hombre. Con gran humildad y energía, sor Enrica no se achanta y sigue adelante. Se trata de una mujer que durante su vida ha roto muchas veces las barreras impuestas a su sexo. En mi opinión, se trata de un modelo a seguir, es la punta de lanza que va abriendo camino detrás de la cual va el resto de las mujeres. Sor Enrica, además, acaba de recibir la prolongación de su cargo, lo cual es muy buena señal. Cuando ella se jubile es probable que sea sustituida por una mujer. Si se piensa, es algo muy lógico, ya que se trata del dicasterio que engloba a más de un millón de religiosos del mundo, del cual cuatro quintas partes son mujeres. No entiendo cómo ha habido que esperar hasta 2003 para que una mujer accediera a un cargo importante. Espero que, en los próximos años, más mujeres se hagan con puestos de relevancia. 

¿Cree que muchas mujeres se pueden sentir discriminadas por la posición que les dispensa la Iglesia?

La jerarquía eclesiástica es masculina; es algo que sabemos y hemos de aceptar. No es previsible que esta situación vaya a cambiar en un futuro próximo. Creo, sin embargo, que quien es fiel a la Iglesia no se puede sentir olvidado ni discriminado. Ser importante no sólo significa formar parte de la jerarquía eclesiástica; también hay otras muchas formas.

¿Qué valoración hace de la mayor presencia femenina en el pasado Sínodo frente a encuentros anteriores?

Es un símbolo que observo con gran placer. El Sínodo es un instrumento de unión en el seno de la Iglesia y, en mi opinión, hace falta mayor colegiación entre ambos sexos. El Concilio Vaticano II nos enseñó que la colaboración entre distintos caracteres y posiciones es algo vital y muy positivo. Dicha colaboración ha quedado patente en el Sínodo, que ha sido un gran signo de esperanza para la presencia femenina en la Iglesia.

En el nº 2.639 de Vida Nueva.

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